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Marta Matute, directora de cine de Valdemoro: “Si me dicen hace seis años que voy a rodar una película, no me lo creo”

Graciela Díaz Cuervo Jueves, 05 de Junio de 2025 Tiempo de lectura:
Marta junto a Júlia Mascort en el rodaje | Fotografía de Concha de la RosaMarta junto a Júlia Mascort en el rodaje | Fotografía de Concha de la Rosa

Debutará en las salas de proyección con 'Yo no moriré de amor', una cinta autobiográfica que ha rodado a caballo entre Madrid y el Valdemoro de su infancia y juventud.

Una de las maquilladoras de ‘Gladiator II’ y ‘La Sociedad de la Nieve’, un niño nacido para brillar ante las cámaras y, ahora, una actriz y guionista que lo tiene todo para llevarse el premio a Mejor Dirección Novel en los Goya de 2026. Si de algo sabe Valdemoro es de cine, como demuestra el hecho de que no hayan dejado de salir de sus calles grandes profesionales de la industria. 

 

Tras varios años dedicada a la actuación teatral, Marta Matute (Valdemoro, 1988) busca hacerse un hueco en el competitivo mundo del cine con su ópera prima, ‘Yo no moriré de amor’, un largometraje autobiográfico que ha rodado a caballo entre Madrid y el Valdemoro de su infancia y juventud, en el que residió hasta los 29 años. “Mi padre sigue viviendo en el municipio y yo estuve ahí hasta casi mis treinta, aunque la realidad es que dejé de hacer vida en él cuando empecé la carrera a los 18”, confiesa la directora en ciernes a ZIGZAG, en plena posproducción de su primera película. 

 

De los 19 a los 28 años, una época en la que las personas suelen caracterizarse por el egoísmo propio de la juventud, del que piensa que tiene toda la vida por delante y sólo quiere salir de fiesta y compartir tiempo con sus amigos, a Marta le tocó convertirse en cuidadora. A su madre, que falleció a causa de la enfermedad, le fue diagnosticado un alzhéimer precoz —es el que afecta a los menores de 65 años— y sus relaciones familiares se transformaron por completo. 

 

Casi una década después de que finalizase esa etapa, la valdemoreña lleva esos años a las salas de cine en ‘Yo no moriré de amor’, un largometraje que surgió cuando descubrió la convocatoria de la segunda edición de las Residencias de la Academia de Cine, programa de ayuda al desarrollo de proyectos audiovisuales en el que coincidió con el pinteño César Fernández Calvillo y la ganadora del Goya a Mejor Película por ‘Las niñas’, Pilar Palomero. “En ese momento compaginaba mi trabajo como profesora de interpretación con los papeles que me surgían como actriz, sobre todo de teatro. No pensaba ni mucho menos en dirigir, pero me enteré de que existía esta iniciativa, presenté el proyecto y me cogieron”, explica la cineasta.

 

Las Residencias le cambiaron totalmente la vida, al menos en lo profesional. “Si me dicen hace seis años que voy a rodar una película, no me lo creo. Para mí fue un punto de inflexión muy grande por todo lo que te proporcionan: te ponen en contacto con la industria, tienes un pitch ante productores que te da mucha visibilidad… Haber pasado por el programa ya de por sí te da un sello que te ayuda mucho”, afirma, sintiéndose sumamente afortunada por todo lo que esta oportunidad le ha brindado. 

 

 

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Más allá de las subvenciones —cuenta con 800.000 euros del Instituto de Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA) y 315.000 euros de Eurimages— que le ha ayudado a recibir, algo a lo que también han contribuido su paso por la Incubadora de la ECAM y el XVIII Premio Julio Alejandro de Guion que otorga la SGAE, las Residencias le han brindado una importante red de contactos en la que ha encontrado a una de las productoras de su película. “Después de la presentación que hicimos hubo interés, pero como decidí que quería dirigir el largo y no sólo limitarme a escribir el guion, lo dejé a un lado y me centré en hacer primero un cortometraje para ganar experiencia. Coescribí ‘Una amiga’ y, cuando terminé, pregunté por un grupo que tenía con mis compañeros qué pasos debía seguir y me escribió Esteban Alenda para decirme que justo estaba buscando un proyecto que financiar”. 

 

Así surgió una relación entre Marta y Solita Films que se ha mantenido en el largometraje. La productora de los hermanos Alenda no sólo apostó por el primer corto de la valdemoreña, que explora la homofobia interiorizada a través de la relación entre dos mujeres de 37 años, sino que también se encuentra detrás de ‘Yo no moriré de amor’ junto a Elástica y Saga Film (Bélgica). “Me gusta mucho su visión de las cosas y cómo trabajan y por eso tenía claro que quería que me acompañasen en la aventura de la película”, señala la directora. 

 

De corto a largo

 

Antes de convertirse en largos, títulos como ‘Saw’, ‘Whiplash’, ‘Madre’ o ‘Sorda’, actualmente en las salas de cine, tuvieron un recorrido como cortos. Es bastante habitual que los directores, sobre todo los noveles, apuesten primero por desarrollar sus ideas en este formato de menor duración, al resultar más barato y requerir de menos medios. 

 

Aunque no fue el caso de ‘Yo no moriré de amor’, Marta sí vio necesario grabar un corto para afrontar la dirección de su primera película. “No tenía trabajos previos y lo necesitaba para ganar seguridad y para que las productoras e instituciones confiasen en mí”, manifiesta la valdemoreña. ‘Una amiga’ (2023) pasó por la sección oficial de la Semana del Cine de Medina del Campo, donde se proyectó por primera vez, y fue seleccionado para el festival Madrid en Corto de la Comunidad de Madrid. 

 

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Con esta aventura en la maleta, que le permitió conocer mejor el sector, Marta se vio preparada para asumir el rodaje de su largometraje autobiográfico y escogió, para ello, Valdemoro. “Le dije al localizador por dónde vivía más o menos y surgió una casa en la calle San Vicente de Paul, dando la casualidad de que era la de mi profesora de párvulos”, comenta la cineasta y actriz, maravillada por “los puntos mágicos” que tiene la vida. “Está en el mismo barrio en el que vivía, por lo que al final el personaje, cuando sale al exterior, camina por los espacios por los que yo pasaba habitualmente”. 

 

El rodaje duró seis semanas en total, desarrollándose en su mayoría en Valdemoro y Madrid, a excepción de una secuencia que se filmó en Valencia. “Dos tercios de la película tienen lugar en la casa de la familia, para la que usamos la vivienda de mi profesora. No hay muchos exteriores del municipio porque mi personaje huye de él al no querer estar cerca de la enfermedad. Sí que aparece la parada de bus y varias calles del barrio en un momento en el que la madre se pierde”, adelanta Marta, a la que el alcalde, David Conde, visitó cuando grababa una de las escenas que tienen lugar en la vía pública.

 

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Un sello personal 

 

Antes de grabar su ópera prima, Marta visualizaba la película como una cinta muy intimista, cercana a obras de directoras españolas como ‘Verano de 1993’, de Carla Simón, ‘Las niñas’, de Pilar Palomero o ‘La hija de un ladrón’, de la que fue su mentora en las Residencias, Belén Funes. En plena etapa de posproducción, cuando aún faltan la música, la corrección del color y el sonido, eso que buscaba está ahí, si bien con un tono propio que recuerda a la directora al sentido del humor de supervivencia que caracteriza al cine nórdico. “Es una situación muy dramática en la que de repente hay una cierta gracia e ironía. La película me ha permitido transitar lo que ocurrió desde otro lugar, reconciliarme con la enfermedad y realizar un análisis constante de mi familia”. 

 

Llevar a la gran pantalla algo tan personal le dio vértigo en un primer momento. Marta temía que escribir el guion y revisitar lo ocurrido una y otra vez al presentar el proyecto, rodarlo y defenderlo pudiese ser algo traumático para ella, pero la realidad es que el dolor desapareció en el momento en el que dejó de ser su historia para convertirse en algo ficcionado. “Cuando peor lo pasé fue al presentarlo en los pitch a los productores porque tenía que explicar mi vinculación personal, pero el rodaje fue muy disfrutón. Sólo me emocioné un poco un día”, declara la valdemoreña, que espera que su película acompañe a los cuidadores precoces que están pasando por una situación similar. “Me gustaría que dé consuelo a esos jóvenes y les genere un sentimiento de alivio similar al que yo experimenté al empezar a escuchar otros casos. Yo tenía a mis hermanas, mis amigos y mi padre, pero aun así me sentía muy sola”. 

 

A esa Marta del pasado la interpreta la debutante Júlia Mascort en ‘Yo no moriré de amor’, una joven que consiguió el papel de Claudia en un casting al que se presentaron 1.500 aspirante sin parecerse en nada físicamente a la de Valdemoro. “Es rubia y yo soy muy morena. Me salió sin quererlo una familia bastante nórdica”, comenta la directora entre risas, añadiendo que al escribir el guion sólo tenía claro quién haría el papel de su madre. “Tenía una intuición muy grande con Sonia Almarcha. Le hice una prueba y no defraudó. Luego a Tomás del Estal, que hace de mi padre, me lo sugirió la directora de casting, María Rodrigo”.

 

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Así se conformó, el pasado verano, la familia de Valdemoro que llegará a los cines a finales de agosto o principios de septiembre. Esa es la ventana en la que, en principio, se estrenará el filme en las salas, antes de estar disponible en plataformas como Movistar Plus+ y Filmin. La intención del equipo es que el largometraje pase el corte de la sección oficial de algún festival internacional de cine como la Berlinale, que el año pasado cerró su plazo de presentación de solicitudes en octubre, más tarde que San Sebastián y Venecia, a los que no creen que les dé tiempo a llegar. 

 

Sobre la posibilidad de conseguir una nominación para el Goya a Mejor Dirección Novel, o de llegar a ganarlo como hizo su compañera de Residencias, Pilar Palomero, Marta prefiere no hablar antes de tiempo y centrarse en disfrutar de todo lo que está viviendo con esta película tan personal cuya existencia le parece un completo milagro. 

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