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Los tesoros de San Martín de la Vega

Raúl Martos Martínez Viernes, 24 de Enero de 2025 Tiempo de lectura:

Los cerros de La Marañosa esconden los vestigios de un pasado del que todavía no se conoce su magnitud exacta.

San Martín de la Vega presume de tener un enclave único en España. El entorno de La Marañosa, ubicado en pleno Parque Regional del Sureste, no es sólo una rica zona natural en la que conviven hasta 120 especies distintas de animales que encuentran alimento en la vegetación ribereña o en su fauna ictícola. El espacio también esconde los vestigios de un pasado del que todavía no se conoce su magnitud exacta, el presente que se desarrolla en las instalaciones del Campus de La Marañosa y un futuro que marcan investigaciones como las del Centro de Vigilancia de Seguridad de Galileo.

 

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En definitiva, una amalgama de tesoros de incalculable valor que nos ayudan a entender cómo se ha construido la España actual a lo largo de la historia.

 

Lo que esconde la tierra

 

Fue en junio de 1980 cuando se empezó a revelar el enorme valor histórico que escondía La Marañosa. La arqueóloga y profesora de la Universidad Complutense de Madrid, Magdalena Barril Vicente, visitó la zona junto al entonces alcalde de San Martín de la Vega, José Luis Vállega, y el archivero municipal, Federico González. Entonces, únicamente se conocían las ventajas que ofrecía el terreno como lugar de defensa y cercanía con los ríos Manzanares y Jarama no habían pasado desapercibidas, tal y como demostraba la existencia de un gran depósito de trozos de cerámica desde la Edad de Hierro hasta la Edad Media.

 

Desde el cerro situado entre el barranco del Toro y los cantiles yesíferos, Barril realizó una prospección visual que reflejó en la memoria de los Anales del Instituto de Estudios Madrileños de 1982. En ella dio algunas de las claves que han revelado las posteriores investigaciones que comenzaron en 2015 a través de un nuevo proyecto de investigación emprendido por la Universidad Complutense. Los últimos descubrimientos se publicaron a finales de 2023 en la revista Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, donde se detalla la importancia de La Marañosa en la época andalusí.

 

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Los resultados son fruto de la combinación de los datos obtenidos de la teledetección con la prospección intensiva y la topografía georreferenciada de las estructuras visibles. Así, a falta de confirmar las hipótesis con excavaciones arqueológicas, se ha comprobado que hubo “dos grandes asentamientos que coincidieron territorialmente y se sucedieron en el tiempo, pero que no llegaron a superponerse físicamente”.

 

De La Marañosa al Albende

 

El primero fue un asentamiento encastillado tardoantiguo de unas 3,5 hectáreas habitado entre los siglos V y VII por campesinos que vivían en departamentos rectangulares hechos de mampostería. Los investigadores creen que podría haber sido “un centro administrativo y redistribuidor de carácter local” que se correspondería con los castillos de primera generación de mediano tamaño nacidos en los inicios del siglo V. Solían construirse en emplazamientos destacados para utilizar sus defensas naturales, y asumían el control administrativo de las zonas alejadas de las ciudades que estaban en riesgo de desvinculación.

 

Los integrantes del estudio coinciden en que “nos encontramos ante un yacimiento de una importancia excepcional para comprender el tránsito del bajo imperio a la tardoantigüedad en el centro de la Península”. Aunque su población no era equiparable a otros centros de poder como las capitalinas Recópolis o Toletum, sí podía compararse en potencia económica porque podía asumir “la importación de una amplia y rica variedad de productos de las más diversas procedencias”.

 

En algún momento el área fue desocupada y, en el siglo X, se convirtió en un asentamiento andalusí estable y de carácter castrense que recibía el nombre de Albende, según detallan fuentes escritas del año 1085. Se trataba de un ‘hisn’, los centros organizativos y defensores que el Emirato de Córdoba creó en la península como defensa militar y que, en este caso, pretendía controlar los pasos naturales desde el norte hacia la ciudad de Toledo. Los investigadores piensan que “como estructura delegada del poder emiral y sometida a la autoridad del gobernador de Guadalajara, capital de esta frontera, es verosímil que estuviera dotada de funciones políticas y recaudadoras, y que articulara el poblamiento rural de la comarca circundante”.

 

Las prospecciones realizadas han encontrado lo que parece un gran edificio, una torre y diversos patios y espacios de tránsito. Todo está pendiente de la confirmación in situ, pero parecen reconocerse “elementos de poder” como una cinta muraria, un alcázar de flanco oriental, depósitos para el almacenamiento de los pagos en especie o infraestructuras religiosas y sociales como una mezquita y baños. A ello, se suma una rica variedad de productos.

 

Lugar de batalla

 

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Siglos después, la especial configuración de terreno de los cerros de La Marañosa siguió teniendo influencia. Es por ello que, de entre todos los municipios que fueron escenario de la Batalla del Jarama, San Martín de la Vega es uno de los que cuenta con los vestigios más importantes de aquella sangrienta lucha. La contienda, que se libró entre el 6 y el 27 de febrero de 1937, fue un enfrentamiento clave de la Guerra Civil Española en el que las fuerzas republicanas intentaron detener sin éxito el avance del ejército franquista hacia la capital.

 

La del Jarama fue la primera gran batalla de la Guerra Civil. Entre los enclaves estratégicos para el devenir del conflicto se encontraba la entonces fábrica militar La Marañosa, el primero de los grandes puntos en los que se guarnecían los republicanos que cayó en manos del ejército franquista. También tuvieron especial relevancia el puente del Pindoque y el puente Viejo ya que eran las dos únicas sendas que permitían a las tropas cruzar el río Jarama.

 

Los restos de batalla son todavía a día de hoy evidentes: en sus búnkeres, fortines y pasadizos subterráneos se pueden encontrar hasta impactos de bala y obús. Algunos de estos lugares no son accesibles debido a la falta de conservación con casos especialmente llamativos como los de los dos puentes, de los que sólo quedan las ruinas.

 

Sus caminos, en cualquier caso, esconden otros tesoros como el palacio de Gózquez de Arriba, construido en el siglo XVI por orden de Felipe II y que actualmente se encuentra en manos privadas.

 

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Referente tecnológico

 

Actualmente, la zona acoge uno de los principales centros de referencia de I+D de nuestro país. Los orígenes del Campus de La Marañosa se remontan hasta el reinado de Alfonso XII quien, como respuesta a las duras derrotas sufridas por el ejército español en el norte de África, decidió poner en marcha un proyecto para la fabricación de armas químicas. El encargo recayó en la firma alemana Zimmerman, que en junio de 1922 inició la construcción de una instalación para la producción de gases de guerra y la carga de bombas en San Martín de la Vega.

 

Su primera denominación fue la de Fábrica de Productos Químicos del Jarama y comenzó a funcionar oficialmente en el mes de febrero del año siguiente. Sin embargo, no llegó a ser realmente efectiva hasta que fue tomada por el bando nacional en enero de 1937 durante la Batalla del Jarama. Desde entonces y hasta el fin de la guerra se estima que allí se produjeron unos 5.000 kg de iperita, el comúnmente conocido como gas mostaza, con la ayuda de técnicos nazis.

 

El relato oficial dice que, con el fin de la contienda, la producción de gases tóxicos se dejó a un lado para centrarse en la fabricación de mecanismos de defensa frente a ellos y de artificios de ocultación. Finalmente, en 2008, el Gobierno decidió integrar todos los centros tecnológicos dependientes de la Dirección General de Armamento y Material en el Instituto Tecnológico de La Marañosa.

 

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Las instalaciones fueron demolidas y se transformaron en el campus que hoy conocemos. El entonces príncipe de Asturias y hoy rey de España, Felipe de Borbón, presidió el acto de inauguración que tuvo lugar el 16 de febrero de 2011. El campus fue posteriormente absorbido por el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial para convertirse en la sede de la Subdirección General de Sistemas Terrestres. Desde 2019 alberga también el Centro de Vigilancia de Seguridad de Galileo, sistema europeo de navegación por satélite (GSMC, por sus siglas en inglés) que pretende competir con el GPS estadounidense.

 

Un pasado recurrente

 

España fue uno de los países que secundaron la Convención sobre Armas Químicas de 1993 para el desmantelamiento y destrucción de todos los arsenales de armas químicas y de sus instalaciones de producción. Sin embargo, hay una duda que no deja de rondar al Campus de La Marañosa: ¿sigue siendo una fábrica de armas químicas?

 

En agosto de ese mismo año, El País publicó un artículo titulado ‘El Ejército posee una planta diseñada para fabricar armas químicas a sólo 14 kilómetros de Madrid’ en el que revelaba que, como parte de la adhesión al acuerdo, el Ministerio de Defensa había reconocido que La Marañosa seguía siendo una “planta productora de armas químicas”. Desmentía así el relato oficial de que la producción de agentes químicos en España se remontaba al final de la Guerra Civil.

 

Desde entonces han sido muchos los actores que, de forma más o menos interesada, han especulado sobre sus verdaderas funciones, siendo uno de los últimos en hacerlo el Centro Delàs de Estudios por la Paz dependiente del Ayuntamiento de Barcelona. Conjeturas que han sido utilizadas recientemente por medios de comunicación prorrusos en su campaña de desinformación contra Occidente.

 

Desde el Ministerio de Defensa garantizan que España no desarrolla ni fabrica “ningún tipo de arma química ni biológica”. Únicamente trabaja en sistemas NBQ (Defensa Nuclear, Radiológica, Biológica y Química) en laboratorios como el de verificación de armas químicas de La Marañosa, uno de los 28 laboratorios designados por la Organización Internacional para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) para el análisis de muestras medioambientales contaminadas con este tipo de compuesto.

 

Por tanto, en San Martín de la Vega sigue habiendo agentes químicos, pero tan sólo están presentes “en concentraciones de partes por millón”. La función de laboratorios como el de La Marañosa, defienden desde el Ministerio de Defensa, es “hacer un mundo más seguro y promover el uso de la química con fines pacíficos”.

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