
Sopla las velas de su veinte cumpleaños un escenario por el que se han paseado artistas de la talla de Ana Belén, Joaquín Sabina o Javier Gutiérrez.
“Los actores son como el vino, a la madurez ganan…”, dijo una vez el conocido intérprete y director Francisco Rabal (1926-2001) describiendo a su vez lo que sería la vida del teatro que, desde su inauguración en abril de 2003, lleva su nombre en Pinto. Las instalaciones municipales construidas durante el gobierno del socialista Antonio Fernández han soplado este año las velas de su veinte cumpleaños con la satisfacción de contar con unos medios técnicos y una programación que despiertan la envidia de los municipios del entorno.
En las dos décadas que han transcurrido desde que el Teatro Francisco Rabal acogiese sus primeras representaciones, por el escenario pinteño han pasado intérpretes de la talla de Lolita Flores, Pablo Carbonell, Javier Gutiérrez, Ana Belén, Pepón Nieto o Carlos Hipólito. Un plantel de estrellas que, desde el mes de abril, recibe en el hall de entrada a los espectadores ávidos de disfrutar de un espectáculo teatral. “Se ha intentado hacer un pequeño paseo de la fama, pero resulta imposible resumir una programación de veinte años. Sobre todo, cuando está a la altura de la de cualquier capital de provincia”, explica desde una de las estancias del edificio el técnico de Artes Escénicas, Daniel Martínez (1971), responsable de decidir cada año qué funciones integrarán la temporada teatral de la localidad.
Si bien cuadrar las visitas de las diferentes compañías, las actuaciones de los grupos locales y los fines de curso no es de por sí una tarea sencilla, la complejidad aumenta al añadir a la fórmula la concepción del Francisco Rabal como un lugar idóneo para que los artistas realicen todos los preparativos previos al inicio de una gran gira. “El año pasado estuvieron aquí Sabina y Serrat. Alquilaron el teatro unos diez días para probar todo lo que es el sonido y la iluminación antes de irse a Latinoamérica”, señala el técnico de sonido del teatro, Carlos Ponce (1980), consciente de que ambos cantantes eligieron Pinto por las características diferenciales de su caja escénica. “En el Teatro Federico García Lorca de Getafe, por ejemplo, no podrían hacerlo”.
Desde octubre de 2018, el teatro pinteño es el lugar predilecto de la compañía de danza internacional Sharon Fridman. Sobre sus tablas, el coreógrafo israelí galardonado con dos Premios Max de las Artes Escénicas prepara obras de creación propia como “Dosis de paraíso”, en las que participa la bailarina Melania Olcina, Premio Nacional de Danza 2023. “Que una compañía tan reconocida tenga su residencia en Pinto ha llevado el nombre del teatro y del municipio más allá de la Comunidad de Madrid e incluso de España”, afirma Martínez, orgulloso de poder contar en las instalaciones con una entidad con proyección internacional.
El nuevo papel del CMC
Antes de que el Teatro Francisco Rabal abriese sus puertas por primera vez tras finalizar unas obras de construcción que duraron poco más de un año y costaron 735 millones de las antiguas pesetas —unos 4,5 millones de euros—, en Pinto las representaciones tenían como escenario el Centro Municipal de Cultura (CMC). El Taller de Teatro de Pinto fue una de las asociaciones que vivió en primera persona el cambio. “Veníamos de un lugar reducido, sin apenas medios técnicos. Había cuatro focos y poco más”, explica Tina Rojas, una de las actrices que forma parte del grupo desde sus inicios y que se encontraba residiendo en Chile justo cuando sus compañeros empezaron a ensayar para su puesta de largo en las nuevas instalaciones.
Su primera obra en el teatro de la calle Alpujarras fue “Tócala otra vez, Sam” (2004), una escenificación del texto de Woody Allen que ZIGZAG calificó de “éxito” en su momento: “Nadie o casi nadie esperaba un nivel tan alto para un grupo de teatro aficionado” (nº157). Después vino “Gorditas” (2005), como representación fuera de concurso del que fue el I Certamen Nacional de Teatro en el Francisco Rabal, y “Artaud, Rien de Rien” (2006) de Ozkar Galán, ganador del I Certamen de Textos Teatrales Villa de Pinto. Y el resto, hasta el estreno de sus dos últimos espectáculos —el homenaje a Rosario Acuña, “Ráfagas de huracán” (2023), y el recuerdo a las víctimas de la Desbandá, “1937, de Málaga a Almería” (2022)— es historia.
“Siempre estrenamos en Pinto, por lo que al final actuar ante nuestros vecinos viene acompañado de los nervios de que sea la primera vez en escena. Al final estás pendiente de que no haya una equivocación, de las posibles sorpresas… La confianza se va ganando a medida que vas haciendo funciones”, continúa Rojas, aclarando que jugar en casa no significa hacerlo sobre seguro. “La responsabilidad es muy grande y queremos que todo salga a la perfección”.
Y para que eso sea así, solicitan poder contar con una sala de ensayo o con un espacio para hacer otro tipo de teatro más pequeño en el municipio, demanda a la que el Ayuntamiento pretende dar respuesta con el regreso del Centro Municipal de Cultura (CMC) al panorama teatral pinteño. Tras su recepción el lunes 9 de octubre, el edificio se presenta como una oportunidad para acoger actuaciones y representaciones de menor calado. “Es un proyecto que llevábamos en el programa electoral. Queremos tener una sala diáfana, con un aforo de unas 200 personas, para poder ofrecérselo a asociaciones, casas regionales, o al propio Taller de Teatro. El Francisco Rabal se quedaría como el teatro para las compañías, o los finales de curso en los que siempre esperamos un lleno”, explica el concejal de Ciudad y Cultura, Fran Pérez (1964), puntualizando que la adecuación del espacio no se podrá encargar hasta que no se aprueben los presupuestos de 2024.
“Necesitamos tener consignada la partida e iniciar un procedimiento. La idea es que, a lo largo del año que viene se pueda plantear la mejora del espacio y que ciertas zonas del CMC se lleguen a abrir. El teatro llevará más tiempo porque la obra no es sólo de chapa y pintura”, detalla el edil, contando en este asunto con el respaldo de su compañera Teresa Buitrago (1966), coordinadora del área de Cultura.
Modernizarse o morir
El Teatro Francisco Rabal ha experimentado varias mejoras desde su fundación que han posibilitado que se haya ido adaptando a los tiempos y que, pese al paso de los años, continúe siendo atractivo para las compañías nacionales. Las más importantes para Ponce, que lleva trabajando en las instalaciones desde el año 2007, han sido el cambio de toda la cámara negra — el telar del teatro—, la adquisición de un elevador tipo Genie y la compra de un proyector, una herramienta muy demandada por los colegios y las academias para las fotografías de los fines de curso.
A esta lista, Martínez añade el proyecto para renovar la iluminación culminado el pasado mes de enero, que supuso la incorporación de nuevos sistemas con tecnología LED. “Es un gran ahorro, porque tenemos unos 80.000 vatios funcionando 8 horas al día. Y ya no es sólo eso, sino también las posibilidades que ofrecen los nuevos focos frente a los convencionales: cambian de color, de intensidad…”, concreta el técnico de Artes Escénicas, encumbrando unas obras que contaron con una subvención de 176.703 euros de los fondos europeos.
Uno de los únicos detalles que se ha mantenido a lo largo de los años ha sido el número de butacas, 490 distribuidas en 19 filas. Su aumento, que podría haberse justificado por los 20.000 habitantes que Pinto ha ganado desde 2003, implicaría una obra de carácter estructural que el actual concejal de Cultura califica como “palabras mayores”.
Salvo excepciones, el coste de las entradas tampoco ha variado desde las primeras representaciones al encontrarse regulado por la ordenanza municipal del precio público por prestación de los servicios de cultura, cuya última modificación data de julio de 2004. Tal y como consta en el texto publicado en la web del Ayuntamiento, el acceso a los espectáculos dirigidos al público adulto costará 6 euros y contará con una tarifa reducida a 3 euros para niños y mayores de 65 años. “De los municipios que yo conozco es el que tiene las entradas más baratas”, apunta Ponce, cuya empresa también se encuentra detrás de los servicios técnicos de los teatros de Getafe, Arganda del Rey, Coslada y Parla.
La programación
En sus inicios, era un cargo de confianza designado por el gobierno de turno el que se encargaba de la programación del teatro. El cambio se produjo durante la legislatura de 2015-2019, cuando Ganemos Pinto tomó la decisión de que fuese un técnico, al margen de las siglas que rigiesen en la localidad, el que decidiese las representaciones a ofertar en el Francisco Rabal, adaptándose a la inversión destinada a este propósito en cada momento.
“Es cierto que independientemente del dinero siempre se ha programado teatro de calidad, pero es más cómodo contar con presupuesto a la hora de trabajar”, afirma Martínez, que trabaja con gran antelación para poder traer a Pinto obras con un elenco tan reconocido como el de “Los santos inocentes” o el de “Las guerras de nuestros antepasados”, que ha colgado el cartel de entradas agotadas para su puesta en escena el próximo 28 de octubre.
Buitrago, actual coordinadora del área de Cultura, rememora en este punto los malabares que tuvo que hacer en la última legislatura del Partido Popular (2011-2015) para asegurar la continuidad del teatro en el municipio. “He vivido lo que es tener dinero y lo que no. Y es que no hay color. Llegué a hacer tareas de acomodación, porque en ese momento el pliego sólo cubría los servicios técnicos”, recuerda sobre una época en la que también caminó de la mano amiga de Fran Pérez. “Llegamos a tener que subir los precios de las entradas porque el Ayuntamiento no tenía dinero para pagar a las compañías. Ellas venían a riesgo y ventura —dependían de las ventas en taquilla— y nosotros sólo corríamos con el salario de los técnicos”, detalla el concejal.
A día de hoy, la programación se nutre de las obras que componen la Red de Teatros de la Comunidad de Madrid —anualmente, unas 8 como máximo con descuento y unas 10/12 cuyo coste es asumido al cien por cien por el Ayuntamiento—, de las actuaciones acordadas con las agrupaciones locales al inicio de la temporada y de los espectáculos que Martínez y su equipo deciden traer a Pinto, tras disfrutar de ellos en sus excursiones semanales a otros teatros de Madrid. “Hay compañías muy demandadas en toda España con las que necesitas hablar al menos con un año de antelación, porque si no es imposible que vengan. Muchas de ellas nos han enviado correos electrónicos tras su bolo en Pinto agradeciendo el buen trabajo de los técnicos”, señala el responsable.
En fechas especiales, como el Día de la Mujer, son otras concejalías las que toman la batuta y deciden qué programar, contando para ello con la orientación de los técnicos del área de Cultura.
Poner todo a punto para que nada falle
Un técnico de sonido, un técnico de iluminación y un tramoyista. Esa es la fórmula secreta que funciona en Pinto para poner a punto el Teatro Francisco Rabal antes de cada espectáculo. “Solemos ser tres trabajadores y a veces contamos con personal de carga y descarga que nos ayuda cuando hay algo un poco más importante, o hay compañías potentes que lo demandan. El día de la función lo normal es que haya dos acomodadores, uno por puerta”, detalla Ponce, responsable de que todo suene a la perfección en las instalaciones.
“Nosotros entramos primero como servicios auxiliares. Al tiempo ya empezamos a cumplir con los servicios técnicos al ganar la licitación que se saca cada cuatro años. Después perdimos, me subcontrató la nueva adjudicataria y volvimos a ganar en el nuevo concurso”, explica el trabajador de Áncora Servicios Culturales, empresa con la que el Ayuntamiento firmó el contrato que se encuentra actualmente en vigor y finaliza a mediados del próximo año. “Nos presentaremos y esperamos correr la misma suerte”.
Los números no siempre han sido los mismos. De la abundancia de los primeros años, con cuatro acomodadores, un encargado del guardarropa, cinco técnicos… se pasó a una escasez prácticamente absoluta en las legislaturas marcadas por una deuda económica del Consistorio que llegó a superar los 50 millones de euros. “Ahora estamos en el punto de confort razonable para que los que trabajamos aquí podamos desempeñar bien nuestra labor y se asegure la seguridad de los espectadores”, sentencia.
¿Y cómo funciona todo el engranaje previo al día de la representación? “Las compañías nos mandan toda la documentación técnica con antelación y nos dicen lo que necesitan. Nos vamos llamando y les decimos si podemos darles todo lo que quieren, o si tienen que renunciar a algo. También cerramos cuándo hay que empezar a montar, porque hay obras que necesitan más de una jornada”, relata un trabajador que lleva más de quince años vinculado al teatro pinteño. “Cuando llegan aquí ya sabe todo el mundo lo que tiene que hacer y el escenario se adapta a lo planeado, cambiando. El teatro se transforma totalmente de un día para otro”.
Es en todas estas pequeñas cuestiones relacionadas con las necesidades de montaje y de desmontaje de las obras en las que hay que pensar a la hora de crear una programación, pues, como explica Martínez, “no todo es decir quiero traer esta obra, sino que hay que darle una vuelta también a cómo va a quedar el teatro al día siguiente y asegurar que los espectáculos son compatibles entre sí”.
El descanso y la tranquilidad para los trabajadores del Teatro Francisco Rabal llega cuando entran en escena los técnicos que trae cada compañía, encargados de controlar el sonido y la iluminación a lo largo de la función. “Son los que conocen la obra, saben cuándo entra o sale un actor… Pero nada saldría adelante sin la colaboración previa, porque ellos llegan a una casa en la que no saben dónde está la luz o cómo funcionan los focos. Cada teatro es un mundo”, sentencia el técnico de Artes Escénicas, antes de abandonar la escena y bajar el telón de un reportaje que celebra veinte años entre bambalinas.
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