Mucho talento, poco talante
Desde que el lavadero municipal se utilizaba para lo que su propio nombre indica, las buenas noticias son las que menos interesan, y centramos nuestra atención en aquello que, a fuer de punzante, es buena materia para el chascarrillo, el chiste y la maledicencia.
El caso es que en nuestra querida ciudad y villa de Valdemoro suceden cosas que deberían llenarnos de sano orgullo y dibujar una sonrisa en nuestras caras. Y no, no nos referimos al desempeño de nuestros munícipes, que en eso nunca llueve a gusto de todos y lo que a unos agrada, a otros enfada.
Hablo de las notas, las notazas que han sacado nuestros estudiantes en la Prueba de Acceso a la Universidad; son para hacerles la ola, un partido de homenaje o darles una beca que les ayude a desarrollar sus demostradas capacidades. Enhorabuena a Joel Martín y a todos los chicos del Neil, el Villa, el Lagomar, el Hélicon... Los primeros, los públicos, con mayor mérito, si cabe, a causa de las dificultades que supone estudiar en unas condiciones en las que poco o nada se invierte. Si esto sale así, imaginemos qué sería si nuestros coles e institutos tuvieran algo más que aulas y pupitres.
Lo mismo podemos decir de nuestros deportistas, que llevan el nombre de Valdemoro por los podios de toda España, a pesar del catastrófico estado de nuestras instalaciones: desde el tenis de mesa, al triatlón, pasando por el lanzamiento de jabalina. El nombre de nuestra ciudad se pasea triunfante por los estadios y campos deportivos de toda España, a pesar de que los propios están como los de Chernóbil.
Hablando del lavadero: resulta que han reaparecido, a raíz de unas obras, las viejas cuevas que recorrían el subsuelo en la calle Alarcón y alrededores. Una memoria sepultada bajo nuevas edificaciones que merecería un estudio detallado y un espacio de recuerdo para que los vecinos recuperemos algo de nuestra olvidada identidad.
Decía Richter que “el recuerdo es el único paraíso del que no podemos ser expulsados”, aunque no podía predecir el efecto de las excavadoras entrando en juego y arrasando con todo a su paso, como parece que va a ocurrir con el paraje de la Ermita de Santiago, con sus ruinas romanas y una necrópolis, aún sin excavar, aunque documentada, pero en riesgo de desaparecer ante el avance del hormigón y un malentendido progreso.
Demostrado que talento tenemos para dar y tomar, falta por acreditar también algo de talante para “recuperar Valdemoro” sin destruir el legado de nuestros predecesores y avanzar en eso que llaman “la quinta generación de derechos humanos” sin dejar a nadie atrás. Ni siquiera para poder ir a la piscina, ustedes ya saben.
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