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HISTORIA DE LA PRENSA DE PINTO

El primer altavoz del sur de Madrid: La Crónica de los Carabancheles

Agustín Alfaya Viernes, 11 de Abril de 2025 Tiempo de lectura:
Primer número de La Crónica de Los Carabancheles.Primer número de La Crónica de Los Carabancheles.

Es el tercer periódico, en orden cronológico, que surgió en el Madrid meridional, tras los periódicos pinteños El Tío Claridades y La Voz de la Verdad. Publicó 36 números desde el 18 de julio de 1897 hasta el 5 de julio de 1898.

Tras los periódicos pinteños El Tío Claridades y La Voz de la Verdad, el tercero en orden cronológico del Madrid meridional fue La Crónica de los Carabancheles, que publicó 36 números en el año que duró su existencia, desde el 18 de julio de 1897 hasta el 5 de julio de 1898. Felizmente se conserva digitalizada la colección completa en el Museo Virtual de Getafe, al que se puede acceder a través de este enlace.  

 

La Crónica se autodefinía en su cabecera como “periódico defensor de los intereses morales y materiales de estos pueblos y los del partido de Getafe”, demarcación1 a la que entonces pertenecían Pinto y otros 22 municipios del sur de la provincia de Madrid. Fue el primer periódico que abarcó todo el ámbito comarcal del sur de Madrid.

 

Constaba de cuatro páginas tamaño berlinés, impresas a un color, y se componía a cuatro columnas con texto corrido, sin ilustraciones. Su periodicidad fue decenal, salía los días 5, 15 y 25 de cada mes, lo que cumplió a lo largo del año de vida del periódico sin faltar una sola fecha.

 

El periódico se distribuía por suscripción a las clases dirigentes del distrito, que era para las que estaba concebido. La propia publicación se encarga de recordarlo: ”nuestro periódico lo reciben todas las autoridades y personas importantes del distrito” (nº 27) o “son habituales lectores de La Crónica la generalidad de los hombres de importancia y significación política del distrito de Getafe” (nº 32). Por tanto, desde el punto de vista cualitativo su penetración en el distrito era relevante.

 

La redacción estaba formada por un maduro director, José Garcés y Tormos2 y varios jóvenes, Gregorio Martínez Sierra, José Ruiz-Castillo o José Serred Mestre, que años más tarde destacarán en el mundo editor y literario.

 

A estos colaboradores se refiere el primer editorial de La Crónica: “Nuestra redacción está formada por jóvenes, muchos de ellos hijos no emancipados de la tutela paternal”, así como el último, además de aludir en este caso al propio José Garcés, que anuncia con tristeza en ese editorial el fin del periódico: “La Crónica se dispone a morir (…), unos cuantos jóvenes engañados, un viejo que nunca se desengañará y un puñado de pesetas al servicio del diablo”.

 

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Pero no fue el diablo quien acabó con la vida del periódico, sino los muchos impagos de los suscriptores que hicieron inviable económicamente la publicación. La Crónica, como la mayoría de los noticieros de la época, se financiaba con la venta de ejemplares por suscripción, que era la principal fuente de financiación, e inserción de anuncios publicitarios. Pero ninguna de las dos fuentes de ingresos tuvo éxito como para prolongar la vida del periódico.

 

Fines de la publicación

 

Con el título de “Nuestros propósitos”, La Crónica de los Carabancheles explicita en su primer editorial los fines de la publicación: “La política queda en absoluto proscrita de nuestras columna (…) queremos hacer la crónica de cada uno de nuestros pueblos (…), describir sus alegrías y pesares por la pérdida de sus hijos más ilustres; sus sinsabores por los insoportables impuestos del fisco; sus afanes por una honrada administración municipal y provincial, las mejoras en sus calles y plazas que pueden realizarse…”. Pero La Crónica apenas podrá cumplir tan ambiciosos propósitos.

 

En cuanto a la proscripción de la política de sus páginas, es clamorosa su alineación con el diputado del distrito y ministro de Hacienda, Enrique López de Puigcerver, del Partido Liberal, a quien se le dedican loas, contradiciendo flagrantemente el proclamado apoliticismo.

 

Aunque fue un avance importante en el desierto informativo del distrito, el periódico no llegó a tener recursos suficientes para llevar a la práctica sus interesantes propuestas, ni publicó las anunciadas entrevistas a “personas significadas de estos pueblos” y mucho menos grabado alguno de ningún personaje.

 

En cuanto a Pinto, la contribución mayor de La Crónica, aparte de diversas noticias sobre el municipio, fue dar cuenta de la existencia del otro periódico del distrito, La Voz de la Verdad, del que fue contemporáneo y con el que compartió intereses políticos y de clase.

 

La pérdida de las últimas colonias vista desde el sur de Madrid

 

La Crónica dividía los contenidos en secciones: local, provincial, regional, general, historia, literatura, espectáculos y pasatiempos.

 

Mención aparte merece la sección Nacional, que inicia a finales de 1897, cuando las noticias que llegaban de la guerra de Cuba eran cada vez más preocupantes. La intervención de EE.UU, potencia imperialista y depredadora emergente, supuso la derrota total de España. Las consecuencias de esta derrota sumieron a una gran parte del país en un estado de desencanto y frustración. Significó la destrucción del mito imperial en un momento en que las potencias europeas estaban configurando, mediante invasión e incautación, enormes imperios coloniales en África y Asia y supuso la relegación de España a un papel secundario en el contexto internacional.

 

¿Y cómo vivió el ‘noventayocho’ La Crónica?

 

Pues al igual que la generalidad de la prensa, que creo falsas expectativas y mitos sobre la superioridad cultural y militar española sobre los yanquis, La Crónica, que patrocinaba la recaudación de fondos para “la adquisición del buque de guerra que se ha de regalar a nuestra brillante Marina española”, calificaba a los estadounidenses de “cerdosa raza de mercaderes” y abogaba por “la guerra como indispensable para lavar con sangre nuestra bandera y sacar incólume nuestra soberanía”, llegando al extremo —o más bien desvarío— de defender “la honra de España antes que todo, que barcos, que hombres”.

 

En números sucesivos, La Crónica irá relatando a su manera patriotera, pero con evidente desmoralización y abatimiento, las noticias desfavorables que llegan de Cuba y Filipinas hasta que deja de publicarse el 5 de julio de 1898.

 

Pinto en La Crónica

 

Mientras fueron habituales las noticias de pueblos como Valdemoro, que firmaba Roque Fort; San Martín de la Vega, que firmaba Ramón Arias (al principio con el pseudónimo de Rarnol o doctor Rarnol, que era además alcalde del municipio); Getafe, que las firmaba la redacción (a veces el propio director, José Garcés); o Leganés; las noticias sobre Pinto aparecieron en menos de la mitad de los 36 números de vida de La Crónica. Concretamente en los números 5, 11, 12, 21 a 27, 29, 31, 32, 34 y 36.

 

Como ya hemos comentado en el capítulo dedicado a La Voz de la Verdad, gracias a La Crónica podemos conocer algunas informaciones del periódico pinteño, así que aquí damos por reproducido lo ya reseñado allí.

 

La primera noticia sobre Pinto en La Crónica sale en el nº 5 (25/08/1897). Es una pacata reseña sobre las fiestas en honor de la patrona, Virgen de la Asunción. Según el redactor anónimo, las celebraciones destacadas fueron “la velada del día 14 en la Plaza de Jaime Méric, amenizada por la banda de música” y “el principal atractivo de la fiesta (el subrayado es nuestro), la hermosa oración sagrada pronunciada por el joven escolapín de Getafe, Padre Antonio García”. ¡Pues vaya fiestorro!

 

Dos meses después (05/11/1897 y 15/11/1897), se publican varias noticias que, por un lado, nos muestran la importante labor social de D. Eduardo Méric, quien “al tener conocimiento de que las escuelas de aquel pueblo estaban en estado de ruina, mandó una solicitud a aquel Ayuntamiento, pidiendo se le autorizara para proceder inmediatamente a su restauración con cargo a la casa que representa”; por otro lado, critican al equipo de gobierno del Ayuntamiento del que “más vale no hablar” porque “es un absolutismo completo”.

 

También publicaba en noviembre de 1897 que “han dado comienzo las obras para traer la luz eléctrica desde Getafe”, pero “no la veremos lucir en nuestras calles en el mes de noviembre como aseguró el alcalde en la reunión que convocó y a la que acudieron todos los primeros contribuyentes y comerciantes”. La luz eléctrica se inauguraría en Pinto 15 meses después, el 19 de febrero de 1899, gracias a que fue costeada y generosamente sostenida por la Compañía Colonial.

 

En febrero del 98 se critica nuevamente al alcalde Estanislao Pérez, “inventor con privilegio de un sistema muy curioso de hacer elecciones”, en este caso por “perseguir” a la Unión Médica. Esta sociedad, formada “con la cooperación de todos los principales elementos de vida con que cuenta Pinto (entre ellos el mismo Ayuntamiento) y presidida por Federico Rubín de Celis, tiene por objeto que por una cuota insignificante estén debidamente asistidos en sus enfermedades los pobres y sus familias”, explica La Crónica. Y añade: “porque al alcalde se le ha puesto en las narices trata de formar otra sociedad enfrente de ésta cuyo nombre no conocemos, pero sospechamos que será una cosa parecida a ‘Desunión Médico-Municipal’ o ‘Quién compra un lío’”. El redactor anónimo de la noticia concluye dando los nombres de los dos médicos con que contaba la Unión Médica, José Raso y José Irañeta, “personas queridísimas en la localidad y que tienen dadas muchas pruebas de sus grandes conocimientos”.

 

Otras noticias en La Crónica son el paso por Pinto de la carrera ciclista Madrid-Cádiz el 18 de febrero de 1898,  una queja al gobernador provincial pidiendo que se envíen eucaliptos para plantar o el intento de suicido del vecino Agustín Lorenzo Lozano, quien “se disparó un tiro siendo su estado muy grave”...

 

Mención aparte merecen las crónicas referidas a las subsistencias3, en especial a un amago de motín popular por el incremento del precio del pan. La conflictividad entre distintos bandos que defendían sus intereses económicos y políticos se acrecentó, hasta el punto de ser considerado el municipio más conflictivo del distrito. O al menos eso dejaba traslucir la redacción de La Crónica que, ante la duda de publicar un escrito enviado por un suscriptor de Pinto, justificaban esta duda de la siguiente manera: “Conocedores de cómo se las gastan en aquel pueblo, y ante el temor de que nosotros viniéramos a aumentar las diferencias que por desgracia existen entre sus moradores, resueltos estábamos a no publicar” una carta de un suscriptor sobre el problema de las subsistencias.

 

La carta en cuestión alaba al Ayuntamiento de Getafe por subastar el “arbitrio de consumos (…) y el arbitrio de pesas y medidas”, pidiendo a Pinto que “imite la conducta de Getafe” pues “en este asunto se juega el pueblo de Pinto de ocho a diez mil pesetas, cantidad bastante para remediar muchas necesidades”.

 

Pero el asunto de las subsistencias se encona, debido a una subida del precio del pan, lo que provoca un conato de motín en el pueblo entre los pudientes que tienen intereses enfrentados. “Con el fin de conjurar el conflicto” el alcalde convoca una reunión con todas las partes para llegar a una solución, pero “los fabricantes dicen que darán el pan y peso en las condiciones anteriores si se les cede las dos terceras partes del derecho de consumo y se les abona 2.500 pesetas por las pérdidas que se les ocasionaba”. El alcalde responde que el Ayuntamiento no tenía fondos para eso y los fabricantes proponen como solución para tenerlos que “se suspenda la contratación de empleados de consumos, en la secretaría del Ayuntamiento y en otras dependencias”. El redactor anónimo de estas noticias de La Crónica deja ver con claridad su alineación con la postura caciquil de los fabricantes y su oposición al alcalde, quien también representa otros intereses caciquiles, hasta el punto de pedir en el artículo la “renovación total del Ayuntamiento, porque ¿qué confianza van a merecer de sus administrados cuando éstos saben que la mitad son hijos de un pucherazo y la otra mitad del acaso?”.

 

En el último número de La Crónica, la redacción dirá “si no hay verdadero propósito de enmienda en los que aspiran a mandar y en los que son mandados, todo empeño de paz será inútil y Pinto seguirá entregado a la discordia y enemistad que entre los pudientes reina”. Pero los únicos verdaderos perdedores eran los de siempre: el pueblo más humilde, es decir, la enorme mayoría de vecinos.    

 

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(1). En 1897 el distrito judicial de Getafe, que se había creado en 1834, comprendía los 23 municipios siguientes: Alcorcón, Batres, Carabanchel Alto, Carabanchel Bajo, Casarrubelos, Ciempozuelos, Cubas, Fuenlabrada, Getafe, Griñón, Humanes, Leganés, Moraleja de Enmedio, Móstoles, Parla, Pinto, San Martín de la Vega, Serranillos, Titulcia, Torrejón de la Calzada, Torrejón de Velasco, Valdemoro y Villaverde.

 

(2). José Garcés y Tormos, hijo de un cirujano valenciano, nació en Albarat dels Sorells hacia 1845 y, siguiendo los pasos profesionales de su padre, se licenció como médico en la Universidad de Valencia en 1870. Apasionado por el periodismo tanto como por la medicina, dirigió La Asociación (1883-1891), primera revista científica publicada en la provincia de Teruel, a donde se había trasladado para trabajar como médico rural. Posteriormente fijó su residencia en Madrid, donde ejerció en el Asilo de Inválidos de Carabanchel y fue jefe clínico de la Beneficencia provincial. En Carabanchel crea el periódico Crónica de los Carabancheles (1897-1898). Fue también corresponsal durante 21 años del prestigioso periódico madrileño El Liberal, el más seguido por las clases populares madrileñas. Falleció en Madrid el 6 de abril de 1914.

 

(3). Los motines de subsistencias o motines del pan eran formas de protestas populares en demanda del abastecimiento de alimentos básicos (fundamentalmente pan) a un precio asequible. Estos motines eran la respuesta popular a la ‘crisis de subsistencias’, que producía hambrunas debido a la escasez de alimentos básicos en periodos de malas cosechas. Estas hambrunas producían a su vez sus propias consecuencias: por un lado, desnutrición, enfermedades, mortalidad por encima de la ordinaria, ya muy elevada; y, por otro lado, descontento y estallidos sociales.

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