Birdlife
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José Luis Gutierrez

Veronika

Miércoles, 29 de Octubre de 2014 Tiempo de lectura:

Desde que la conocí, en noviembre de 2005, durante la segunda edición de nuestro proyecto en Matruchhaya, he sentido un cariño especial por Veronika. Aunque intento siempre ser afectuoso con todos los niños por igual, procurando que no perciban favoritismos ni diferencias de trato, son tan distintos entre sí, que es imposible quererles a todos por igual.

Entonces Veronika tenía sólo cinco años y parecía una criatura absolutamente desvalida. No hacía mucho que su madre la había entregado al orfanato al sentirse incapaz de cuidar de ella, porque el fallecimiento de su marido la obligaba a trabajar duramente, acarreando materiales de construcción para distintas obras, tarea incompatible con el cuidado de la niña.

Aquellos días, Veronika acababa de ser devuelta al orfanato desde el centro de educación especial que la misma congregación que regenta Matruchhaya tiene en Ahmedabad, a donde había sido enviada pensando que podría tener alguna discapacidad mental. Allí apreciaron en ella cierto retraso en el aprendizaje, probablemente debido a la falta de estímulos, pero les pareció que tenía una inteligencia normal.

[Img #9611]Veronika entonces, además de asustada por desconocimiento del lugar y de las personas que en ese momento lo habitábamos, parecía sumamente frágil. Nueve años después, la fragilidad, derivada de su extrema delgadez y de sus graves problemas de visión, sigue siendo la característica que mejor define su apariencia. Cuando la veo moverse, tengo la impresión de que en cualquier momento se puede caer o quebrar. Aunque su torpeza no me parece tal, cuando tengo en cuenta que ya es prácticamente ciega. La primera vez que la vi tenía un ojo muy inflamado. Una especie de tumor, que parecía crecer cada día, en poco tiempo la dejó ciega de ese ojo. Muy pronto apareció el mismo problema en el ojo sano, haciéndole perder progresivamente la visión también de ése. Según me dice, ahora sólo distingue algunas luces intensas, pero no es capaz de diferenciar formas ni colores.

Aquel primer año de estancia en Matruchhaya, tras ser devuelta del centro de educación especial de Ahmedabad, Veronika fue escolarizada en la misma escuela católica a la que diariamente asisten la mayoría de los internos del orfanato, a algo menos de un kilómetro del hospicio, pero su rendimiento fue muy bajo. Finalmente comprendieron que sus crecientes problemas de visión la estaban impidiendo seguir las clases con normalidad. A partir del curso siguiente, cuando todavía conservaba un 20% de visión en uno de sus ojos, la ingresaron en un colegio para ciegos en Ahmedabad, donde empezó a recibir educación en Braille, pero a la vez aquello significó que únicamente regresaría a Matruchhaya en los períodos vacacionales.

[Img #9612]A pesar de sus más que notables problemas de visión, durante los últimos años Veronika se ha sumado con entusiasmo a todas nuestras actividades. Eso es algo que siempre me ha sorprendido y me ha causado enorme admiración, porque parece que nunca se acobarda ni se siente frustrada por sus enormes dificultades ante actividades como pintar, bailar o ir al cine para ver una película. En ocasiones la he visto tratando de dibujar, acercando de tal manera su ojo a la superficie de representación, que rozaba con sus pestañas el papel. Ahora ya ni siquiera así sería posible su participación en ese tipo de tareas plásticas, pese a lo cual, estoy seguro de que si se lo pidiésemos, lo intentaría, aunque sólo fuera para trazar líneas o dar brochazos a ciegas, porque Veronika, siempre amable y obediente, trataría de complacernos.

A sus 14 años de edad, tiene un nivel de inglés mejor que el de la mayoría de los internos de Matruchhaya, pero no es suficiente para poder conversar con ella con cierta profundidad, por eso estoy aprovechando la participación de Chandrika en el proyecto, como ya lo hiciera otros años con Roshní, para saber algo más de sus necesidades e inquietudes.

–¿Con cuál de nuestras actividades disfrutas más? –quise saber yo para, en la medida de lo posible, tratar de tener en cuenta sus preferencias.
–Me gustan todas –respondió ella con su dulzura habitual.– Me gusta la visita al cine que hacemos todos los años. También disfruto con la excursión, pero lo que más me divierte es bailar.

Ayer recordé que el año pasado, como en anteriores ocasiones, cuando finalizaron las vacaciones del Diwali la acompañamos a su escuela especial con internado para niñas invidentes en Ahmedabad. Veronika lloró con mucha amargura, como si en lugar de a la escuela la estuviésemos trasladando de vuelta a una terrible prisión. Me dijo entonces que no le gustaba ese lugar. Yo le expliqué que a nadie le apetece regresar a la rutina académica después de unas divertidas vacaciones, como las que habíamos pasado. Mis palabras no le consolaron y me reiteró que ese centro educativo no era de su agrado, algo extraño en ella, que me parece que es una niña alegre, sumisa y conformista.

–¿Qué tal te sientes ahora en tu escuela? –le pregunté ayer al acordarme del berrinche del año pasado.
–No me gusta –dijo ella secamente con gesto serio.
–Algunas profesoras no nos tratan bien, y la alimentación no es buena. Nos dan sólo dos comidas al día, malas y escasas –añadió Veronika al pedirle más explicaciones.
–Debes trasladar estas quejas a la nueva directora de Matruchhaya o, si lo prefieres, puedo explicárselo yo –le dije sin poder esperar su respuesta, porque en ese momento anunciaron que era la hora de las oraciones de los niños previas a la cena.

Aunque no tengo solución para ninguno de los problemas de Veronika, desde que tuve esa fugaz conversación no he podido dejar de pensar en sus difíciles circunstancias. Entonces he recordado que en más de una ocasión, cuando Veronika ha tenido conocimiento de alguna adopción en Matruchhaya, me ha preguntado si también ella podría algún día ir a vivir a España con alguna familia, como si eso dependiese de mí. Esa pregunta, para la que yo nunca tengo respuesta, me rompe siempre el corazón.
 
Matruchhaya, a 26 de octubre de 2014.
José Luis Gutiérrez

José Luis Gutiérrez Muñoz es Profesor Titular del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Residente en Pinto, es el promotor de una labor humanitaria, desde 2004, en orfanatos de India, Nepal y Ecuador. Ha publicado dos libros sobre sus experiencias, "De sol y de luna", en el que relata la adopción de sus dos hijas, y "La balsa de Quingue", relatos sobre la vida de los niños y niñas de estos orfanatos. Este año publicó su primera novela "Por amor al arte".


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