Birdlife
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José Luis Gutierrez

Chandrika

Martes, 28 de Octubre de 2014 Tiempo de lectura:

Puede que la mejor manera de superar el dolor por la despedida de los niños de Bal Mandir sea iniciar inmediatamente un nuevo proyecto con los menores de Matruchhaya que, como los otros, nos esperan con ansiedad siempre que se acercan estas fechas vacacionales. Pese a lo cual, aunque ya llevo cuatro días en el orfanato indio de Nadiad, todavía reverberan en mi mente las voces de los de Katmandú.

Tanto el Dashain como el Diwali son festividades hinduistas que conmemoran acontecimientos épicos de un pasado legendario en el que los dioses y los demonios convivían con los humanos; pero, afortunadamente para nosotros, en Nepal tiene más importancia la celebración del Dashain, al menos en lo que se refiere a vacaciones escolares, mientras que en India es el Diwali, que empieza justo a continuación del Dashain, el periodo más amplio sin actividad lectiva. Eso nos permite pasar un mes trabajando con los menores de Bal Mandir, entre septiembre y octubre, y a continuación invertir otro mes con los de Matruchhaya, entre octubre y noviembre, dependiendo del calendario lunar.

[Img #9594]El pasado sábado 18 de octubre, volé desde Katmandú hasta Ahmedabad, haciendo escala en Delhi, acompañado por los mellizos nepaleses Ram y Laxman, que este año forman parte de nuestro equipo de trabajo en Matruchhaya. Deberíamos habernos encontrado en Delhi con los otros miembros del grupo: Andrea, Clara y mi hija Chandrika, que viajaban desde Madrid; pero un retraso en su primer vuelo, hacía Estambul, hizo que ellas llegaran al orfanato a última hora del  domingo 19. Para ellas no hubo flores, tika, ni comité de bienvenida. Por el contrario, tuvieron que saltar la valla del orfanato con sus maletas, porque el vigilante que tenía encargo de avisarnos cuando su taxi las dejara en la puerta, se había quedado tan profundamente dormido que no tuvo noticia de su llegada hasta que más tarde la directora del orfanato le reprendió por su negligencia.

[Img #9593]Es la primera vez que Chandrika me acompaña en Matruchhaya, el orfanato en el que se crió hasta que, cuando tenía 12 años de edad, y su hermana Roshní 13, las adoptamos y empezaron a vivir con nosotros en España. En las últimas ediciones de nuestro proyecto en este orfanato, ha sido Roshní quien se ha unido a la expedición asumiendo la responsabilidad de asistirme. Chandrika, que ahora tiene 27 años, había regresado a su orfanato de origen con su hermana en una ocasión, poco después de alcanzar su mayoría de edad, para trabajar como voluntarias cuidado de los bebés durante los meses de julio y agosto. Según me dice, la experiencia de entonces, aunque entrañable, fue muy diferente a esta, porque los internos tenían que atender sus obligaciones escolares y no había el ambiente festivo que disfrutamos durante estos días.

Veo a Chandrika feliz, quizás sobreexcitada por tantos reencuentros emotivos. Esta mañana ha venido a visitarnos la Hermana María, la fundadora del orfanato, que acogió a nuestras hijas en su casa cuando no debían de tener más de 2 o 3 años de edad. Chandrika se ha abrazado a la misionera española, que está a punto de cumplir 80 años y, con lágrimas en los ojos, nos han recordado que ella y su hermana Roshní al poco de ser acogidas empezaron a llamarla "Mami María", y ahora todos los niños y la mayoría de las cuidadoras siguen llamándola de ese modo.
 
Matruchhaya, a 22 de octubre de 2014.
José Luis Gutiérrez


José Luis Gutiérrez Muñoz es Profesor Titular del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Residente en Pinto, es el promotor de una labor humanitaria, desde 2004, en orfanatos de India, Nepal y Ecuador. Ha publicado dos libros sobre sus experiencias, "De sol y de luna", en el que relata la adopción de sus dos hijas, y "La balsa de Quingue", relatos sobre la vida de los niños y niñas de estos orfanatos. Este año publicó su primera novela "Por amor al arte".

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