La última cena
El pasado jueves 16 de octubre tuvimos la representación final en la Meeting Room de Bal Mandir, el amplio salón de la zona noble del orfanato, habitualmente vedada al acceso de los niños.
Aunque constantemente nos repetimos que lo importante es el proceso, no el resultado final, lo cierto es que llevábamos preparando ese evento casi un mes, de modo que era inevitable sentirse un poco nervioso. Nuestra obra consistía en convertir el escenario en un enorme aparato de televisión que empezaba emitiendo las noticias del canal informativo más popular de Nepal. Proyectamos un video sobre una pantalla blanca, que situamos frontalmente en la parte delantera del escenario, en el que Dipendra y Dashrath, dos internos del orfanato, ataviados al estilo de dos serios presentadores, anunciaban en nepalí los titulares del telediario. A continuación se sucedieron los bailes, retirando hacia el fondo de la caja escénica el panel blanco, alternados con algunos videos que requerían volver a desplazar la pantalla al primer plano. Esa sucesión de proyección de video y representación en vivo, hacía más compleja la puesta en escena, y nos hacía depender del suministro eléctrico, que en Nepal es siempre incierto.
Precisamente por ello adelantamos un día el estreno de la obra, porque los viernes por la mañana habitualmente el orfanato está sin luz. A pesar de ello, como no confiábamos mucho en el horario de los apagones por barrios, que puede consultarse a través de una aplicación de telefonía móvil, compramos gasóleo para el generador, por si en mitad de la función se cortaba el suministro. Afortunadamente no hizo falta. Tuvimos sólo una interrupción durante la proyección del último video, pero antes de que pudiéramos poner en marcha el generador, la corriente eléctrica regresó y pudimos completar la función.
La sala estaba llena de espectadores. Yo estaba sentado sobre mi silla de ruedas en un lateral del salón. A mi lado permanecían Lata, Nimi, Roji, Upasana y Usha, las niñas de Dididai con parálisis cerebral, acomodadas también en sus artilugios rodantes. Contemplaban el espectáculo con verdadero deleite, pero no eran las únicas. A juzgar por las risas y las expresiones de las caras de nuestro público, compuesto principalmente por los habitantes del orfanato, más los internos del hospicio para hijos de prisioneros denominado Siphol, y los propios empleados de Bal Mandir, el espectáculo fue un verdadero éxito.
Cada vez que apartaba la mirada del escenario para contemplar lo que estaba sucediendo en ese singular patio de butacas en el que el público permanecía sentado en el suelo, me invadía una extraña emoción probablemente derivada de la satisfacción ante el resultado de nuestro trabajo, o de cierto orgullo por considerarme en cierto modo responsable de lo que allí estaba ocurriendo. Pero el sentimiento que predominaba en mí era de hermanamiento con aquellas extraordinarias criaturas. En un momento determinado pensé que si Dios existía, esa mañana debía de estar en aquella habitación con nosotros, propiciando que todo saliera bien e iluminando las embelesadas caras de esos niños. Procuré que nadie lo viera, pero he de confesar que la felicidad que sentí en ese momento hizo que alguna lágrima rodara por mis mejillas.
Aunque eso nos preocupaba menos, también los cargos directivos de la NCO que acudieron a la representación se mostraron muy satisfechos y nos pidieron que compartiéramos con ellos el material de video. Pero además, nos invitaron a participar en una cena con todos los niños de Bal Mandir en el propio orfanato, el día siguiente, nuestro último día de estancia en Katmandú.
Era la primera vez que nos ofrecían la posibilidad de tener una cena de despedida con todos los internos de Bal Mandir. A pesar de que ya podíamos dar por terminadas nuestras actividades, el viernes estuvimos todo el día jugando, bailando o charlando con los niños. Cuando fuimos llamados para la cena, a eso de las 6 de la tarde, ya empezaba a oscurecer. Acudimos al comedor ilusionados. Durante el día comprobamos que muchas de las niñas mayores colaboraban con el cocinero y las cuidadoras pelando y troceando verduras. Supusimos que sería para la cena. Nos ofrecieron arroz, verduras que no fui capaz de identificar, pero me supieron riquísimas, pollo y patatas fritas. Un menú de lujo en Bal Mandir. Para no presentarnos con las manos vacías, encargamos seis tartas de kilo, una cantidad que nos aseguraron que sería más que suficiente para saciar a más de setenta niños.
Cuando terminamos de comer, el Vicepresidente de la NCO pronunció en inglés unas palabras de agradecimiento. Entonces, nuestro amigo Javier leyó un bonito discurso, dirigido más a los niños que los dirigentes del orfanato. Sus palabras en nepalí fueron recibidas con asombro y algarabía por los menores, que le aclamaban cada vez que hacía una breve pausa. De pronto se fue la luz y todo el orfanato se quedó a oscuras. Los niños lo celebraron como si fuera parte de la fiesta, pero en pocos minutos volvimos a tener iluminación.
–¿Qué hacéis cuando se va la luz durante la cena? –pregunté a Samjana con cierto tono de preocupación, tratando de imaginar cómo sería la vida en ese enorme y envejecido edificio de noche y sin luz.
–Encendemos velas –respondió Samjana con una complaciente sonrisa, cargada de sentido común.
La despedida fue entrañable. Algunos de los niños, personas endurecidas por las adversas circunstancias que han tenido que vivir, lloraron como jamás imaginé que pudieran hacerlo. También para nosotros fue especialmente duro ese adiós.
Matruchhaya, a 20 de octubre de 2014.
José Luis Gutiérrez
José Luis Gutiérrez Muñoz es Profesor Titular del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Residente en Pinto, es el promotor de una labor humanitaria, desde 2004, en orfanatos de India, Nepal y Ecuador. Ha publicado dos libros sobre sus experiencias, "De sol y de luna", en el que relata la adopción de sus dos hijas, y "La balsa de Quingue", relatos sobre la vida de los niños y niñas de estos orfanatos. Este año publicó su primera novela "Por amor al arte".


















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