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José Luis Gutierrez

Tormenta

Jueves, 09 de Octubre de 2014 Tiempo de lectura:

Anteayer, lunes, cuando quedaba aproximadamente una hora para dar por concluida nuestra jornada en Bal Mandir, decidimos salir al patio central del orfanato para practicar uno de los bailes que estamos preparando con los niños. La danza en cuestión, un garba, es típica de la región india de Gujarat y se desarrolla en corro, por lo que resulta muy difícil ensayarla en la Dancing Room.

Al dirigirnos hacia el patio oí truenos y me di cuenta de que el cielo se estaba cubriendo de nubes. Conectamos el altavoz y al momento empezó a sonar el garba que ha sido el tema central de la película Ram-Leela, una de las más taquilleras del cine de Bollywood en 2013, en cuya coreografía nos hemos inspirado para nuestro baile.


[Img #9415]Poco después de empezar a bailar, varias niñas se acercaron al lugar desde el que yo observaba los movimientos del grupo, y sin mediar palabra, quitaron los frenos de mi silla de ruedas y me trasladaron precipitadamente hacia unas escaleras que conducían a una galería abierta hacia el patio, en la primera planta. En cuanto me pusieron bajo techo empezaron a caer gruesas gotas de agua, cada vez con más intensidad, hasta que en pocos segundos aquello se convirtió en un verdadero aguacero propio del monzón, con la particularidad de que durante los minutos iniciales el agua caía en forma de granizo, con granos como garbanzos.


[Img #9416]No sé si por esa particularidad meteorológica, que probablemente no sea muy habitual en Katmandú, o por la eufórica alegría que esa música y la danza habían despertado en los aproximadamente cincuenta niños y niñas que estaban participando en el baile hasta el momento en que fue interrumpido por la tormenta, muchos de ellos, en lugar de guarecerse continuaron bailando y jugando bajo el agua.




El equipo de sonido, a resguardo del chaparrón, seguía emitiendo música ininterrumpidamente a un volumen elevado, lo que propiciaba la frenética danza del puñado de insensatos que decidieron no escuchar las voces de las cuidadoras, que aunque yo no entendía, supuse que exigirían que se pusieran a cubierto de la lluvia.


Uno de esos enloquecidos, Divas, un niño de unos 10 años de edad, probablemente escuchando a su cuidadora que desde el corredor de la primera planta le estaría reprendiendo por permitir que se le mojara la ropa, se quitó el pantalón y la camiseta, las arrojó al espacio seco desde donde observamos los más cobardes, y continuó saltando y bailando en calzoncillos.


Durga, una chica de unos 15 años de edad, siguió bailando impetuosamente, como si hubiera perdido el juicio, una canción tras otra, porque lo que sonaba a través del altavoz eran precisamente los diez temas musicales que llevábamos varios días preparando en la Dancing Room. Aunque no tanto tiempo, ni tan vehementemente como Durga, también nuestra voluntaria Kamala, y muchas otras niñas y niños, estuvieron bailando y jugando un buen rato bajo la lluvia. Los cautos espectadores, incluidas las cuidadoras después del primer arranque de cólera, contemplábamos las exultantes muestras de alegría de los espontáneos con una amplia sonrisa en nuestros rostros. Entonces me sentí tremendamente afortunado por estar en Bal Mandir compartiendo mi tiempo con esos niños, y por haber vivido ese momento mágico e inolvidable.
 
Katmandú, a 8 de octubre de 2014.
José Luis Gutiérrez


José Luis Gutiérrez Muñoz es Profesor Titular del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Residente en Pinto, es el promotor de una labor humanitaria, desde 2004, en orfanatos de India, Nepal y Ecuador. Ha publicado dos libros sobre sus experiencias, "De sol y de luna", en el que relata la adopción de sus dos hijas, y "La balsa de Quingue", relatos sobre la vida de los niños y niñas de estos orfanatos. Este año publicó su primera novela "Por amor al arte".

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