Turismo solidario
Nepal ocupa actualmente el lugar 145º del Índice de Desarrollo Humano, un indicador estadístico de la ONU basado en tres parámetros: salud y longevidad de la población, nivel de educación, y nivel de vida.
Según ese medidor, el país que ocupa el primer lugar es Noruega. En cambio, Nigeria está en el último lugar de un total de 187 países, lo que significa que el grado de desarrollo de Nepal es muy bajo. España ocupa el puesto 27º.
Una parte importante del producto interior bruto de Nepal proviene del turismo. Algo que, según parece, va en aumento. Cada vez hay más personas atraídas por el montañismo o, de forma genérica, por todos los deportes que implican contacto con la naturaleza. En ese sentido, los parajes que este país puede ofrecer para ese tipo de turismo de aventura, con la impresionante cordillera del Himalaya, no tienen parangón. Pero además, Nepal oferta al visitante un legado cultural riquísimo. Esto es algo que ya se sabe. No digo nada nuevo. Lo que tal vez no sea tan conocido es que Nepal también atrae a otro tipo de turismo también en auge, pero más difícil de definir y con inquietantes consecuencias: el turismo solidario. Precisamente, los más de ochocientos orfanatos que han proliferado por todo el país, o quizás algo menos ahora que las adopciones internacionales están cerradas, son destino predilecto para numerosos voluntarios que, como nosotros, desean colaborar de algún modo para mejorar la situación de esa población desfavorecida.
Es posible que algunas personas se estén aprovechando de la ingenua generosidad de muchos cooperantes. La Unicef ha señalado recientemente que en los orfanatos de Nepal el 85% de los internos tienen al menos un ascendiente vivo, ya sea el padre o la madre. Más de uno se preguntará por qué razón están viviendo esos niños en un orfanato si no son totalmente huérfanos. En la mayoría de los casos que conocemos, la pobreza del progenitor sobreviviente justifica plenamente el ingreso de los hijos en la inclusa, pero es cierto que esta situación puede propiciar el engaño.
Aunque me cuesta aceptarlo, es posible que algunos padres envíen a sus hijos al orfanato, no por verdadera necesidad, sino por comodidad, para sacarles adelante de un modo barato, o gratuito, sin renunciar a ellos. Algunas de esas madres o padres que dejan a sus hijos en la inclusa sin intención de desprenderse de ellos, como si fuera simplemente un internado, suelen acudir en su busca (no todos los años) justamente por Dashain, para pasar unos días con ellos y así mantener vivo, aunque sea bajo mínimos, el vínculo familiar. Algo que a mi juicio no libera a esos niños, que no tienen ningún otro tipo de contacto con su familia, de un profundo sentimiento de orfandad. Todo lo contrario, ya que durante el resto del año se sienten absolutamente abandonados, y en ocasiones, cuando llega esta fecha tan entrañable, el progenitor no aparece por el orfanato para recogerles, sin dar ninguna explicación, ante lo cual el menor se queda descorazonado. Aunque puede que el ascendiente recurra a este engaño pensando en el beneficio de sus hijos, es probable que también tenga en consideración el hecho de que de este modo no tiene que renunciar a su egoísta esperanza de algún día poder beneficiarse de la ayuda de sus descendientes, que además probablemente tendrán acceso a una buena educación, gracias a la generosidad de muchos extranjeros que se sienten conmovidos por la situación de esos niños.
Pero lo cierto es que, además de que algunos padres puedan estar aprovechándose de la tolerancia de los orfanatos en la admisión de sus internos, en la mayoría de los casos en perjuicio de sus propios hijos; parece que muchos de los directores de esos centros de acogida podrían estar beneficiándose del espíritu solidario de muchos extranjeros para lucrarse con las ayudas económicas que reciben para los niños. Tal vez, precisamente por ello no son estrictos en sus criterios de admisión.
En definitiva, creo que ante este panorama no nos podemos permitir ser ingenuos, no sólo por temor a que nos engañen, sino porque con nuestra ignorancia podemos hacernos cómplices involuntarios de la corrupción y la inmoralidad. Aunque resulte duro, debemos desconfiar de todas las partes implicadas en este posible negocio. De todas excepto de los niños, que son víctimas de la codicia y el egoísmo de algunos adultos.
Katmandú, a 4 de octubre de 2014.
José Luis Gutiérrez
José Luis Gutiérrez Muñoz es Profesor Titular del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la
Universidad Complutense de Madrid. Residente en Pinto, es el promotor de una labor humanitaria, desde 2004, en orfanatos
de India, Nepal y Ecuador. Ha publicado dos libros sobre sus experiencias, "De sol y de luna", en el que relata la adopción de sus dos hijas, y "La balsa de Quingue", relatos sobre la vida de los niños y niñas de estos orfanatos. Este año publicó su primera novela "Por amor al arte".


















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