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José Luis Gutierrez

Madhusudhan

Martes, 30 de Septiembre de 2014 Tiempo de lectura:

La vida de algunos de los internos de Bal Mandir es especialmente difícil, porque sus propias limitaciones se ven agravadas por las carencias del lugar y la falta de atención.

Aunque las condiciones del amplio colectivo de niños de ese orfanato con alguna discapacidad han mejorado sensiblemente en los últimos cinco años gracias al trabajo de la asociación Dididai, todavía hay casos que hieren.

[Img #9366]Madhusudhan es un niño de unos once años de edad que, según la somera información que nos facilitó el director del orfanato en 2008, padece autismo, retraso mental y esclerosis tuberosa. Estos problemas le aíslan y le mantienen totalmente marginado respecto al resto de habitantes del orfanato. Pese a lo cual, Bal Mandir es un lugar estimulante para ese muchacho que no para de explorar todos sus espacios, interiores y exteriores, recorriéndolos con paso rápido, deteniéndose sólo unos pocos segundos en cada lugar, siempre al acecho, rehuyendo el contacto físico con los otros menores, que por lo general le ignoran, en ocasiones le tratan con desprecio y a veces incluso le agreden.

Aunque en su incansable deambular uno puede encontrarse con Madhusudhan en cualquier rincón de ese destartalado hospicio, lo cierto es que tiene preferencia clara por algunos espacios. Le encanta rebuscar en la basura y jugar con el agua, lo que le lleva una y otra vez a los fregaderos o al rincón más sucio de la inclusa, donde el cocinero y las cuidadoras arrojan los restos de comida en un bidón de plástico. En ese contenedor inmundo, los alimentos atrasados se mezclan con agua desprendiendo un olor nauseabundo en su fermentación. Precisamente eso que tanto nos desagrada a los demás es lo que atrae poderosamente a Madhusudhan, que se deleita revolviendo esos restos y comiéndoselos. No entiendo cómo lo resiste su estómago. Los habitantes de Bal Mandir ya están acostumbrados a esa escena cotidiana, pero para quienes no lo estamos, la simple visión de ese niño comiendo esa porquería maloliente es capaz de revolvernos el estómago.

Madhusudhan pasa la mayor parte del tiempo desnudo de cintura para abajo. Generalmente se pasea descalzo y sin pantalones, porque cuando su cuidadora se los pone, no tarda en abandonarlos en cualquier lugar, pudiendo utilizar hasta cinco pares distintos en un solo día. A menudo hemos visto señales en sus muñecas que indicaban claramente que había permanecido atado. Desde hace varios años acude diariamente a una escuela de educación especial junto a Sujata.

Todo esto de por sí es preocupante, pero lo que más nos intranquiliza últimamente con respecto a su futuro es que, en los últimos dos años se ha escapado del orfanato en cinco ocasiones. Siempre que se ha fugado, Madhusudhan se ha perdido en el caótico laberinto de calles de Katmandú. Incapaz de comunicarse con nadie y rehuyendo a las personas, ha permanecido semioculto, desorientado y supongo que aterrado durante varios días hasta que la policía lo ha encontrado. La última vez que estuvo perdido cinco días y cinco noches, soportando frío y lluvia, sin poder comunicarse con nadie. Me dicen que cuando la policía le devolvió al orfanato, se podía apreciar en su rostro una angustiosa expresión de miedo.
 
Katmandú, a 29 de septiembre de 2014.
José Luis Gutiérrez

José Luis Gutiérrez Muñoz es Profesor Titular del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Residente en Pinto, es el promotor de una labor humanitaria, desde 2004, en orfanatos de India, Nepal y Ecuador. Ha publicado dos libros sobre sus experiencias, "
De sol y de luna", en el que relata la adopción de sus dos hijas, y "La balsa de Quingue", relatos sobre la vida de los niños y niñas de estos orfanatos. Este año publicó su primera novela "Por amor al arte".

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