Sita
Sita, una niña de Bal Mandir muy aficionada al fútbol y forofa del Real Madrid, consigue una camiseta de su equipo favorito.
La afición al fútbol apasionada parece que no tiene fronteras. Sita, una niña de Bal Mandir que calculo que tendrá unos quince años de edad, siente fervor por ese deporte, que practica siempre que puede, inscrita en una competición escolar. Pero lo que más me sorprende es lo bien informada que está sobre cualquier asunto relacionado con ese juego capaz de enardecer a multitud de personas, al menos en nuestro país.
Me intriga saber el modo en que Sita consigue toda la información que maneja al respecto teniendo en cuenta que vive en un orfanato paupérrimo. En lo que se refiere a las competiciones futbolísticas internacionales o a la liga española de fútbol profesional, da la impresión de que Sita ve todos los partidos por televisión y además lee diariamente la prensa especializada. Algo inimaginable. Teniendo en cuenta que en Bal Mandir no hay más que un pequeño televisor, que las cuidadoras utilizan de vez en cuando para tener distraídos a los niños, y que por supuesto no hay acceso a Internet, resulta enigmática su cultura futbolística.
Desde hace un par de años una de las prendas más utilizadas por Sita, ha sido una camiseta del Fútbol Club Barcelona con el número 10 en la espalda y el nombre de Mesi. La calidad del género debe ser excepcional porque, al menos durante el tiempo que nosotros hemos permanecido en su orfanato, Sita prácticamente no se ha desprendido de la equipación azulgrana. En más de una ocasión me he sentido tentado de recomendar a Sita que lavara su preciado talismán porque, después de muchos días consecutivos de uso, con el calor y las actividades físicas que genera nuestro proyecto, resultaba enojosa la proximidad física a ese número 10, por más que fuera acompañado del nombre de la estrella futbolística más mediática. Jamás me atreví siquiera a insinuar nada al respecto, porque me resulta violento opinar sobre cuestiones de higiene personal, pero también porque el carácter serio de Sita me intimidaba.
Uno de los primeros días que la vi con esa prenda deportiva
que empezó a ser consustancial a su persona, intenté un acercamiento a esa niña
de carácter triste, afirmando que también a mí me gustaba el Barcelona, y en
particular el juego exhibido por su astro argentino.
–A mí no me gusta nada el Barcelona. De hecho, odio a ese equipo y especialmente a Mesi –me contestó ella con gesto muy severo, casi regañándome.
–¿Entonces, por qué vistes esa camiseta?
–Porque me la han regalado y no tengo otra de estas características –respondió Sita enérgicamente.
–En realidad, mi equipo de fútbol favorito es el Real Madrid –añadió ella tratando de dulcificar un poco su respuesta, que posiblemente a ella misma le había sonado demasiado áspera–. En mi opinión, el mejor jugador del mundo, sin ninguna duda, es Cristiano Ronaldo.
A partir de ese momento empecé a considerar que Sita era una
niña triste precisamente porque se había visto obligada a vestir una camiseta
equivocada. Supuse entonces que cada vez que la niña viese los colores de su
equipo enemigo en contacto con su piel, profanando su carne, se sentiría
humillada. Más aun sabiendo que su espalda exhibía el apellido del rival de su
ídolo. No tuve ocasión de comprobar si su carácter se tornaba más alegre cuando
vestía otras prendas, porque lo cierto es que no recuerdo haberla visto de otra
guisa.
Cuando comenté el extraño caso de Sita con unos familiares forofos del Real Madrid, inmediatamente se solidarizaron con el padecimiento de la niña y le compraron una camiseta del equipo blanco, con el número 7 a la espalda y el apellido Ronaldo. Hace unos días, Aurora se encargó de entregar ese obsequio a Sita en privado, apartada de los demás para no despertar envidias. Inmediatamente se la puso encima de la camiseta del Barcelona al tiempo que se le iluminaba el rostro. Entonces descubrimos una sonrisa que hasta ese momento ignorábamos que Sita fuera capaz de dibujar en su cara.
Katmandú, a 25 de septiembre de 2014.
José Luis Gutiérrez Muñoz es Profesor Titular del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Residente en Pinto, es el promotor de una labor humanitaria, desde 2004, en orfanatos de India, Nepal y Ecuador. Ha publicado dos libros sobre sus experiencias, "De sol y de luna", en el que relata la adopción de sus dos hijas, y "La balsa de Quingue", relatos sobre la vida de los niños y niñas de estos orfanatos. Este año publicó su primera novela "Por amor al arte".
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