España
Tengo la impresión de que Ram y Laxman, a pesar de que hace ya más de tres semanas que llegaron a España, todavía están un poco aturdidos por el incesante bombardeo de imágenes y experiencias novedosas al que diariamente se ven sometidos desde que salieron de Nepal.
Después de recogerles en el aeropuerto de Barajas a última hora del sábado 21 de junio, pasamos unos días en Madrid hasta que pude dar por concluidas mis obligaciones docentes en la Universidad y nos vinimos con ellos a Cabezón de la Sal, donde nos esperaba nuestra hija Chandrika.
Una de las primeras cosas que hicimos al poco de llegar a
Cantabria fue ir con ellos a la playa de Oyambre. Los dos hermanos empujaron
con dificultad mi silla, cuyas ruedas se hundían en la arena, hasta que
alcanzamos la orilla. Desde allí observaron atónitos el panorama, como si no
dieran crédito a la inmensidad del océano con su infinita extensión de agua.
Pronto se quedaron en bañador dejando al descubierto su extrema delgadez. A
continuación se introdujeron en el mar sin amedrentarse por la frialdad del
agua ni por el hecho de no saber nadar. Chandrika y Aurora estaban muy cerca de
ellos por si tuvieran que socorrerles, pero no hizo falta. Fueron prudentes y
no se metieron más allá de donde el agua les cubría la cintura. Lo suficiente
para zambullirse, salpicarse, jugar con las olas, imitar los movimientos de los
nadadores y dar un trago de agua que les sorprendió con su sabor salado.
Un día fuimos al parque de bomberos de Santander, donde
trabaja un amigo nuestro que nos enseñó sus modernas instalaciones. Teniendo en
cuenta que en Nepal no existe el tren, una tarde viajamos con ellos en ese
medio de transporte hasta Torrelavega. Otro día lo dedicamos a recorrer el
singular parque zoológico de Cabárceno. También disfrutaron mucho con la visita
que hicimos a la reproducción de la cueva de Altamira y el posterior paseo por
Santillana del Mar. Pocos días después se sorprendieron con las extraordinarias
formaciones geológicas de la cueva del Soplao. El pasado jueves tuvimos un día
precioso en Bilbao, donde, además de caminar por el casco antiguo, visitamos el
museo Guggenheim.
En fin, que no hemos parado desde que los mellizos están con nosotros, y aún les quedan muchas experiencias por vivir. A menudo les miro y me parece mentira verles en este entorno familiar nuestro, tan lejos del lugar donde les hemos conocido. No obstante, Bal Mandir está muy presente en nuestras conversaciones. Gracias a Internet permanecemos en contacto con Kalpana, Jodish y Netra, quienes están siguiendo con emoción el periplo de sus "hermanos". Hace pocos días, con la mediación de Kalpana, Ram y Laxman tuvieron ocasión de comunicarse con su madre biológica. Desde su remota aldea de montaña, esa humilde mujer, que se vio obligada a abandonar a sus dos hijos en Bal Mandir tras la muerte de su marido por tuberculosis cuando los niños tenían cuatro años de edad, aunque no fue capaz de ubicar mentalmente ese lejano país llamado España en el que se encontraban sus hijos, se alegró al saber que se sentían felices.
A sus veinte años de edad, Ram y Laxman están siendo becados por la asociación española Ruta 6, que tiene su sede precisamente en Cabezón de la Sal, y acaban de finalizar su formación preuniversitaria. Supongo que debido a la tardanza con la que son publicados en Nepal los resultados académicos de cada curso, disponen ahora de nueve meses de vacaciones antes de empezar sus estudios superiores. Aprovechando esa circunstancia excepcional, les hemos invitado a participar como voluntarios en la próxima edición del proyecto de Bal Mandir y a continuación también en la de Matruchhaya, algo que ya hicimos el año pasado con Jodish. Los dos son muy buenos bailarines, especialmente Laxman, lo que les hace muy útiles para el trabajo que pretendemos desarrollar este año con los menores de ambos orfanatos. Pero además, Ram, como ya hiciera Jodish el año pasado, está aprendiendo fotografía para poder hacerse cargo de las imágenes que tomemos en Matruchhaya.
Animados por el buen resultado de la estancia de Kalpana el año pasado en Reino Unido y España, hemos ofrecido a los mellizos esta estancia de casi tres meses en nuestro país en agradecimiento por su generosa entrega durante la anterior edición de nuestro proyecto en Bal Mandir, pensando que además puede servir para que conozcan a los diferentes voluntarios que integrarán los equipos de trabajo de este año en ambos orfanatos y para que podamos preparar nuestras actividades antes de partir hacia Nepal e India. También queremos que conozcan de cerca Ruta 6, la asociación que financia sus becas y las de muchos otros niños y jóvenes de Bal Mandir, para que comprueben que las numerosas personas que mantienen viva esta iniciativa son humildes pero con un extraordinario sentido de la solidaridad.
Personalmente siempre temo que este tipo de experiencias excepcionales, en cuya financiación no participa Ruta 6, al margen del beneficio que reportan a quienes las disfrutan, puedan despertar envidia en los que no tienen la misma fortuna. Este es un riesgo que corremos siempre que trabajamos con un colectivo tan amplio como el de los huérfanos de Bal Mandir, cuando tratamos de individualizar el trato, ofreciendo a cada cual lo que nos parece más justo, adecuado y necesario. Con las becas nos ocurre lo mismo. No podemos becar a todos los internos del orfanato, ni a todos los jóvenes que cada año salen de él. Necesariamente tenemos que seleccionar a los destinatarios de nuestras ayudas, eso sí, con un estricto sentido de justicia.
Este año Ram y Laxman eran los únicos jóvenes ex Bal Mandir que cumplían los requisitos de haber finalizado el doceavo curso, previo a la Universidad, haber colaborado con nosotros en nuestras actividades en Bal Mandir y estar dispuestos a participar este año como voluntarios tanto en Bal Mandir como en Matruchhaya. Nos encantaría poder ofrecer una experiencia similar a otros jóvenes si se volvieran a dar estas circunstancias. Aurora y yo estamos convencidos de que tanto la visita de Kalpana, el año pasado, como esta de Ram y Laxman, tienen además una importancia en el ámbito de lo afectivo que trasciende el valor de lo puramente turístico o cultural. Para estos jóvenes que se han criado en un orfanato, sentirse apoyados y queridos hasta el extremo de hacerles un hueco en nuestra familia, aunque sea temporalmente, adquiere una significación especial. Además, saben que cuando esta experiencia termine no nos olvidaremos de ellos. En cierto sentido seguirán siendo parte de nuestra familia, seguiremos en contacto con ellos, y al menos una vez al año, por Dashain, volveremos a encontrarnos en Katmandú.
Cabezón de la Sal, a 14 de julio de 2014.
José Luis Gutiérrez
José Luis Gutiérrez Muñoz es Profesor Titular del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Residente en Pinto, es el promotor de una labor humanitaria, desde 2004, en orfanatos de India, Nepal y Ecuador. Ha publicado dos libros sobre sus experiencias, "De sol y de luna", en el que relata la adopción de sus dos hijas, y "La balsa de Quingue", relatos sobre la vida de los niños y niñas de estos orfanatos.
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