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José Luis Gutierrez

Arroz

Lunes, 07 de Octubre de 2013 Tiempo de lectura:

Era cierto. Bal Mandir sufre serias dificultades para afrontar la alimentación de los ciento cincuenta menores que actualmente tiene acogidos.

[Img #6809]Ayer viernes, antes de despedirnos de los niños hasta el domingo, ya que hemos adoptado la costumbre nepalesa de descansar únicamente el sábado, tuve ocasión de hablar con Indu, la actual Mother House, la responsable de las cuidadoras. Le pregunté si era verdad que se estaban quedando sin arroz, su alimento básico y creo que en estos días casi exclusivo.






     –Lo que nos queda nos alcanza únicamente hasta mañana por la mañana –respondió ella con gesto serio, pero sin dramatizar, como si ya estuviera acostumbrada a estas penurias.

     –¿Qué piensas hacer? –le pregunté yo.

     –Voy a ir a Siphol para pedir que nos presten algo, aunque también ellos están en una situación crítica. Les quedan sólo 200 Kg.

     –¿Qué cantidad de arroz se consume en Bal Mandir? –quise saber yo.

     –Con la población actual, unos 1.600 Kg. al mes –dijo ella.

Indu es una de las pocas personas de Bal Mandir que merece nuestra confianza. La conocemos desde hace varios años, cuando era una cuidadora más, pero a diferencia de las otras, mostraba verdadero interés por los niños que tenía a su cargo y los atendía con mucho esmero. Durante los últimos años, además ha apoyado al equipo Dididai en la atención a las niñas con discapacidad. Ha sido la única trabajadora de Bal Mandir, a excepción del equipo Dididai, a la que hemos visto tratar a las niñas con parálisis cerebral cariñosamente.

[Img #6808]Mientras ella daba algunas instrucciones en nepalí a las niñas mayores, yo me entretuve en calcular mentalmente que lo que me decía significaba que tenían un consumo diario de arroz de algo más de 50 Kg., y eso implicaba que la cantidad que les pudiera prestar ese otro orfanato perteneciente también a la NCO (Nepal Children Organization), cubriría sus necesidades de uno o dos días a lo sumo. Entonces pregunté a Aurora, la responsable de nuestra contabilidad, si estaba de acuerdo en que intentáramos atender esta emergencia y si llevaba suficientemente dinero encima. Coincidió conmigo y entregó a Indu las rupias que en ese momento tenía, a excepción de una pequeña cantidad que reservó para cubrir nuestras necesidades hasta que regresáramos al apartamento.

Cuando llegamos a nuestra vivienda, un verdadero oasis en el caos de Katmandú, como cada noche, comentamos los incidentes de la jornada con nuestro amigo Mahen.

     –No me sorprende en absoluto lo que me contáis –dijo nuestro anfitrión, –es más, he oído decir que desde hace unos días han sustituido la leche del desayuno de los niños por té, que es mucho más barato.

     –Es muy loable lo que hacéis –añadió Mahen, –pero imagino que no ignoráis que eso no soluciona la dificultad.

Efectivamente, habíamos calculado que con el dinero que habíamos entregado a Indu tendrían como mucho para el consumo de arroz de cuatro días más. ¿Qué hacer ante una situación así?

     –El problema es la corrupción de quienes gobiernan ese orfanato –explicó nuestro amigo con triste resignación. –La mayoría de los donativos que se reciben para ayudar a los niños no llegan a sus legítimos destinatarios.

No nos dijo nada que no supiéramos ya, pero no creo que podamos hacer algo distinto de lo que hacemos. Si denunciáramos la situación ante los medios de comunicación locales, algo que ya han hecho otros antes y no ha servido para mucho, automáticamente se nos cerrarían las puertas de Bal Mandir. No podemos dejar de atender este tipo de emergencias, aunque sabemos que no solucionamos nada, a lo sumo postergamos el problema.

Creo que sin apenas darnos cuenta nos hemos hecho rehenes de nuestros propios sentimientos.


Katmandú, a 5 de diciembre de 2013.


José Luis Gutiérrez Muñoz es Profesor Titular del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Residente en Pinto, es el promotor de una labor humanitaria, desde 2004, en orfanatos de India, Nepal y Ecuador. Ha publicado dos libros sobre sus experiencias, "De sol y de luna", en el que relata la adopción de sus dos hijas, y "La balsa de Quingue", relatos sobre la vida de los niños y niñas de estos orfanatos.

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