Deserción
Desde hace unos días, nuestro amigo Pablo, fundador y presidente de Dididai, está en Katmandú para tratar de solucionar algunos problemas, y redefinir el papel de esa asociación en Bal Mandir tras la deserción de Rebeca y la crisis de los orfanatos de Nepal.
No ha sido a principios de mayo como pensábamos, sino a principios de abril, cuando Rebeca ha hecho efectiva su amenaza de abandonar la dirección del orfanato después de poco menos de dos años en su cargo. Asume ahora esa responsabilidad Bal Krishna, su anterior director, precisamente la persona que propició el convenio con la Fundación Mitrataa para que Rebeca tomara las riendas del hospicio en un momento de grave dificultad económica para su mantenimiento. De los 200 internos que había cuando llegó Rebeca, quedan ahora 130, después de una agresiva política de vaciamiento que comenzó cerrando las puertas de la inclusa a nuevos huérfanos. Empezábamos a temer que detrás de ese plan, que finalizaría con la clausura del orfanato, existieran intereses de especulación inmobiliaria, pues el edificio que ocupa Bal Mandir, además de ser formidable arquitectónicamente, pese a su deterioro, está en una zona muy céntrica de la ciudad. Bal Krishna, en una reciente reunión con Pablo, ha asegurado que dicho orfanato no se cerrará, aunque esta afirmación no disipa por completo nuestros recelos.
Lo curioso es que Rebeca, quien todavía no ha tenido la gentileza de comunicarnos su dimisión, continúa en Katmandú, y parece dispuesta a seguir trabajando desde su Fundación con las niñas mayores de Bal Mandir. Hace más de un mes me escribió solicitando nuestra ayuda para facilitar la emancipación de dos hermanas sordas que vivían en Bal Mandir. Después de consultarlo con Ruta 6 y con una amiga que estaba dispuesta a colaborar en ese propósito, respondí a Rebeca que podríamos asumir el coste de esa iniciativa siempre que nuestro amigo Mahen estuviera dispuesto a tutorizar a esas dos chicas, tal y como lo hace con más de 15 chicos y chicas ex Bal Mandir becados por Ruta 6.
Mahen no respondió, silencio que he aprendido interpretar como señal de que el tema puede ser problemático. Rebeca ha vuelto a escribirme reiterando su solicitud de apoyo financiero para esa iniciativa que ahora extiende a otra chica de Bal Mandir, compañera de esas dos hermanas sordas, que tiene la virtud de conocer el lenguaje de signos. En ese correo, la australiana hacía una estimación económica del coste de su propuesta y afirmaba que Mitrataa ejercería el control de esas tres chicas, a quienes deseaba alojar en un piso.
Utilicé el lenguaje del silencio de mi amigo Mahen, a la espera de que los acontecimientos arrojasen un poco más de luz sobre las intenciones de Rebeca y la nueva situación de Bal Mandir. Cuando Pablo nos ha comunicado la renuncia efectiva de la gobernanta, además nos ha hablado de la incierta situación en la que queda el orfanato, cuyos empleados no saben si seguirá habiendo dinero para cubrir las necesidades básicas de los menores, y dudan de que vuelvan a cobrar sus salarios. Durante los 23 meses que ha durado el mandato de la australiana, las condiciones de vida de los internos de Bal Mandir no han mejorado como esperábamos; pero además, con su rígida restricción de visitas y su soberbia actitud, ha logrado espantar a numerosos donantes, dejando ahora al orfanato, sin un plan de viabilidad, en una situación aún más crítica que cuando ella aceptó esa responsabilidad.
Llevo varios días pensando que la pretensión de Rebeca tal vez sea crear algo semejante a en la NGCC (Nepali Girls Care Centre), una institución modélica, con más de 15 años de antigüedad, nutrida con fondos provenientes de Suecia y Noruega, que probablemente ella ha contribuido a desmantelar con su veto a la incorporación de las 5 nuevas chicas de Bal Mandir que tenían que haberse sumado al programa educativo de la NGCC justamente hace un año. No es lo mismo gobernar una casa a la que se incorporan 5 nuevas adolescentes cada año para participar en una iniciativa formativa de tres años de duración, lo que significa un máximo de 15 internas; que dirigir una institución con 200 menores, aunque el plan de despoblamiento pueda reducir drásticamente ese número hasta casi llegar a cero, con niños y niñas de todas las edades, asumiendo además el mantenimiento de unos 10 empleados en plantilla.
Rebeca afirmó que la no incorporación de las 5 nuevas chicas
se debió al rechazo en la NGCC de la mayor de las hermanas sordas, precisamente
por su discapacidad auditiva, y al cansancio de su directora; pero el año pasado
tuvimos ocasión de reunirnos en Katmandú con la responsable sueca de la
financiación de la NGCC y con la directora de la casa que acoge a las
adolescentes de Bal Mandir, y ambas desmintieron esos extremos, al tiempo que
se mostraron dolidas por el trato que habían recibido de la australiana.
Hace unos días Rebeca ha comunicado a Pablo que las hermanas Ranju y Sanju, junto con su compañera conocedora del lenguaje de signos, Pushpa, ya están viviendo en un piso de Katmandú; pero además ha afirmado que ello será financiado por Ruta 6 con la colaboración de la amiga nuestra que había mostrado su deseo de ayudar a esas hermanas. Parece que hubiera interpretado mi silencio como una afirmación tácita. La asociación Ruta 6 tendrá que pronunciarse al respecto, pero en mi opinión, siempre que no perjudiquemos los intereses de esas tres chicas, a quienes sinceramente apreciamos, Mitrataa debería asumir el coste de esa iniciativa si Rebeca desea capitanearla personalmente.
José Luis Gutiérrez Muñoz es Profesor Titular del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Residente en Pinto, es el promotor de una labor humanitaria, desde 2004, en orfanatos de India, Nepal y Ecuador. Ha publicado dos libros sobre sus experiencias, "De sol y de luna", en el que relata la adopción de sus dos hijas, y "La balsa de Quingue", relatos sobre la vida de los niños y niñas de estos orfanatos.
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