La máquina del tiempo
En julio se cumplirán 20 años desde la aprobación del matrimonio entre dos personas del mismo sexo. Un derecho básico que, tal y como demuestran las jornadas organizadas por la parroquia Santa María Magdalena de Ciempozuelos, sigue escociendo en el seno de la Iglesia española.
El próximo mes de julio se cumplirán 20 años desde que se aprobase oficialmente en España el matrimonio homosexual. Nuestro país se convirtió en el tercero del mundo en permitir un derecho tan básico como es el reconocimiento a la unión entre dos personas del mismo sexo. Aquella medida generó un tremendo debate social que, tres décadas después, parece que algunos todavía no han superado.
El Ministerio de Igualdad ha comenzado a investigar a varias organizaciones de la Iglesia católica por promover y acoger presuntas terapias de conversión. Uno de estos actos se celebró en la parroquia Santa María Magdalena de Ciempozuelos bajo el título ‘Transformados: de la vida ‘gay’ a la vida en Cristo’, donde dos personas contaron cómo la fe les había ayudado a dejar atrás una vida marcada por la violencia, drogas y las relaciones homosexuales. La denuncia interpuesta por Saúl Castro, presidente de No es terapia, considera que las jornadas no sólo buscaban que personas gais dejasen de serlo, sino que relacionaban la homosexualidad con una vida disfuncional.
Las explicaciones oficiales han sido, cuanto menos, peregrinas. Especialmente llamativo es el caso de la Diócesis de Getafe de la que depende la parroquia ciempozueleña, que ante semejante acusación ha respondido con un comunicado de apenas 24 palabras: “A raíz de las recientes informaciones publicadas, la diócesis de Getafe reitera y subraya su rechazo a las terapias de conversión para personas homosexuales”. Nada que ver con cómo se explayó recientemente el obispo de Getafe, Ginés Ramón García, ante lo que considera una “falta de respeto hacia las creencias religiosos” de semejante magnitud que “socava los valores fundamentales de la democracia”. ¿Cuál fue el terrible ataque? Que una presentadora enseñó en televisión una imagen del Sagrado Corazón de Jesús con la cara de la vaquilla del Grand Prix.
Sí ha dado más explicaciones la persona que dirigió el acto de Ciempozuelos, Julián Lozano. Obviando interesadamente el título acto —que recordemos decía ‘de la vida ‘gay’ a la vida en Cristo’— el sacerdote ha asegurado que las jornadas sólo buscaban ser una “llamada de Dios para vivir conforme al Evangelio”. Para Lozano la denuncia no es más que un intento de “controlar” y “acallar” por parte de aquellos que no piensan como él, hasta el punto de compararse con el mismísimo Jesucristo. “También le dijeron que era un blasfemo y que estaba endemoniado”.
Desgraciadamente este no es un caso aislado en el seno de la Iglesia española. El verano pasado, la parroquia de Torrecaballeros negó la comunión a dos parejas homosexuales con el respaldo de la Diócesis de Segovia. Coincidió en que para comulgar “se necesitan unas condiciones objetivas de moralidad” y que la negativa está justificada “sobre todo, si provoca escándalo entre los fieles”. Posturas que van en contra de la posición oficial del Vaticano que, desde la llegada del papa Francisco, está intentando integrar a los miembros del colectivo y arrinconar a los sectores más conservadores.
En cualquier caso, será ahora la Justicia quien decida si se ha cometido realmente un delito. Llama la atención que la investigación se produzca después de una denuncia de una asociación y no por la propia acción de control de las instituciones públicas. Especialmente fragrante es el silencio del Observatorio Madrileño contra la LGTBIfobia que dirige la Asociación Arcópoli, que no se ha pronunciado al respecto y ni siquiera atiende a los medios de comunicación.
Confiemos en que, al menos, esta polémica sirva para hacer reflexionar a unos y otros y conseguir de una vez por todas una sociedad en la que impere el respeto a la identidad de género.
Carmen Davilax | Viernes, 24 de Enero de 2025 a las 17:11:59 horas
Ya que se preocupan tanto por los gays, investiguen también los centros islámicos como el que hay en San Martín, que seguro que hablan muy bien de ellos. Por otra parte, la Constitución define cómo han de ser las leyes civiles, no las creencias de una determinada confesión religiosa. La Iglesia es muy libre de establecer las condiciones en las que un católico debe recibir los sacramentos, no prohíbe comulgar a ninguna persona por ser homosexual, sino por no cumplir ciertos requisitos, igual que los heterosexuales. Buenas tardes.
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