
Nueve son las órdenes de ejecución que el Ayuntamiento ha remitido a los dueños de la propiedad desde el año 2009, instándoles a realizar las obras de mantenimiento y conservación que exige la Ley del Suelo de la Comunidad de Madrid. Sólo han cumplido con las demoliciones.
“No pasar”. Ese es el mensaje que rodea la parcela del histórico edificio de Valdemoro al que todo el mundo conoce como la Casa de la Marquesa desde que el pasado 17 de octubre se derrumbase un segmento de uno de los muros de la antigua fábrica de tomates, una de sus instalaciones aledañas. La fortuna quiso que, en el momento del desastre, sólo estuviesen pasando por la zona dos personas que pudieron retirarse a tiempo: el conserje de la urbanización a la que cayeron los escombros, la finca colindante ubicada en el número 10 de la avenida de Andalucía, y un repartidor. La tragedia humana se evitó, pero no así el deterioro de la ya de por sí mala imagen que desde hace años luce el solar.
Hasta el lugar acudieron dos dotaciones de Bomberos y un oficial de la Comunidad de Madrid del parque de las Rozas, que se encargaron de establecer un perímetro de seguridad, así como de realizar labores de contención, valoración y prevención. Los técnicos del Ayuntamiento tampoco tardaron en tomar cartas en el asunto y ese mismo día emitieron una orden de ejecución y prepararon todo el expediente para que los dueños de la propiedad acometiesen cuanto antes las medidas necesarias para estabilizar los muros que aún estaban en pie pero que tenían riesgo de derrumbe y proceder a la demolición de aquellas otras partes que debían ser retiradas para prevenir daños en la propiedad colindante y en el edificio principal.
Esa orden de ejecución, de acuerdo con las declaraciones a ZIGZAG de la concejala de Urbanismo y Vivienda del Ayuntamiento de Valdemoro, Rosa Amelia González (1965), es la novena que el Consistorio remite a los propietarios de la Casa de la Marquesa y sus instalaciones aledañas. “La primera data de febrero de 2009. En ella se les instaba a realizar las obras de mantenimiento y conservación que exige la Ley del Suelo de la Comunidad de Madrid. Hicieron caso omiso y meses después, en diciembre de 2009, los técnicos municipales elaboraron un informe para hacer la ejecución sustitutoria”, explica la edil, arquitecta de profesión, desde uno de los despachos de la casa consistorial, donde recibe a este medio días después del susto.
El Ayuntamiento procedió entonces a realizar la intervención requerida, encargando unas obras que afectaron principalmente a la fachada principal del edificio, donde había riesgo de desprendimiento de una parte de la cornisa. “Había grietas, una de las bajantes pluviales estaba produciendo unas humedades impresiones y hubo de sustituirse… Esta es la intervención en la que se apean los dinteles de las ventanas y se colocan las cruces de San Andrés, que aún hoy están presentes en ellas”, continúa relatando la concejala, procediendo a enumerar las diferentes actuaciones que se han llevado a cabo desde entonces, siendo la mayoría de ellas demoliciones de ciertas partes de la propiedad. “A lo largo de estos años, los dueños sólo han respondido a las órdenes en las que se les ha instado a demoler una determinada zona y han desoído aquellas en las que se contemplaban obras de conservación y mantenimiento. El abandono es lo que ha hecho que el edificio se deteriore”.
La concejala delegada del área de Urbanismo desconoce el número exacto de herederos con los que cuenta la propiedad, pero sabe que son muchos y que los únicos movimientos por los que han apostado a lo largo de estos años han ido siempre dirigidos hacia la revalorización urbanística de la finca. Algo, que según confiesa, le duele “por la poca sensibilidad que han demostrado siempre por un bien que tiene un gran interés histórico para Valdemoro, al ser el único edificio que queda de un momento tan emblemático para el municipio como es el último tramo del siglo XIX”.
De parador a casa señorial
Antes de ser adquirida por la familia de Villa Antonia, la Casa de la Marquesa era un parador de carros y posada colocado en un sitio estratégico, donde reposaban las caballerías y los viajeros en los tiempos en los que la distancia entre Madrid y Aranjuez no se medía en kilómetros sino en jornadas de camino. En esa época todo el mundo conocía a la finca por el nombre de la que fue su propietaria entre los años ochenta y noventa del siglo XIX, María Boneta. “Es una representación muy representativa de aquel momento, porque la localización de Valdemoro, de obligado paso para llegar de la capital a Aranjuez, hace que se convierta en lugar predilecto de casas veraniegas de políticos y literatos, como Cánovas del Castillo o Pedro Antonio de Alarcón. No hay que olvidar tampoco que la localidad se convierte en 1851 en una de las primeras en tener estación de tren”, manifiesta González sobre la historia del municipio, a fin de que se entienda el valor de esta propiedad.
Luis Velasco Palacio es quien compra la casa en los últimos compases del siglo XIX. Aunque la transacción se efectuó en 1893 entre el entonces marqués de Villa Antonia y su titular, en el Registro de la Propiedad figura la fecha del 20 de octubre de 1898 y el nombre de su ya por entonces viuda, Ana Muñoz-Serrano y Espuñez. Ella fue quien convirtió la hospedería en el espacioso caserón de recreo y descanso que, no sin dificultades, ha llegado a nuestros días, encargando la reforma en 1900 al conocido arquitecto Alberto del Palacio, el responsable del diseño de la estación de Atocha y del Palacio de Cristal del parque del Retiro. Mantuvo casi intacta la fachada y llevó a cabo una remodelación profunda del interior, convirtiendo las salas en las estancias propias de una casa solariega destinada a segunda residencia de un miembro de la aristocracia, donde pasó largas temporadas de su vida y vino a morir, en 1980, Antonia Velasco Muñoz-Serrano, marquesa de Villa Antonia desde la muerte prematura de su padre.
Una década después de la muerte de la marquesa, en 1993, la casa se convierte en una de las localizaciones de la película ‘La Lola se va a los puertos’, protagonizada por Lola Flores, y su ocaso comienza justo después de que se apaguen los focos. “Cuando se emite la orden de 2009 ya se está advirtiendo de que las lesiones que presenta el edificio son graves y afectan a su estabilidad, provocando un riesgo en los viandantes. La falta de mantenimiento ya es patente”, puntualiza al respecto la concejala y arquitecta, añadiendo que la situación en la que se encuentra la casa no es más que un ejemplo de uno de los principales lastres que sufre el área de Urbanismo: el abandono de las propiedades privadas en el casco histórico.
El deterioro del casco histórico
Cualquier intervención en alguno de los edificios que componen el casco histórico de Valdemoro precisa la aprobación de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid, cuyas exigencias son muy grandes al existir siempre la obligación de rehabilitar el espacio. “Es algo mucho más caro que una obra nueva, lo que generalmente echa para atrás a los propietarios. Lo que pasa al final en muchos casos, y en el de la Casa de la Marquesa en concreto, es que optan por abandonarlo y esperar a que se termine cayendo”, apunta la edil, mencionando varios edificios que se encuentran en una situación similar y aludiendo también a solares, como el ubicado en la plaza del Esparto, en el que no se ha construido nada porque no hay promotores a los que les parezca viable económicamente edificar una vivienda acorde al estilo de la arquitectura popular de Valdemoro.
Las construcciones del casco histórico, al igual que la Casa de la Marquesa, gozan de una protección estructural, la aplicada a aquellos elementos que, por su valor histórico o artístico, o por su calidad arquitectónica, se singularizan dentro del municipio. Es el segundo grado, por detrás del integral, que sólo posee el portón de su puerta principal en la avenida de Andalucía. Lo que esto implica, en palabras de la representante municipal, es que “si alguien lo adquiere, o si los propietarios quieren transformarlo en un hotel o en un museo, deben respetar las fachadas y los muros de carga interiores”. La arquitecta de profesión remarca que, en ningún caso se trata de un Bien de Interés Patrimonial (BIP) o un Bien de Interés Cultural (BIC), como ha visto afirmar a varios medios de comunicación y a usuarios en redes sociales. “Sólo está catalogado en el Plan General de Valdemoro de 2004 como bien protegido. En 2017, el Ayuntamiento inició un expediente para que la Comunidad de Madrid lo incluyera en su catálogo, pero no se estimó oportuno a pesar de su gran valor artístico e histórico”.
Sobre la posibilidad de que el Consistorio llegue a adquirirlo, una propuesta llevada a pleno por su propio partido en septiembre de 2021, González asegura que “no tiene conocimiento alguno de esa moción” y reconoce que, ahora mismo, las arcas municipales no están en disposición de hacer frente al gasto que supondría la compra de la finca. Sí tiene constancia, eso sí, de que existen personas interesadas en hacerse con ella para convertir la casa señorial en un gran hotel, devolviendo a sus estancias el uso para el que fueron concebidas.
El riesgo ha desaparecido
Lo que quiere dejar muy claro el Ayuntamiento es que los vecinos de la finca colindante, situada en el número 10 de avenida de Andalucía, pueden estar tranquilos. “La edificación que tenía riesgo de colapsar y que, de hecho, ha terminado colapsando, ya ha desaparecido. Lo que procede de inmediato es tomar medidas sobre el edificio principal y las zonas colindantes que siguen en pie”, declara la concejala de Urbanismo, señalando que se trata de unas exigencias ya recogidas en la orden de ejecución enviada a la propiedad el día del derrumbe.
Su mayor temor ahora es que los encargados de realizar las obras no las ejecuten con el cuidado que requieren, después de que la propiedad no respetase al pie de la letra lo recogido en la orden de ejecución del Consistorio en los trabajos que se llevaron a cabo días después del derrumbe. “Se hablaba de una intervención controlada, de estabilizar las partes próximas que se pudieran ver afectadas por la demolición exclusiva de los muros que estuvieran en riesgo de derrumbe, y lo que hicieron fue entrar con palas y arrasar con todo. De hecho, un antiguo apartamento que había entre la fábrica de tomates y el edificio principal, que en principio no estaba previsto que fuese demolido, se vio afectado y ha habido que echarlo abajo también”, sostiene González, deseosa de que en las próximas intervenciones sí se tomen medidas preventivas a fin de conservar la integridad del edificio principal y garantizar la seguridad de los vecinos de Valdemoro.
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