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Casimiro Dueñas, vecino de Ciempozuelos y ejemplo de vida

Graciela Díaz Cuervo Ver comentarios 1 Viernes, 30 de Diciembre de 2022 Tiempo de lectura:
Casimiro Dueñas junto a la nueva placa del centro  municipal social de Ciempozuelos que lleva su nombre.Casimiro Dueñas junto a la nueva placa del centro municipal social de Ciempozuelos que lleva su nombre.

El superior de la Orden Hospitalaria San Juan de Dios ha sido nombrado hijo adoptivo de la villa de Ciempozuelos por su incansable labor social.

Casimiro Dueñas (Villaharta, Córdoba; 1972) lleva 35 años dedicando sus días a hacer de Ciempozuelos un municipio mejor. En sus más de tres décadas como ciempozueleño, el hermano superior del Centro San Juan de Dios ha velado por el bienestar de miles de residentes: fue el creador del comedor social de Ciempozuelos —entidad que hoy atiende diariamente a más de un centenar de personas sin recursos— y de diversos proyectos de acción social como los programas de acogida de personas vulnerables, el desarrollo de ayudas públicas para ciudadanos y familias en riesgo de exclusión social o las campañas de recogida de juguetes para que ningún niño se quede sin regalos en Navidad. 


Esta incansable entrega hacia los que menos tienen y más necesitan es la que ha suscitado su nombramiento como hijo adoptivo de la villa de Ciempozuelos el pasado 27 de octubre. Un reconocimiento “de justicia” apoyado por toda la corporación municipal. “Ojalá hubiese más personas como él en el mundo”, coinciden.


Casimiro recibió el mérito honorífico de hijo adoptivo en un emotivo acto que tuvo lugar el 1 de diciembre en el edificio consistorial, donde estuvo acompañado por el superior provincial de la Orden San Juan de Dios, Amador Fernández, así como por todos los representantes políticos de Ciempozuelos y por muchos vecinos que quisieron estar junto al hermano en este día tan especial para él. “El nombramiento me sobrepasa y creo que no me lo merezco. No dejo de ser un eslabón más en la cadena que conforma la Obra Social de San Juan de Dios en el municipio”, declaró el cordobés con humildad al recibir el título.


El camino hasta llegar a ser Hermano


Casimiro Dueñas inició su educación en un seminario menor de la Orden Hospitalaria San Juan de Dios de Córdoba. Allí estudió la Educación General Básica (EGB) y recibió las primeras enseñanzas en los valores defendidos por el santo: hospitalidad, respeto, espiritualidad, calidad y responsabilidad. “Yo con 8 años no sabía lo que quería ser de mayor, ni mucho menos me planteaba ser hermano. Mis padres son creyentes, pero no tengo ninguna monja o sacerdote en la familia”, explica, volviendo a esos días en los que, de excursión, visitó Ciempozuelos por primera vez para conocer el centro del que años después acabaría siendo superior. 


Fue aquí, en Ciempozuelos, movido por el amor que encontró en su relación con los residentes del centro, donde Dueñas sintió las primeras inquietudes por seguir el camino vocacional de un hermano de San Juan de Dios. Completó el postulantado, el noviciado y cumplió con el rito litúrgico de la primera profesión —acto por el que una persona se consagra a Dios— el 19 de septiembre de 1993, renovando su deseo de vincularse a la orden hasta en tres ocasiones. 


Al tiempo que completaba el itinerario religioso, Dueñas estudió la licenciatura de Enfermería que, en la actualidad, le acredita para ocupar el puesto de subdirector de este servicio en el centro, así como para dar clases de Higiene Hospitalaria a los alumnos del grado medio en Técnico en Cuidados Auxiliares de Enfermería. 

 

De 50 a 7 hermanos


Desde su primera profesión en 1993, Dueñas ha visto cómo el número de hermanos en Ciempozuelos se reducía de medio centenar a los 7 que son en la actualidad, siendo él, a sus 50 años de edad, el más joven de todos. “Ahora el centro lo lleva el personal sanitario. La pirámide se ha invertido totalmente. Hace unos 100 años había unos 200 hermanos y ningún trabajador”, explica, sin lamentarse por esta reducción de compañeros que, desde su punto de vista, no es más que un síntoma del “problema común que sufre la vida religiosa en la actualidad”. 


Las palabras de Dueñas se ven apoyadas por los datos de las encuestas realizadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y por la Conferencia Episcopal Española (CEE) a lo largo de los años. En España, según el CIS, el porcentaje de personas que se definen como católicas ha bajado del 90,5% en mayo de 1978 al 53,8% en septiembre de 2022. Mientras, el número de quienes se declaran ateos, no creyentes o agnósticos va en aumento: ha pasado del 7,6% al 41,2%.


A esto se suma que, de acuerdo con los datos recopilados por la CEE, España perdió 2.749 curas entre 2012 y 2020, último año en el que el organismo hizo pública su memoria anual. O casos concretos como el del Convento de Las Capuchinas de Pinto, en el que a la muerte de María Visitación el pasado mes de mayo solo quedaban 6 monjas —ninguna de ellas española— de las 20 que llegaron a componerlo antaño.


“Antes la fe se inculcaba en casa, en los colegios… Ahora vivimos en otra sociedad, ni mejor ni peor, en la que la tradición religiosa se ha ido perdiendo. Menciono a profetas y apóstoles en mis charlas con los jóvenes y sus nombres les suenan a marciano”, comenta Dueñas. Hoy la labor de los hermanos en el centro se centra en tratar de conseguir que los valores de San Juan de Dios no se pierdan y calen en el personal que atiende a los pacientes. 


Dueñas también apunta a una crisis del compromiso “para toda la vida” como una característica propia de los tiempos que vivimos. Desde su perspectiva, además de poder apreciarse en los matrimonios o en la vida familiar, esta ruptura se percibe en la labor de voluntariado, en la que hacer el bien “llama cuando es algo inmediato”, pero no son tantos los que están dispuestos a asumir la constancia de continuar ayudando día a día. 

 

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Salir de la cama para ayudar a los demás


Los días para el superior del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos empiezan a las seis de la mañana, cuando sale de la cama para dedicar un tiempo a su oración personal, antes de la misa y rezos comunitarios. A lo largo de la mañana, Dueñas suele dedicar su tiempo a visitar pisos para el programa de protección internacional y, en estos últimos días del año, le toca asistir a reuniones para ajustar los presupuestos de la obra social de cara al inicio del 2023. 


Tras la comida con el resto de hermanos, con motivo de la llegada de la Navidad y la esperada visita de los Reyes Magos, el religioso acompaña a los voluntarios en la ardua tarea de envolver los más de 1.600 regalos que entregarán a las familias a las que ayudan desde el Área de Solidaridad y a los refugiados que residen en Ciempozuelos. 


Por la tarde, sobre las 20.30 horas, es el momento de los rezos de vísperas y solo luego, tras una larga jornada de trabajo dedicada a atender a los demás, es tiempo de descansar. Esta rutina se ve alterada los dos días en semana en los que Dueñas da clase por la tarde a futuros auxiliares de enfermería. Dueñas, puede sentirse orgulloso de haber formado a varias generaciones de auxiliares de enfermería desde su llegada a Ciempozuelos. “También soy tutor de prácticas. Nuestros alumnos son nuestra cantera y, aunque hay quien se forma en hospitales como el Infanta Elena o el del Tajo, el grueso escoge quedarse en el centro”, apunta el profesor, contento de poder conocer personalmente a los que luego serán sus compañeros. “A alguno le he llegado a decir que le hemos moldeado”. 


Los fines de semana el ritmo baja para el hermano, que siempre que puede trata de acercarse al comedor social para colaborar en el reparto de comida a las familias más vulnerables.


Gestionado por la Obra Social San Juan de Dios, el comedor reparte más de un centenar de comidas diarias a personas vulnerables, cifras que se vieron desbordadas durante la pandemia del covid-19, cuando el número de raciones aumentó a más de 300. “El comedor estaba cerrado, pero seguimos con el reparto. Con la vuelta a la normalidad todo se relajó”, cuenta Casimiro. 


También el centro asistencial tuvo que cerrar sus puertas a cal y canto cuando se decretó el estado de alarma en todo el país, manteniendo sus puertas selladas durante casi dos años. Aunque esto permitió que, en palabras de Dueñas, “apenas hubiese que lamentar muertes”, fue un periodo muy duro para residentes y trabajadores. “Los pacientes sufrieron mucho. ¿Cómo le dices a una persona con discapacidad intelectual que no te puede dar un abrazo?”, se pregunta el enfermero, que recuerda con emoción cómo sus compañeros lo dieron todo por el bienestar de los pacientes.

 

Referente


La Orden Hospitalaria San Juan de Dios cuenta con más de 70 centros en España que suman 13.165 plazas sociosanitarias y atienden a un total de 1,9 millones de personas al año. El de Ciempozuelos es uno de los que más importancia tiene para la historia de la orden, dado su papel clave en el proceso de refundación encargado al sacerdote Benito Menni tras la desamortización de Mendizábal en 1836. Después de abrir el primer hospital infantil de España en Barcelona  en 1867, Benito Menni viajó a Ciempozuelos, donde decidió convertir una casa solariega en casa de salud mental y residencia en 1877, fundando el centro que sigue en funcionamiento en la actualidad con casi 150 años de historia a sus espaldas. 


A día de hoy, el Centro San Juan de Dios cuenta con unas 1.280 camas y acoge a 500 personas con discapacidad, 280 ancianos y unos 300 pacientes de salud mental. “Es uno de los centros más importantes de España e incluso de Europa, en atención a la discapacidad”, afirma su Casimiro, encargado de hacer del edificio una casa para los residentes, muchos de los cuales son enfermos crónicos que pasan entre sus paredes toda la vida. “No podemos competir con los grandes adelantos tecnológicos, pero sí en hospitalidad y en buscar la dignidad del paciente. Queremos que se sientan como en casa”. 


Más allá del centro, y con un presupuesto diferenciado, se encuentra el Área de Solidaridad, que enmarca todas las acciones sociales que los hermanos de San Juan de Dios llevan a cabo en Ciempozuelos. Los programas se dividen en: garantía alimentaria —se incluye el comedor social y la entrega de alimentos frescos—, urgencia social, atención a la infancia, protección internacional y sensibilización. Tras estos grandes nombres se esconden medidas sociales con las que se beneficia a centenares de vecinos de Ciempozuelos como la ayuda al alquiler, el pago de becas de comedor, o la farmacia social para gente no empadronada en el municipio. 


Para Dueñas lo ideal sería que estas ayudas no existiesen, pues significaría que todo el mundo tiene acceso a una vivienda digna, puede pagar las facturas del gas y la luz y no necesita un subsidio hasta para llevarse un trozo de pan a la boca.


“Desde San Juan de Dios estamos fomentando la inserción laboral para dar una salida a estas personas. Si se quedan recibiendo ayudas se puede generar un bucle del que no es fácil salir”, afirma Casimiro Dueñas, cuyo nombre quedará para siempre vinculado a la historia de Ciempozuelos como hijo adoptivo de la Villa Hospitalaria.

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