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Gloria Galán

De esta saldremos… ¿más fuertes?

Miércoles, 23 de Febrero de 2022 Tiempo de lectura:

De esta saldremos más fuertes, se decía durante el confinamiento. ¡Mentira! Porque como no acabe pronto esta situación pandémica, sé de una que puede terminar poniéndole la mascarilla al perro.

Sin ir más lejos, el otro día, de forma muy natural, me pulvericé detrás de las orejas, el cuello, las muñecas…¡¡Con el gel hidroalcohólico!! Me di cuenta, no cuando me lo estaba echando, sino cuando se me quedó pegada, al cuello, una bolsa de plástico de la frutería. Es un olor tan, tan familiar que no me sorprendió nada lo impregnado que estaba en mi cuerpo. ¡Y la cantidad de geles de olores que están fabricando! Que si de mora, de fresa, de frutos del bosque. En algunos lugares tienen uno, que más que gel, parece orujo blanco o aguardiente. ¡Es fortísimo!  Y no sé muy bien si lo que hace es matar al virus o emborracharlo porque irse, lo que se dice irse, no se va.

 

Menos mal que han llegado las vacunas. Qué curioso ha sido. Recuerdo la primera dosis: todos nerviosos, expectantes, con inseguridades, reacios y con miedo. “Tranquila, no va a doler”. “Si le da fiebre o tiene molestias, tómese un paracetamol”. “Ya está ¿a que no le ha dolido?”. “Por favor, quédese sentada quince minutos a ver si le hace reacción”. Selfies por doquier. Facebook, Instagram, Twitter llenos de fotos, con gente poniéndose la vacuna y con el dedo pulgar de la mano levantado hacia arriba.

 

Tercera dosis: Trescientas personas por delante. “¿Cuál me van a poner? Ah no, no, yo no quiero la Moderna, yo quiero Pfizer. Señor, es la que ponemos en este hospital. Pues no quiero. Me voy”.  Doscientas noventa y nueve personas por delante. “Venga, vayan pasando y se sientan en las sillas que van quedando libres. Pero oiga, señorita, ¿no la van a desinfectar?”… Doscientas noventa y ocho personas por delante. Uno de los auxiliares en voz alta: “Por favor, vayan preparando el brazo en el que quieren que les pinchen” (me viene a la cabeza la imagen de un camión lleno de corderitos, que asoman su hociquito por entre los barrotes. No sé muy bien el por qué de esa imagen). Doscientos noventa y siete brazos desnudos por delante. Suena un móvil. Soy una oveja tras el rebaño. Pim, Pam, un pinchazo, otro, ¡El siguiente! “Ya está, ya se pueden ir. No hace falta que esperen.” Una fila de personas saliendo a la calle, con un grado bajo cero, el hombro desnudo y sujetándose un trozo de gasa al ritmo de “El burrito sabanero”, porque el señor de delante no puede coger el móvil. ¡Ay, lo que se están perdiendo los antivacunas!

 

Decimoquinta dosis: “Oye mira, me han dicho, que en el súper, está de oferta la autovacuna “Viejuna”. Que es nueva y fácil de aplicar. Y por la compra de tres dosis, te regalan un pack de cinco test de antígenos y un paquete grande de klinex” (Imagino que lo habéis pillado ¿no?).

 

Personalmente, no sé cómo voy a terminar. El otro día, tuve una de tantas reuniones on line. No me acuerdo si la videollamada fue por Skipe, Zoom, Meet, ICQ, Jitsi, Viber, Tox, WhatsApp, Face Time, Google Duo, Hangouts, Line, Wire, IONOS, Facebook (messenger), de verdad que no me acuerdo, me entendéis ¿verdad?... bueno, pues cuando me conecté y vi a todos hablando, de repente, me levanté de la silla, les dije que volvía enseguida. ¡Se me había olvidado ponerme la mascarilla para hablar! Sí. Como lo oís. Casi dos años con ella y, todavía, se me olvida ponérmela en algunos momentos. “¡Pero Gloria!, me dicen desde el otro lado del ordenador, ¿te das cuenta de lo que acabas de hacer? ¡Tú no estás bien!”. ¡¡Que te has puesto la mascarilla!! ¡Ay qué vergüenza cuando fui consciente! ¡Me había puesto la mascarilla de noche, la que me hace juego con el pijama! Se ve que, por la mañana, con las prisas, se me olvidó meterla debajo de la almohada y la debí colgar en la percha, en donde pongo las mascarillas que uso por la tarde.

 

Es una verdadera pesadilla, porque hay algunas que no me combinan nada bien con lo que llevo puesto. Y si encima, son las FFP2, las que te hacen parecer un pato, todavía menos “cool”. Menuda cara de susto se me quedó la primera vez que oí hablar de ellas. “¿Cómo dices que se llaman? FF-PEDOS. Pero ¿me aseguras que son para cubrirnos boca y nariz y no…?” Yo ya me espero cualquier cosa. Si lo piensas bien, igualmente se expulsa aire por ahí. ¡Anda! ¿A que nadie había pensado en esa vía de trasmisión y contagio del virus? Interesante cuestión.

 

Lo sé, lo sé, más que un artículo de OPINIÓN de ZIGZAG, parece un monólogo del club de la comedia. Pero yo sigo las recomendaciones de mi psiquiatra: me recomendó escribir y ahora le pago por fascículos.

 

Así que no voy a seguir contando más cosas de las que me pasan. También es cierto, que me sentiría muy acompañada y comprendida, si supiera que hay más gente que le ocurre lo mismo que a mí. Como cuando, durante la pandemia, me quedé sin guantes de látex. ¿Y ahora qué hago? ¡No quiero tocar nada! ¿Cómo voy a ir a comprar sin protegerme las manos? ¡El gel hidroalcohólico es un artículo de lujo! ¡Lo tengo que racionar, que me ha costado dieciocho euros un bote de litro! En situaciones de crisis, la imaginación es buena aliada. Al día siguiente, salí a la calle con mis guantes de fregar. Eso sí, monísimos. Los míos eran rosas. La pena es que aún no tenía las mascarillas de ese color para ir conjuntada. ¡Tres horas! Casi tres horas tardaba en recoger las vueltas de la compra con esos guantes; claro que con el datáfono, tampoco fue mucho mejor. Imaginaos, sin gafas, intentando teclear los números a través de una pantalla de cristal, con un dedo enguantado, que más que dedo parecía una morcillica… ¡¡¡Batí el record de números de PIN acumulados!!!

 

Por cierto, habéis pillado lo del pack de test antígenos y el paquete grande de Klinex ¿verdad?

 

Íbamos a salir más fuertes, decían. Más fuertes ¿en qué? Desde luego en salud mental, no. Por lo menos yo. Fijaos si me está pasando factura la pandemia, que todas las noches sueño que me cogen el teléfono a la primera… en el centro de salud.

 

Gloria Galán, "madrileña por parte de madre, vasca por parte de padre y pinteña por parte mía", como ella misma se naturaliza, es escritora, pedagoga, psicomotricista y maestra de infantil. Es autora, entre otros títulos, de '20 poemas infantiles y 1 relato para ti' (2008), 'Cuentos umbilicales' (2014) y ' 'Enhumorada' (2019).

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