Birdlife
Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

Valentín Coronel

No es país para hojas

Viernes, 13 de Agosto de 2021 Tiempo de lectura:

Bajamos del tren muy enmascarados. Tras medio año “exiliados” por culpa del murciélago que amó a un pangolín, el experimento que salió mal (o demasiado bien), o la milonga que les apetezca, pudimos regresar a Pinto. 

 

Mi mujer, de Lugo, empezó a cocerse como una vampiresa según asomó el pie fuera de la estación. “Cariño, este calor es insoportable”.

 

“¡Qué va!” -contesté- “este calor es seco, ya verás como no sudas”.

 

“Claro. Sí mueres, no sudas”, respondió, mostrando esa retranca tan gallega en la que nunca sabes si se ríe de ti, contigo, o está a punto de clavarte un picahielos.

 

Pinto permanecía siendo Pinto: un bonito pueblo cuyos habitantes habían huido a la zona de La Tenería. Mis padres, siguiendo la estela de otros pintafeños, también se habían mudado al otro lado del cementerio. Bueno, siguen vivos. Usted ya me entiende.

 

Como yo aquí había venido a hablar de otra cosa me saltaré el encuentro familiar: torpes abrazos, el “beso o codo”, las cervezas frías, mi gallega derritiéndose… la tarde pasó, dormimos como troncos en una sauna y un estruendo nos despertó. 

 

No, otra vez no. 

 

Como Derry tiene a Pennywise, el capitán Ahab a su ballena blanca, y Andy a su Lucas, Pinto seguía sometido a la tiranía del soplahojas.

 

Para aquellas afortunadas personas que hayan vivido siempre en el mundo de la fantasía -o en La Moraleja, en su defecto-, y no sepan que es un soplahojas, he aquí su descripción:

 

El soplahojas es el primo díscolo de la recatada aspiradora; a esta última le gusta quedarse en casa e interiorizar sus problemas; al soplahojas… ¡Ah, al soplahojas! A él le encanta madrugar y conversar a rugidos con los vecinos. ¡Es amigo de las alergias, el rey de la energía inútil!

 

Pensaba que me había librado de él, ¡maldita sea! Me asomé al patio interior de la comunidad y observé a un pobre humano con su brazo atrapado. Poca gente lo sabe: hay un chip que impele al esclavo del soplahojas a intentar mover materia microscópica de acá para allá con vientos huracanados. ¿Minúsculas piedras? ¿Una hormiga camino del trabajo? ¿Una lentilla abandonada? Nada escapa al único ojo del soplahojas.

 

En aquel patio tan cuqui, tan perenne, tan pulido y limpio que parecía la infografía de un quirófano, un hombre atrapado en un soplahojas se batía contra hojas inexistentes. Me pudo la cobardía. Estuve a punto de quitarle el endemoniado aparato, pero… ¿Quién sabe? Quizá yo hubiera tomado el lugar del incauto. Temí quedar atrapado en una puñetera Santa Compaña tubular para toda la eternidad… o hasta que se acabase el combustible.
(Por lo que sea, mi mujer gallega tampoco entendió para qué narices sirve un enorme y atronador soplahojas en un patio sin hojas).


El escritor pinteño Valentín Coronel es autor de la colección juvenil "Tu opinión divergente". Su libro "Geografía bajo el ombligo" ha sido incluído en la lista de mejores obras infantiles y juveniles de 2020 de la Comunidad de Madrid. 

 

Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.174

Todavía no hay comentarios

Quizás también te interese...

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.