Encarcelado el director del hospicio de Bal Mandir
Los niños de Nepal acaban de comenzar su periodo vacacional predilecto, el Dashain, cuyo carácter me recuerda mucho a nuestras Navidades. Por estas fechas, todos los años desde 2006, llevábamos a cabo actividades de creación artística con los menores que habitaban el orfanato más grande de Nepal, Bal Mandir, hasta que por culpa del terremoto que sacudió el país en abril de 2015 tuvieron que ser realojados en otro hospicio de Katmandú hermanado con el anterior, denominado Siphal, donde desde entonces realizamos nuestras actividades.
El año pasado por primera vez mis problemas de movilidad me obligaron a renunciar a mi presencia física en el escenario de las operaciones, aunque eso no significó que me desentendiese del proyecto. Mi mujer, Aurora, que puso en marcha conmigo esta iniciativa en 2006, se desplazó allí con un grupo de voluntarios españoles y, con la ayuda de varios jóvenes ex Bal Mandir, lograron dar continuidad a esta labor que, más allá de lo puramente artístico, ha reportado numerosos beneficios a los menores de ese hospicio.
Este año Aurora está a punto de partir con un nuevo equipo, y yo volveré a ser testigo de sus acciones desde la distancia. Lo acepto con resignación.
En esta ocasión hay un hecho que no creo que suponga alteración alguna de las actividades que hemos programado, pero no cabe duda de que, al menos para Aurora y para mí, es una conmoción: el Director de Bal Mandir, que en su día nos recibió con los brazos abiertos e hizo todo lo posible en años sucesivos para facilitar nuestra labor, tendrá que pasar el Dashain en prisión, donde parece que permanecerá durante una larga temporada.
Hace varias semanas que nuestros amigos de Katmandú nos comunicaron la noticia que había aparecido publicada en la prensa. Al parecer una mujer de Reino Unido fue detenida en el aeropuerto de Katmandú cuando pretendía abandonar el país con un bebé en brazos que, según declaró en un primer momento, ella misma había dado a luz en Nepal. Como los agentes desconfiaron de sus explicaciones, solicitaron que un médico explorase a la mujer. El doctor determinó que esa mujer no había tenido ningún parto, al menos no recientemente. Por supuesto, el bebé y su madre ficticia no pudieron salir del país, pero además ella fue detenida. Entonces declaró que había pagado al Director de Bal Mandir por proporcionarle el bebé. Pronto se supo que nuestro amigo había conseguido que una mujer embarazada en contra de su voluntad, le vendiese su hijo tras el parto con la promesa de que se lo entregaría a una familia extranjera que cuidaría de él.
Es probable que ese amigable Director, que a diferencia de otros empleados del orfanato parecía que se preocupaba por los menores que tenía a su cargo, se haya lucrado con este tipo de arreglos en alguna otra ocasión. No lo sé. Pero lo que parece evidente es que nuestro amable anfitrión no evaluó las graves consecuencias que podría acarrear un acto de esta naturaleza, por más que él se justificase a sí mismo pensando que aquello no perjudicaba a nadie y, por el contrario, beneficiaba a todas las partes implicadas: el bebé (que conseguiría una familia acomodada), la madre biológica (que supongo que recibiría una remuneración económica), la madre impostora (que eludía un complejo proceso de adopción internacional, desde hace años imposible en Nepal) y él mismo (que imagino que obtendría beneficio económico).
Aunque me atrevo a asegurar que el desdichado Director nunca ha tenido otros repugnantes fines espurios relacionados con el tráfico de menores, no comprendo cómo no fue consciente de la gravedad de una acción de este tipo.


















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.174