Sudip
Cuando trabajamos en Bal Mandir por primera vez, en 2006, nos llamó la atención un niño llamado Sudip que en ese momento tendría nueve años de edad.
Por entonces había multitud de niños y niñas en Bal Mandir, pero quizás fue él quien más comunicativo se mostró con nosotros, a excepción de algunas niñas mayores, como Kalpana, Sunita o Sarita, que tuvieron un acercamiento a nuestro grupo aún mayor. A pesar de su corta edad, Sudip hablaba bastante bien en inglés, y congenió estupendamente con Arturo, uno de mis alumnos.
Poco después de aquella primera experiencia, el Instituto de Educación Secundaria "Valle del Saja", de Cabezón de la Sal, nos pidió que seleccionásemos a uno de los internos de Bal Mandir para ser becado directamente por los alumnos de ese centro educativo. Como no teníamos acceso a sus expedientes académicos, y no confiábamos en la honestidad de la dirección del orfanato, ante la ausencia de información objetiva, propusimos a Sudip guiados por nuestra intuición. Recuerdo que en ese momento para mí fue importante el hecho de que Sudip tuviese afición por el dibujo y una extraordinaria habilidad para ello.
Con ayuda del equipo directivo, profesores y algunos amigos de Cabezón de la Sal, los alumnos del "Valle del Saja" organizaron todo tipo de actividades para recaudar el dinero necesario para financiar los estudios de Sudip en una buena escuela con internado. De ese modo Sudip no tendría que seguir viviendo en Bal Mandir, salvo en los períodos vacacionales, donde nos parecía que los menores estaban bastante desatendidos en todos los sentidos.
Hasta la fecha, Sudip no ha sido un estudiante brillante. Ha ido pasando cada curso con dificultades. La directora de la escuela siempre me decía que el niño estudiaba suficientemente, pero tenía problemas de memoria, porque la mayor parte de lo que aprendía antes del examen, llegado el momento decisivo no lo recordaba. En más de una ocasión Sudip pensó abandonar sus estudios. Afortunadamente no lo hizo. El año pasado superó uno de los exámenes más importantes en el sistema educativo nepalí, el que denominan SLC, que se realiza al terminar el décimo curso, que equivale a la finalización de la educación secundaria obligatoria en nuestro país. Ahora está estudiando una especie de bachillerato especializado en el área de turismo. Pero lo más importante es que ello ha supuesto un cambio importante en su vida, porque tras superar ese examen, ha tenido que abandonar la escuela con internado y ha empezado a vivir de un modo más independiente. Ahora comparte apartamento con Suresh y una chica llamada Elisa, y se muestra muy feliz con su nueva situación. Tenemos la impresión de que este cambio le ha hecho madurar muy rápidamente.
Le hemos ofrecido la posibilidad de colaborar con nosotros como voluntario, lo que ha aceptado con entusiasmo. Realmente estamos encantados con él. Sudip ahora es un joven responsable, alegre, activo, extrovertido y cariñoso. Durante estos días se está alojando con nosotros en nuestro apartamento.
Ayer me llamó la atención en Siphal un hecho que me pareció sorprendente. Ya sabía que algunos de los internos mayores como Devi, Mishra o Govinda ayudaban voluntariamente a las cuidadoras de los niños de Dididai en diversas tareas, lo cual me llena de admiración hacia esos jóvenes, pero ayer descubrí a Anisha, Pemba y Posi, tres niñas que no pasarán de los ocho años de edad ninguna de ellas, dando la comida a varias de las niñas de Dididai, con un esmero y un cariño fuera de lo común. Sinceramente pienso que cuando yo era joven, mucho menos cuando era un niño, aunque no era una persona remilgada, no hubiera sido capaz de hacer algo así por mi propia iniciativa.
Bal Mandir y Siphal nos regalan cada día lecciones de humanidad.
Katmandú, a 7 de octubre de 2016.
José Luis Gutiérrez
José Luis Gutiérrez Muñoz es Profesor Titular del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Residente en Pinto, es el promotor de una labor humanitaria, desde 2004, en orfanatos de India, Nepal y Ecuador. Ha publicado dos libros sobre sus experiencias, "De sol y de luna", en el que relata la adopción de sus dos hijas, y "La balsa de Quingue", relatos sobre la vida de los niños y niñas de estos orfanatos. Este año publicó su primera novela "Por amor al arte".
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