Puja
Generalmente después de cualquier excursión pedimos a los niños que dibujen sus impresiones, cualquier cosa relacionada con el viaje que les haya llamado la atención o que les parezca especialmente significativa.
Puja es una interna de Matruchhaya de 13 años de edad, muy inteligente, que siempre ha destacado por su talento para el dibujo, de hecho procuramos apartarla un poco del resto durante esas sesiones creativas, porque los demás tienden a copiar lo que ella hace. Cuando el pasado lunes, el día siguiente a nuestro regreso a Nadiad desde Goa, les pedimos que crearan alguna imagen que su mente conservara de esa vivencia reciente, Puja me sorprendió con una acuarela realizada enteramente con sus dedos, sin utilizar pinceles, en la que me representaba a mí mismo sentado en una aparatosa silla de ruedas que empujaba Jodish.
El estilo del dibujo me pareció más infantil de lo habitual en Puja, pero lo que más me llamó la atención fue el hecho de que yo parecía un bebé acomodado en un carro que empujaba un señor que, a juzgar por su corpulencia y ese bigote y perilla que le confería aspecto de adulto responsable, podría pasar por ser el padre de la criatura. Pero el nombre de "José Luis" colocado por encima del sonriente infante, con una flecha apuntando hacia su cabeza para no dejar ninguna duda sobre la identidad del personaje, y el de "Jagadish", contracción de Jagadishwor, nombre real de Jodish, con una flecha apuntando hacia las piernas de ese individuo serio y absorto, cuya expresión de preocupación contrastaba con la de ingenua alegría del menor, evidenciaban la intención representativa de Puja.
Durante los pocos días que hemos permanecido en Goa, seguramente por el calor y por las muchas horas que permanecí inmóvil en el asiento del autobús, me sentí más incapacitado para moverme de lo habitual. Los menores de Matruchhaya que como Puja me conocen desde hace tiempo, seguramente llevan años percibiendo mi progresiva pérdida de movilidad, pero probablemente nunca hasta ese momento se habían dado cuenta de que mi hija Roshní tenía que ayudarme en tareas tan elementales como darme la comida, algo en lo que también colaboraron niñas como Kavita y Punam. Igualmente les llamaría la atención el hecho de que en todo momento necesitara que alguien empujara mi silla, para lo cual habitualmente se turnaban Andrea, Clara, José, Roshní, Jodish o incluso alguno de los niños y niñas mayores de Matruchhaya como Ashok o Kinnari. En ese sentido, resultó especialmente fatigosa la entrada y la salida de la playa, porque las finas ruedas se hundían en la arena, algo que sufrió principalmente Jodish, al ser él quien asume la responsabilidad de la conducción de mi artefacto locomotor cada vez que hay dificultades.
Puja, como la mayoría de niños y niñas de Matruchhaya, siempre me ha tratado con mucho cariño, y supongo que no le pasa desapercibida mi dependencia cada vez mayor de la asistencia de quienes me rodean. Por lo que ellos mismos me dicen, a menudo me tienen presente en sus oraciones, algo que yo siempre les agradezco, pero lo que más me gusta es que afrontan mi enfermedad, y supongo que cualquier otra, con absoluta naturalidad, sin expresiones de lástima. Realmente ellos mejor que nadie conocen en su propia carne o en la de sus compañeros la adversidad, y han aprendido a convivir con ella. Por eso, aunque les gustaría verme caminar con normalidad o bailar, aceptan sin dramatismo este tipo de limitaciones y nunca dudan en ofrecerme su ayuda. Por mi parte, yo durante estos últimos años he tenido que aprender a convivir con todos estos inconvenientes, tratando de no dirigir mucho la mirada hacia mí mismo, para lo cual ha sido esencial el conocimiento de realidades como Bal Mandir o Matruchhaya; pero a la vez estoy aprendiendo a dejarme ayudar, algo que no es fácil.
En realidad pienso que una de las facetas más importantes del trabajo que estamos haciendo en estos orfanatos es precisamente el intercambio afectivo, que no sería genuino si no fuera recíproco. Para mí es evidente desde hace años que tratando de ayudar a estos menores el principal beneficiado soy yo, pero esos pequeños gestos de los niños que se complacen en ayudarme, o el dibujo de Puja que me representa como a un bebé, ponen de manifiesto que es necesario y saludable invertir los roles de vez en cuando.
Matruchhaya, a 13 de noviembre de 2013.
José Luis Gutiérrez Muñoz es Profesor Titular del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Residente en Pinto, es el promotor de una labor humanitaria, desde 2004, en orfanatos de India, Nepal y Ecuador. Ha publicado dos libros sobre sus experiencias, "De sol y de luna", en el que relata la adopción de sus dos hijas, y "La balsa de Quingue", relatos sobre la vida de los niños y niñas de estos orfanatos.

















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