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José Luis Gutierrez

Netra

Lunes, 02 de Noviembre de 2015 Tiempo de lectura:

Hoy es el día grande del Dashain, el día en el que los mayores ponen a cada uno de sus familiares una señal de color bermellón en la frente que denominan tika. Con esta ceremonia celebran una legendaria victoria del ejército del bien sobre los demonios. Esa llamativa marca roja en la frente sirve para rememorar la sangre derramada en aquella batalla, pero también para recordar los lazos sanguíneos que unen a cada familia.

El bloqueo comercial que ha impuesto India a Nepal sigue causando enormes problemas. En las gasolineras sólo sirven combustible a vehículos públicos. La semana pasada permitieron repostar un solo día a las motocicletas y demás vehículos privados, lo que generó colas kilométricas. Desde ese día no se ha vuelto a ofrecer esa posibilidad. También hay mucha dificultad para conseguir gas. Cada vez son más las familias se están viendo obligadas a preparar la comida con leña. También los restaurantes se ven en la necesidad de cocinar donde pueden quemando madera, pero a la vez han tenido que reducir drásticamente su carta, porque sin fogones no pueden ofrecer mucha variedad. Tal vez nosotros tengamos también que utilizar pronto ese sistema primitivo para preparar nuestro desayuno y nuestra cena en el apartamento donde nos alojamos, ya que no creo que nos quede mucho gas en la bombona.

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Katmandú parece una ciudad extraña con tan poco tráfico. Además, en estos días la capital se ha quedado bastante despoblada porque la mayoría de los habitantes regresan a su lugar de origen, fuera de la urbe, para pasar el Dashain con los familiares que aún les queden en el pueblo. Ahora resultan más visibles las consecuencias del boicot comercial que los estragos del terremoto. Katmandú ya era una ciudad caótica antes de esa catástrofe natural. Encontrarse con las ruinas de alguna casa que se haya desplomado, no resulta especialmente llamativo en este desordenado paisaje urbano. Aquí algunas edificaciones parecen viejas aunque estén recién construidas. Pueden verse viviendas aparentemente lujosas, pero resultan incongruentes con las desastrosas calles que las rodean, sucias, con enormes charcos cada vez que llueve, a menudo sin asfaltar, llenas de baches y sin aceras, o tan deterioradas que resultan impracticables.

A pesar de todas las dificultades, nuestro trabajo con los niños alojados en Siphal y con los más pequeños de Bal Mandir instalados en las proximidades del viejo orfanato, está resultando muy estimulante para los menores, especialmente para los de Siphal, a quienes estamos dedicando más tiempo.

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El año pasado el voluntario ex Bal Mandir Netra, que actualmente está estudiando Ingeniería becado por la asociación española Ruta 6, nos dijo que, a pesar de que se sentía contento de participar en nuestro proyecto, consideraba que no estaba siendo todo lo útil que podía por no tener una responsabilidad específica dentro del grupo. Por eso, este año le pedí que se encargara de recopilar buena cantidad de juegos de patio, y al llegar aquí él mismo ha asumido la organización de esta peculiar Olimpiada en la que estamos incluyendo competiciones muy diversas. Ayer contemplé fascinado cómo jugaban a baloncesto sin utilizar canastas, porque no existen en el patio de Siphal. Sobre el suelo de tierra de ese espacio central colocaron dos sillas en el lugar que debían ocupar las canastas si aquello fuese una cancha de baloncesto. Cada uno de los dos equipos participantes tenía que destinar un jugador a hacer el papel de canasta, situado de pie encima de la silla, con la peculiaridad de que podía moverse, sin bajarse de la silla, para atrapar la pelota cuando algún compañero suyo lanzaba a canasta. Si lograba cogerla, el tanto subía al marcador. Todos los niños estaban familiarizados con esta ingeniosa modalidad de baloncesto. Entonces recordé que cuando era pequeño rara vez podíamos practicar ese deporte porque en mi barrio no había canastas, por eso nuestro juego favorito era el fútbol, suplantando las porterías por piedras. En ocasiones la propia cartera del colegio marcaba los límites. No pude evitar preguntarme cómo no habíamos adoptado una solución similar con lo ingeniosos éramos la mayoría de los chavales de mi barrio a la hora de inventar juegos callejeros.

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Pero la Olimpiada de Siphal, en la que participan tres equipos formados por unos veinte niños cada uno, además del baloncesto, incluye muchas otras competiciones: carrera de sacos, prueba de fuerza tirando cada equipo del extremo de una cuerda, carreras portando globos entre dos niños con las manos atadas, diversas pruebas en las que los competidores tienen que moverse con los ojos vendados guiados por las explicaciones verbales que les ofrecen sus compañeros, fútbol, un divertidísimo juego que consiste en apropiarse de la bandera del equipo enemigo, ping-pong, concurso de bailes, una modalidad del pañuelo puramente nepalí y muchos otros juegos más que vamos descubriendo con admiración cada día. Pero además, Netra desea incluir una competición de drama en la que los jugadores seleccionados por cada equipo tendrán que representar ante el jurado una escena teatralizada.

Me alegra pensar que este año Netra también participará en el proyecto de Matruchhaya. Allí, además de dibujar y pintar, podremos realizar con los niños algunos de estos juegos que están resultando tan interesantes

 

Katmandú, a 22 de octubre de 2015.

José Luis Gutiérrez

José Luis Gutiérrez Muñoz es Profesor Titular del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Residente en Pinto, es el promotor de una labor humanitaria, desde 2004, en orfanatos de India, Nepal y Ecuador. Ha publicado dos libros sobre sus experiencias, "De sol y de luna", en el que relata la adopción de sus dos hijas, y "La balsa de Quingue", relatos sobre la vida de los niños y niñas de estos orfanatos. El año pasado publicó su primera novela "Por amor al arte" y este año ha publicado "Lugares del abandono".

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