De terraceo por Valdemoro
Llega el buen tiempo y, nada más nuestro, que pasarlo en la terraza de nuestro bar favorito. Desde primera hora de la mañana, las mamás dejan a sus hijos en el cole y se toman un cafelito con sus vecinas, socializando y comentando sus rutinas y quehaceres. Algo más tarde un grupo de trabajadores almuerza en la terraza y aquí el condumio ya se pone algo más interesante: bocatas y algún carajillo.
Poco después bajan los de las oficinas: más café, bostezos, comentarios sobre el fútbol, algún zumito o pulguitas y a salir pitando a currar. A continuación, los afortunados toman el aperitivo y corriendo se preparan las mesas para las comidas, sobremesas, merienda, tardeo, copas… Una terraza con buena parroquia puede estar funcionando desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche, o hasta las tres de la madrugada los viernes y sábados.
Yo soy muy fan del terraceo. Creo que se podría hacer una película sin que los protagonistas se tuvieran que levantar de la mesa. Tantas son las conversaciones y anécdotas que en una sola jornada se pueden vivir en una terraza… Pero, como en todo, hay una segunda lectura.
Si nos fijamos un poco podemos ver la segunda fila de coches aparcados alrededor de la terraza, al vecino que no para de dar vueltas cuando llega del trabajo para encontrar un hueco donde aparcar y al camión de reparto de las cocacolas que se para en cualquier sitio porque la reserva de carga y descarga también está ocupada.
No se sabe cuántas terrazas hay en Valdemoro, pero intuyo que sólo en tasas las arcas municipales se llevan un buen pico. La pregunta es: ¿Cuántas plazas de aparcamiento en las calles están ocupadas por las terrazas? No descubrimos nada cuando hablamos de lo difícil que es aparcar en algunas zonas de nuestra ciudad y, cada plaza que se pierde escuece a los contribuyentes que no reciben ningún descuento en el impuesto de circulación cuando un trozo de su calle se “privatiza” para un bar. Por supuesto, tampoco se les ofrece una alternativa de estacionamiento.
Uno de estos contribuyentes me decía que de nada les sirve a los restaurantes poner terrazas de 20 mesas si nadie va a poder aparcar en la zona: “Si quitan sitio de aparcamiento, los clientes tampoco van a poder ir”.
Tampoco podemos olvidar a los vecinos en cuyo bloque les han puesto una terraza; noches de verano de ruido y algarabía, ventanas cerradas y calor para sobrellevar la contaminación acústica. Las voces, el correr de sillas y mesas y los pitidos pasan a formar parte de su vida ¿No tienen derecho al descanso?
Paradójicamente la Ley de Procedimiento Administrativo establece que cuando una decisión municipal afecte a los vecinos debe haber un “periodo de consultas” para que puedan presentar alegaciones a la instalación, por ejemplo, de una terraza bajo sus ventanas o la supresión de varias plazas de aparcamiento en la calle, pero mucho me temo que esa obligación no se está teniendo en cuenta.
Hablamos de negocios y de ocio, de derecho a divertirse y de movilidad, de derecho al descanso; en definitiva, de convivencia. Nada mejor que el diálogo para que unos derechos no colisionen con otros. A veces la solución es tan sencilla como mover la terraza unos pasos para reducir su impacto. En otras ocasiones habrá que aplicar la normativa, simple y llanamente.
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