Aurora
Quienes me conocen saben que no se puede contar conmigo para dar una sorpresa, porque me resulta muy difícil guardar el secreto, pero esta vez he sido capaz de contenerme.
Cuando dimos por concluido el proyecto de Bal Mandir, el 18 de octubre, me desplacé hasta Ahmedabad con Ram y Laxman para iniciar nuestro trabajo en Matruchhaya con Chandrika, Andrea y Clara, que viajaban desde España. Aurora decidió tener su periodo de descanso en Katmandú. Allí Kalpana, Jodish, Netra, Basanti y Kamala, se encargarían de acompañarla y atenderla como si fuera una verdadera reina. Pensó que, dado que pretendía permanecer en la capital nepalí hasta poco antes de las Navidades, sería buena idea viajar hasta Matruchhaya para pasar unos días con nosotros al final del proyecto y regresar a Nepal con los mellizos Ram y Laxman. Entonces me pidió que ocultara sus intenciones para que su repentina aparición en el orfanato indio fuese un inesperado regalo, especialmente para nuestra hija Chandrika que ya había aceptado con resignación no ver a su madre desde que salimos de España, a mediados de septiembre, hasta Navidades.
El pasado lunes acompañamos a Punam, Pratik, Veronika y Pratna a sus respectivas escuelas de educación especial en Ahmedabad, en cuyos internados permanecen alojados durante el periodo lectivo. Kajol y Geeta se quedaron en Matruchhaya porque están recibiendo tratamiento para la tuberculosis, y las monjas prefieren esperar a concluirlo antes de reincorporarlas a su actividad académica. Dejamos a los dos primeros en un centro educativo para personas con discapacidad mental a las afueras de la ciudad. Punam, aunque parecía triste con el adiós, pronto empezó a comunicarse con otras compañeras y se olvidó de nuestra presencia, pero Pratik no paró de llorar, evidenciando que preferiría prolongar sus vacaciones en Matruchhaya. En cierto modo era lógico pues éste es su primer curso en esa escuela, ya que hasta ahora ha recibido educación en otra que las monjas de la congregación de Matruchhaya tienen en el centro de Ahmedabad, la misma a la que acudimos por la tarde acompañando a Pratna. También la despedida de Veronika fue dura, aunque no tanto como yo temía a juzgar por el berrinche del año pasado y por las conversaciones que había tenido con ella durante estas vacaciones. Tal vez un pequeño reproductor de música, que le regalamos antes de llegar a su escuela especial para niñas ciegas, del tamaño de una caja de cerillas, que se conecta directamente a sus oídos con unos diminutos audífonos y es capaz de almacenar cientos de canciones, contrarrestó un poco la tristeza del momento.
Aurora tenía prevista su llegada a Ahmedabad a las 8 de la tarde, por lo que pensé que después de dejar a Pratna en su escuela podríamos ir a recibirla. Para justificar nuestra visita al aeropuerto dije a mis compañeros que las Hermanas de Matruchhaya me habían pedido que recogiésemos allí a una monja española que venía a pasar unos días con ellas. Hasta ese momento únicamente la directora del orfanato y yo conocíamos la sorpresa, pero cuando estábamos conversando con Sister Meena, la responsable de la escuela de Pratna, Chandrika afirmó alegremente:
–Dentro de un rato tenemos que ir al aeropuerto para recoger a una monja que viene de España.
–Yo no tengo noticia de que ninguna Hermana de nuestra congregación venga hoy desde España –afirmó Sister Meena con cara de sorpresa al tiempo que yo le guiñaba un ojo, señal que afortunadamente comprendió al instante.
–Ah, es cierto. Hace varios días alguien me comentó que una Hermana española venía a pasar unos días a Matruchhaya –corrigió inmediatamente Sister Meena, a quien más tarde tuve ocasión de explicar el engaño.
–Esa mujer se parece mucho a Aurora –afirmó Clara cuando mi mujer asomó por la puerta de salida del aeropuerto.
–¿Es mamá? –me preguntó Chandrika al tiempo que Aurora se acercaba hacia nosotros.
–¿Mamá? ¿Qué haces tú aquí? –preguntó Chandrika asombrada e incrédula con cierto tono de enfado, pero antes de que Aurora pudiera responder, se abrazó a ella y, loca de alegría, empezó a besarla. También Ram y Laxman se mostraron muy contentos con esa inesperada aparición.
Esa misma noche Aurora tuvo ocasión de saludar brevemente a los niños de Matruchhaya antes de que se fueran a la cama. A pesar de que ya han empezado sus clases, todavía encontramos tiempo para pasar buenos ratos con ellos. Disfruto contemplando el modo en que mi mujer se relaciona con los niños, algo que ya he tenido ocasión de admirar en Bal Mandir y otros lugares en los que hemos trabajado con menores. Me encanta su espontaneidad, esa facilidad con que les abraza y les besa sin detenerse en consideraciones de ningún tipo, algo que a menudo sorprende a los de más edad, pero todos reciben con agrado. Ahora son ellos los que desinhibidamente se acercan a mi mujer para saludarla con un beso. Ante tal espectáculo, no puedo evitar considerar que lograr el grado de confianza y familiaridad que los niños de Matruchhaya ahora tienen en mí, me ha costado mucho tiempo. Son ya diez años consecutivos pasando las vacaciones del Diwali con ellos, pero ha sido recientemente cuando la mayoría de ellos han empezado a saludarme con besos. Además, este año, posiblemente siguiendo el ejemplo de Chandrika, Ram y Laxman, muchos de ellos han empezado a llamarme papá, una palabra que para mí adquiere especial importancia cuando sale de la boca de niños como Raja, Deep, Meetal, Kavita, Sapna, Monisha, Mona, Amisha, Anjali, Veronika, Prem, Subhab o Gita.
Todos ellos, y algunos más, al día siguiente de su llegada ya llamaban a Aurora "mamá". Juro que digo esto sin envidia, aunque es cierto que me gustaría tener esa desenvoltura y naturalidad en el trato que tanto admiro en mi mujer.
Matruchhaya, a 15 de noviembre de 2014.
José Luis Gutiérrez
José Luis Gutiérrez Muñoz es Profesor Titular del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Residente en Pinto, es el promotor de una labor humanitaria, desde 2004, en orfanatos de India, Nepal y Ecuador. Ha publicado dos libros sobre sus experiencias, "De sol y de luna", en el que relata la adopción de sus dos hijas, y "La balsa de Quingue", relatos sobre la vida de los niños y niñas de estos orfanatos. Este año publicó su primera novela "Por amor al arte".
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