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El pasado 30 de mayo tuve el placer de asistir al concierto de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Carlos III en el Teatro Francisco Rabal de Pinto. Cuál no sería mi asombro al escuchar la soberbia interpretación de Rubén Russo, solista en el Concierto para piano de Brahms, y averiguar que solamente tiene diecisiete años.
Todos, absolutamente todos los que ocupábamos el teatro, quedamos fascinados por la ejecución brillante, precisa y emotiva del jovencísimo pianista.
Pero resulta aún mayor mi asombro al comprobar que ninguno de los periódicos de esa localidad, de la que el joven virtuoso es vecino, se ha hecho eco de un hecho tan singular y que ninguna sección cultural se ha ocupado de mencionarlo.
Ana Martos
Psicóloga y escritora
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