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Miguel Escriba

Los justos entre las naciones

Jueves, 26 de Enero de 2012 Tiempo de lectura:

Hablar del Holocausto (Shoá), es hablar de 6 millones de personas (niños, ancianos, mujeres y hombres) que fueron asesinados de forma sistemática por “el terrible crimen de ser judíos”. Hablar del Holocausto es también recordar que otros 6 millones de personas fueron ejecutadas por ser de izquierdas, sindicalistas, republicanos españoles, minusválidos físicos o psíquicos.
Hablar del holocausto es tener presente los más bajos y terribles instintos del ser humano.  Pero también en ese terrible episodio del sufrimiento judío, hombres y mujeres (no judíos) fueron capaces de hacer brillar la justicia y el amor al prójimo. Valores que sustentan y dan sentido a la Torá (la Ley judía). Personas que no eran judías se hicieron merecedoras  de consideración y respeto por observar una conducta moral acorde a los más altos valores de respeto a la vida, y por esta actitud, se les recuerda como héroes de la vida. Esas personas reciben el título de "Justo entre las Naciones" que les es  otorgado por  el Estado de Israel en nombre del "pueblo judío". En un ceremonial se les entrega un diploma certificado y  la denominada "Medalla de los Justos" en la cual, una inscripción hace presente una frase del libro tradicional judío, el Talmud: "Quien salva una vida, salva al Universo entero". El término de “justo entre las naciones” le fue aplicado ya en la lejana edad media a todos aquellos no judíos que mostraban consideración hacia el pueblo de Israel.

    Aunque fueron muchos los casos de “justos” en la Europa dominada por el nazismo, no fue hasta 1963 y a causa de las declaraciones de los supervivientes que testificaron en el proceso a Adolf Eichmann, el momento en que se despertó la conciencia de la sociedad Israelí por reconocer esos actos que supusieron la salvación de miles de judíos.  Fue entonces cuando se inicio una búsqueda sistemática de “justos” para poder recompensarles y perpetuar su memoria. Y aunque lo más vistoso es el reconociendo público, también reciben otro tipo de consideración: ayuda económica, médica, ciudadanía, etc.

    Hablar del holocausto no es sólo hablar de las víctimas, también lo es de los “justos”. Es muy fácil caer en el error de decir (como he escuchado tantas veces) “esto sucedió hace muchos años y no hay que remover viejas heridas”. No sólo que no debemos olvidar, tenemos una deuda de vida con las víctimas y con los “justos”. No podemos olvidar y tampoco nos dejan. Los instintos genocidas que desde 1934 a 1945 persiguieron a los judíos y desembocaron en el extermino  de prácticamente toda lo comunidad judía europea, siguen latentes disfrazados de ideales libertarios pero con el mismo tufo nauseabundo que desprendía en nacionalsocialismo.

    Son incuestionables e imposibles de recompensar (mucho menos con actos simbólicos o  compensaciones dinerarias) los grandes actos de bondad absoluta, que mujeres y hombres realizaron arriesgando sus vidas, sus familia y todo cuanto tenían, por salvar la vida en muchos casos a un niño pequeño e indefenso.

Miguel Escriba es el Presidente de la Comunidad Shema Sefarad.

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