“No te cortes al escribir, mi madre era una mujer de habla fuerte, decía cojones, coño y lo que hiciera falta”, avisa Ángel, uno de los nueve hijos de la fallecida y querida Concha Lagos, más conocida como la `Panera´. Concha falleció el pasado 20 de octubre, a los 86 años, en el mismo sitio donde vivió toda su vida, en Pinto. Su funeral, celebrado 10 días después en la parroquia Santo Domingo de Silos acogió a centenares de pinteños que abarrotaron la iglesia para dar un último adiós a ‘La Panera’.
Sin pelos en la lengua | Sus hijos la recuerdan como “una voz fuerte”. “Ibas por la calle y ya oías por donde iba la Concha”, cuentan riendo.
El apodo `La Panera´ le viene por su padre, Antonio `El Panero´ y nada tiene que ver con el negocio artesanal. “Les llamaban ‘Los Paneros’ porque siempre estaban en la puerta de la panadería pidiendo pan para poder comer”, explica Conchi, una de las hijas de Concha. Los hijos cuentan como la necesidad fue un signo permanente en la vida de Concha, que supo siempre sortear con astucia.
Concha se quedó huérfana de madre a una edad muy temprana. “Tenía nueve años cuando estalló la guerra y murió nuestra abuela de parto”, cuentan sus hijos, recordando las historias de su madre, “ella y sus hermanos se buscaron la vida como pudieron”. Concha era la más decidida de su casa. En un mundo de picaresca y pobreza, si había que robar para dar de comer a sus cinco hermanos, robaba. “Fue ella quien consiguió sacar adelante a su familia hasta que mi abuelo volvió del frente”, explica Conchi.
Pero los hurtos y pillería de ‘La Panera’ le costaron escarmientos -“le cortaban el pelo por robar en el campo, o le echaban aceite”, cuenta Conchi- que nunca la silenciaron.
El mayor recuerdo por ‘La Panera’ -además de su alegría- es hacia su lengua, siempre decía la verdad a la cara y en alto. Llamó “sinvergüenzas” a los alcaldes que hizo falta -“te voy a arrancar los huevos por ladrón”, avisó a el ex alcalde Penit por la calle-, gritó “chorizos” a los políticos que pudo, calificó de “cabrones” a los guardia civiles que traspasaron la línea de lo legal en su juventud y señaló de cobardes a los más actuales -“ahora no sois tan gallitos”, les decía cuando se los encontraba- .
Concha era una transgresora de su época, “jamás se ha callado ante nadie”, declaran sus hijos, “se enfrentaba al cura, el alcalde o a quien fuera”. “Menos mujer mala, he hecho de todo”, solía repetir Concha a sus hijos.
Fue una de las líderes de la Unión Carbonera, un grupo que atracaba los trenes de carbón -“subían a los vagones cuando pasaban por el pueblo y tiraban el carbón al suelo, luego lo recogían y lo vendían”, explica Conchi- y la primera mujer en formar parte de la Hermandad del Cristo del Calvario de Pinto. “Entonces las mujeres tenían prohibido tener un escapulario y agarrarse al Cristo durante las procesiones”, revela Ángel, “así que un día cogió el mío y dijo `por cojones me pongo yo esto todos los años´”. Y así fue, devota donde las haya, Concha fue a cada procesión del Cristo y a cada celebración con el escapulario adueñado de su hijo. “Se ponía descalza, se engancha al Cristo y el que pudiera, que la quitara”, rememora Ángel.
Amor y otras virguerías | Concha se casó en 1951 con Ángel `el Lego´, el amor de su vida, que falleció hace años. “Desde que eran niños ya les decían que estaban casados”, cuenta Conchi, “salieron de la mano de Madrid, en el mismo carro que les alejaba de la guerra y volvieron para estar juntos”. Aunque hechos el uno para el otro, Concha y Ángel eran “la noche y el día”. “Mi padre era un hombre silencioso y tímido, al que lo le gustaba que la gente supiera por donde iba y mi madre con un pie en la calle ya se hacía oír”.
Concha ha estado presente en todos los momentos importantes de la historia reciente de Pinto. Durante la visita de los reyes Juan Carlos y Sofía con motivo de la inauguración del parque Juan Carlos I en 1997, Concha se unió al cortejo. “La reina no dejó de reírse con ella”, recuerda Ángel. “Siempre ha llevado por bandera a su pueblo, presumía mucho de ser hija de Pinto”, apunta Conchi.
Madre coraje | Además de reivindicativa, Concha era “justa con todo el mundo” y “trabajadora”. “Ayudaba a todo el que lo necesitaba, estaba metida en todos los charcos”, explica Conchi mientras una sonrisa le asoma en la cara al recordar. “A nuestra familia nos han ayudado mucho porque donde iba `La Panera´, caía bien”, declara Ángel, orgulloso de su madre, “nunca nos ha faltado nada con ella, porque allá donde fuera encontraba algo que hacer”.
La búsqueda de justicia hizo que Concha viviera momentos que quedarán en la memoria de los vecinos. “Recuerdo un día -empieza Ángel- que uno de mis hermanos estaba malo de la boca, así que mi madre me mandó con él a buscar al médico del pueblo, Don Miguel Marín, que vivía en una pensión. Cuando llegamos era ya tarde y al vernos, Marín nos dijo “te tiene que doler la muela por la noche, no por la mañana, ¡largo de aquí!”. Así que volvimos. Mi madre, al ver que no habían sacado la muela a mi hermano, salió de casa corriendo, se presentó en la pensión y nada más abrirle la puerta Marín le arreó un tortazo, le sacó de jugar a las cartas y le llevó a nuestra casa”. No sería el último tortazo que se llevaría Don Miguel de `La Panera´, como otros.
Pero ha sido precisamente esta forma impulsiva de ser lo que ha hecho de Concha un símbolo de Pinto. Por ello, el Ayuntamiento propondrá en el próximo Pleno que una de esas calles de Pinto, por las que resonó la voz de Concha, guarde su nombre para siempre.
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