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José Luis Gutierrez

Inocencia

Domingo, 29 de Junio de 2014 Tiempo de lectura:

Relato sobre un cuidador de un hospicio que viola niñas y sobre la corrupción del sistema que padecen millones de seres humanos.

A simple vista Bal Mandir es un lugar inadecuado para la vida de los niños, pero si profundizamos un poco nos damos cuenta de que ese albergue sucio y deteriorado esconde una realidad mucho más dura de lo que a priori imaginábamos.

En octubre de 2012, hace casi dos años, tuvimos conocimiento de que una niña ciega de cinco años de edad, residente en ese orfanato, había sufrido reiterados abusos sexuales por parte de un empleado encargado de las adopciones. La mujer, de nacionalidad inglesa, que acababa de tramitar la adopción de esa niña, además de relatarnos lo sucedido, para desahogarse y para que estuviéramos atentos y vigilantes, se lo había comunicado a una asociación de defensa de los derechos del niño, pero además había puesto una denuncia contra ese individuo en la comisaría de policía de Naxal (distinto al que pertenece Bal Mandir). Pasaron meses, y la vida en el orfanato y en las oficinas parecía continuar como si nada hubiese ocurrido. El denunciado ni siquiera había sido apartado preventivamente de su puesto de trabajo. Seguía acudiendo diariamente al orfanato con su seductora sonrisa permanentemente dibujada en su rostro, con sus camisas bien planchadas, recién afeitado y perfumado. Entonces pensé que probablemente aquel miserable, siempre amable, jovial y divertido, de quien ya desconfiaba previamente por el modo en que se relacionaba con las voluntarias, tendría buenos contactos y podría haber logrado que el caso se ocultase, a pesar de que, según nos contó la madre de la niña ciega, los abusos sexuales de ese canalla no afectaban sólo a su hija.

Recientemente hemos sabido que durante estos dos últimos años la policía ha estado visitando el orfanato con regularidad y ha recabado testimonio de internos, cuidadoras, trabajadores de las oficinas y también algunas chicas ex Bal Mandir. Gracias a esas declaraciones, han llegado a la conclusión de que han sido al menos dieciocho el número de menores que han sufrido ese tipo de agresiones en los últimos años. Todo apuntaba hacia el sospechoso que había identificado la niña invidente, pero el testimonio de tres de las víctimas ha hecho pensar a la policía que podría haber otro violador, cuyo nombre coincide con el de aquel, pero éste era un joven que también se había criado en ese hospicio y desde hacía sólo unos meses presidía un Club de chicos y chicas ex Bal Mandir. Los dos sospechosos han sido arrestados y llevan ya varios días en prisión.

Kalpana y el resto de nuestros colaboradores ex Bal Mandir, que conocen al segundo acusado, opinan que los responsables de la NCO, institución a la que pertenece Bal Mandir, podrían estar aprovechando la confusión generada por la coincidencia de los nombres de ambos para arruinar la reputación del presidente, e indirectamente de ese Club recién creado, y destruir así esa asociación de jóvenes ex Bal Mandir que parecían deseosos de entrometerse en los asuntos de gobierno de ese caótico orfanato con la intención de mejorar la calidad de vida de sus internos.

No conozco a este segundo acusado, pero desde que sé que lo han encerrado en la cárcel, probablemente por un delito que no ha cometido, tal vez víctima de una maniobra política para erradicar cualquier intento de transformación de esa cruda realidad, no logro quitármelo de la mente. Kalpana afirma con absoluto convencimiento que es inocente, y yo la creo. También dice que a partir de ahora ningún chico ex Bal Mandir se atreverá a visitar a sus "hermanos" por temor a verse envuelto en un asunto de esta naturaleza. Ese muchacho lleva ya más de cuatro días en prisión. Aunque hoy mismo la policía declarara que su implicación en este caso ha estado motivada por un lamentable error, pidiera disculpas y fuera puesto en libertad inmediatamente, el daño ya está hecho.

Cuatro días en una prisión nepalí supongo que debe ser una experiencia difícilmente soportable incluso para alguien acostumbrado a la vida dura de un orfanato como Bal Mandir, pero imagino que lo más desesperante debe ser sentir el escozor de la inocencia injustamente abofeteada.

Cabezón de la Sal, a 26 de junio de 2014.

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