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Jorge Hidalgo Pérez

12 horas con Juan Carlos

Jueves, 19 de Junio de 2014 Tiempo de lectura:

Como Carmen en “5 horas con Mario”, de Miguel Delibes,  la sociedad Española se postra ante el cuerpo aún caliente de la abdicación para comenzar un dialogo social, pero a la vez muy personal, sobre la Monarquía.

Mas o menos doce horas desde la abdicación y con el nuevo Rey en camino, muchos de nosotros aun no sabemos muy bien, o no hemos acabado de entender quizá por la vorágine en la que se han desarrollo los hechos, hasta qué punto es relevante la abdicación del rey y todas las múltiples aristas que la encierran. 

La Abdicación del rey, el secreto del 57.5 Ce
| Desde que el rey anunció su intención de abdicar hace ya dos semanas, los medios no hacen otra cosa que marear con debates insustanciales sobre abdicación, el “qué pasará con el rey” y a vueltas con el debate Monarquía v.s República.

Dicho artículo en su apartado 5, lo único que dice es “Las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica”. Es decir, que todo lo referente a la sucesión deberá ser regulado por una ley especial, como es la ley orgánica que necesita para su aprobación una mayoría especial (mayoría absoluta del congreso).

¿Dice el artículo que cada sucesión deba de ser objeto de una ley de ese tipo?
-Puede.

¿Dice el artículo que una Ley deberá regular en términos generales la institución de la abdicación y todo lo referente a la renuncia y las dudas que se puedan de plantear en torno a la sucesión?
-Pues… puede también.

¿Dice que Don Juan Carlos, en caso de que no se apruebe esta ley orgánica, no puede abdicar?
-No, no lo dice.

¿Dice que Don Felipe, necesita de la aprobación de esa ley para poder ser nombrado Rey?
-Pues no, tampoco lo dice.

Este artículo, como muchos otros de nuestra constitución, adolecen de vaguedad en sus términos y lo hace de forma intencionada para que, dependiendo del momento político y los intereses en juego, el poder constituido pueda apoyar sus decisiones en el texto constitucional.

Tan vago es el contenido del precepto que dentro de la doctrina constitucionalista hay un enfrentamiento de posiciones entre los que defienden que lo correcto hubiera sido hacer una ley orgánica única que se ocupe de regular en general el supuesto de abdicación, mientras que otra parte de la doctrina entiende que cada caso particular debe de contar con su propia ley de abdicación.

Personalmente, pienso que lo correcto hubiera sido contar con una ley que se ocupara de regular el tema de forma general y abordar cuestiones como la figura del rey saliente y sus prerrogativas, la familia real en general y otras cuestiones que deberían haber sido reguladas hace mucho, mucho tiempo. Y opino así porque entiendo que la abdicación del rey no puede quedar supeditada a la aprobación de la ley, pues sería como decirle a alguien que se quiere jubilar o dejar de trabajar que no puede hacerlo porque un grupo de personas se opone.  

Tal y como dijo Rubalcaba en el debate de votación de la ley de abdicación, decir no a la ley de abdicación hubiera sido como decir que el Congreso no autoriza la abdicación del Rey, “lo que entre otras cosas comportaría el dislate de que esta Cámara le dijera al Rey que debe seguir siéndolo aunque él no quiera”.

Pues eso, dentro de las dos opciones que implícitamente admite el artículo, la opción elegida por el Congreso es la peor de todas, pues por un lado no se ocupa frontalmente del problema, ya que no aborda ni la reforma de la institución ni se ocupa de sus principales problemas, y por otro está opción parece someter también implícitamente a votación la sucesión del rey. Opción que ha sido aprovechada por los grupos parlamentarios contrarios a la monarquía para transformar el debate en, “monarquía sí, o monarquía no”.

El Referéndum | Tampoco nos ha sido ajeno estos días las reclamaciones de referéndum que muchos de los partidos políticos en general y algunos parlamentarios en particular reclamaban dentro del debate sobre Monarquía o República.

Y en mi opinión, la cuestión no es tanto si debemos elegir el modelo de Estado que queremos  -creo que la respuesta no puede ser otra que un sí rotundo- como el medio por el cual llevarlo a cabo.

En cuestiones tan relevantes es bastante fácil caer en demagogia y populismo y perder fácilmente el horizonte. El Referéndum, tal y como está regulado en nuestra constitución, (artículo 92) no es sino una herramienta del ejecutivo para consultar la opinión del pueblo en determinados asuntos (decisiones de especial transcendencia). Pero nuestra constitución parca en mecanismos de participación directa, no le otorga eficacia vinculante, por lo que no es otra cosa que un brindis al sol.

Si a eso le sumamos que la Corona, regulada en el título II de la Constitución, está especialmente protegida por la misma, con un mecanismo cualificado para su reforma (necesita que el proyecto de reforma sea aprobada por 2/3 de la cámara, se convoquen elecciones y el nuevo texto sea aprobado por 2/3 de la nueva cámara y después un referéndum, este sí vinculante), entonces pedir la convocatoria de un referéndum no ejemplifica sino la falta de responsabilidad política de algunos miembros del arco parlamentario, rápidos en hacer leña del árbol caído.

En definitiva, es importante que el pueblo sea consultado sobre todo tipo de cuestiones que le afecte directamente y la forma de Estado, las prerrogativas del rey, su inviolabilidad, las tareas de la reina y la futura princesa, la financiación de la casa real y muchas otras cuestiones relevantes y vinculadas con la casa real, son cuestiones sobre las que debemos ser preguntados. Pero con responsabilidad, cuidando los tiempos políticos y a través de proyectos serios de reforma constitucional que impliquen un profundo  debate sobre la institución y el conjunto del marco constitucional acabado donde los ciudadanos a través de la elección de los parlamentarios y nuestro parecer directo, podamos dirigir el destino de nuestra nación.

 Entonces, sí, como Carmen, deberemos preguntarnos si llegamos a ser felices con Mario.

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