Se llaman Iván Camacho, Cesar Novoa, Iván de la Fuente, José Briega, Patricia González, Roberto González, Roberto García, Alfonso Niella, Manuel Gutiérrez, Raúl Ramos, Luis Fernando Ortiz, Juan Carlos Sánchez, Fernando Camacho y Luis Marcos Dregorio. Catorce personas que no cruzan lazos familiares pero en cuyos genes hay una molécula en común, la del trabajo. Cada uno de ellos es miembro de un mismo equipo, el que forma la empresa Ejezeta. Ejezeta es uno de los mayores modelos empresariales de Pinto. Tres son las claves del éxito para este talentoso grupo de alpinistas de la ciudad: la fuerza de su equipo humano, la calidad y tecnología puntera en sus trabajos y su persistencia. Dedicados principalmente a los trabajos verticales -todas aquellas obras que se relacionan con caídas potenciales o lugares de difícil acceso-, Ejezeta ha conseguido postularse como referencia del sector en el sur de Madrid. Lo era cuando César y su hermano Óscar la fundaron en 1999 y hoy continúan recogiendo los frutos del esfuerzo, gracias a un equipo formado por jóvenes abiertos, con respeto al medio ambiente, amantes de la escalada y solidarios con los más desfavorecidos.
Sus últimos éxitos profesionales hablan por sí solos, ganadores del concurso nacional de adjudicación de un Fondo Europeo para el Desarrollo Local en Castilla la Mancha, y el proyecto para el recalce de cimentación en instalaciones de la Guardia Civil.
En expansión | “No nos hemos dado cuenta de cuándo esto empezó a funcionar tan bien”, comenta César, recordando “aquel primer minuto” en el que comenzó a trabajar, sesenta segundos que no han encontrado un stop hasta ahora.
“Estamos donde estamos –“no sé ni dónde estamos”, comenta por lo bajini, haciéndose su propio paréntesis- por cómo trabajamos”. Han pasado 15 años, trabajando más de 12 horas al día y su reputación reside en algo muy sencillo, un trato brillante. “Aun cuando faltaban empresas y sobraban clientes”, recuerdan. “Es un lujo tener clientes a los que puedes llamar amigos, que después de más de10 años siguen confiando en nosotros”.
Aunque su mayor público son comunidades de vecinos y administraciones del sur de Madrid, en Ejezeta trabajan tanto para obras grandes, como pequeñas. “Tenemos trabajos súper heterogéneos”, admite César, “es como si un día estuviéramos fabricando bolis y otro aviones”, bromea.Trabajar aquí podría resumirse en cinco pasos: “llegan los chicos, cargan las furgonetas y se dirigen a sus puntos de trabajo, se cierra la obra, se factura y a casa”. Pero en realidad “nos generan muchos más problemas”. Estas pautas exigen horas, responsabilidad y riesgo. “Los trabajadores de obra están el 100% de la jornada expuestos al peligro”, matiza César, poniendo en valor la labor de su equipo. Son “los mineros de las alturas”.
Ganas, trabajo e ilusión | Ejezeta es un ejemplo de casta de emprendedores. Su objetivo no es hacerse ricos, dominar el mundo o vender la compañía al mejor postor. “No trabajamos para ganar dinero hoy sino para que esto pueda tener un mañana, pasado y al otro”.
“Ser emprendedor es buscarse el pan de una forma autogestionada”, responde César, “tienes en tus manos tu propio futuro, sólo tienes que encontrar tu espacio”. “No hay límites, llegaremos hasta donde nosotros queramos”, resume y tras un momento de reflexión sobre sus propias palabras, concluye con una sonrisa: “es idílico, aunque en la práctica sea un infierno”.
Aunque desde Ejezeta entienden que es un momento difícil para emprender, animan a desarrollar “esa idea que puede convertirse en un negocio potencial”. “Da igual que sea una cafetería, peluquería o una empresa de seguimiento de satélites".
“Existen obstáculos, pero se puede hacer, no hay que ser hijo de Florentino”, exponen, “sólo se necesita esfuerzo, espíritu de sacrificio, querer cambiar las cosas y no acomodarse”. El mayor lamento del emprendedor tiene que ver con la “enorme cantidad de trabas burocráticas y reglamentaciones absurdas” con las que se encuentran.
Sin jefes | Fernando entra en el despacho para robar la Coca-Cola de José, el director técnico. Tiempo suficiente para que César se meta con su moreno mientras comenta la jornada de trabajo con Iván. Se respira un ambiente relajado y cómodo, la suerte de trabajar con amigos.
Aquí no se entiende el tópico de no arrimar familia, trabajo y amigos. A César le gusta describir la empresa como una cooperativa, despreciando la palabra jefe. “Un cierto orden sí que hay”, apunta Iván. “La empresa también es nuestra. Pasamos aquí muchas horas, trabajamos para nosotros mismos”, explica el equipo.
“Es verdad que no ves un jefe en César”, afirma José. “Le gusta mucho enrollarse, incluso en cosas que no nos reportan dinero, durante las horas de trabajo. Así que hay veces que tenemos que regañarle nosotros a él”. Esas “cosas” son ayudas desinteresadas a la comunidad, vecinos a los que ha estafado el seguro o la constructora de su finca y recomendaciones para el buen uso de las viviendas -“es muy importante estar alerta de la humedad o la falta de ventilación”, apunta Roberto-.
“Me siento jefe en el sentido de responsable”, admite César, “todas las decisiones están consensuadas por el equipo”. Una fórmula de éxito con la que no han parado de recoger frutos durante 15 años. “Sé que ninguno de mis chicos me va a engañar jamás”, asegura César. “Un jefe no está para buscar la nómina de sus trabajadores, sino para velar por ellos”, resuelve.
En un despacho en el que las mesas están a menos de un metro entre sí, “nos decimos lo que pensamos”. “Yo no les aguantaría si no fuera porque ya les quiero”, bromea Iván.Nuevo concepto | Estos transgresores del tópico se desmarcan del obrero prototipo: son gente universitaria, con estudios y amantes de su trabajo.
Para entrar en el equipo de Ejezeta sólo hace falta “ser joven” –apunta Iván-, “guapo” –añade César con sorna-, “dinámico” –se oye tras las puertas de oficina- “y atlético”, finaliza Roberto.
“Buscamos gente cualificada, aunque una vez aquí nuestra formación sea continua”. Todo el equipo de Ejezeta realiza habitualmente cursos de relación específica con su activad.
“Nuestra plantilla se mantiene”, asegura César. Aunque el proceso de selección para entrar es muy difícil, el que entra, se queda. “Para nosotros es una inversión”, explican, “además es un plus de Ejezeta que nuestros clientes vean a la misma gente de año en año”.
Satisfacción personal | “Por dinero esto no se hace”, responde César cuando le preguntan sobre su motivación. “Me quedo con que llevo toda la vida con el mismo número de teléfono, con que este proyecto da de comer a 14 familias, que salgo por la calle y puedo saludar con un abrazo a mis clientes”. “¡Si encima se ganara mucho dinero sería mejor!”, exclaman a coro entre risas.
Nuevas tecnologías| Ejezeta puede presumir de ser una empresa puntera en tecnología gracias a la incorporación de Iván. “Mi forma de trabajar de hace cinco años sería imposible ahora”, reconoce César, “Iván dio una visión más innovadora a la empresa”.
En los últimos cuatro años Ejezeta ha hecho una fuerte apuesta en nuevas tecnologías, incorporando maquinaria de última generación y puntera, como la instalación de bluetooth en todos sus automóviles o la creación de un programa para móviles que permite a la plantilla realizar todas sus gestiones desde el teléfono. “Gracias a este programa nuestros trabajadores de obra pueden mandarnos los problemas que se les plantean con algún trabajo mediante una foto y resolverlo desde la oficina de inmediato”.
“Nos hemos reinventado”, explica el equipo. Una modernización que ha resultado muy beneficiosa para las cuentas de Ejezeta. “Facturamos cada año un poco más que el anterior”, admite César orgulloso.
Tanto es así, que su lista de clientes es tan grande que tienen que rechazar trabajos. “Priorizamos clientes de Pinto”, avala César. “Tenemos tal cantidad de trabajo que llevamos años buscando un hueco para lanzar la página web”, comenta Iván.
Gente de Pinto que trabaja en Pinto | “Pinto significa ser operativos”, sostiene todo el equipo. Trabajar en su propio pueblo supone poder ofrecer precios más competitivos y un mejor servicio a sus clientes. “Hacer trabajos para nuestros vecinos nos obliga aún más a hacer las cosas bien, de cara al boca a boca”.
Patricia | Un póster de un atractivo modelo cuelga frente a la mesa de Patricia. Otro, con una despampanante mujer, en la pared de cara a las de sus compañeros. “A nosotros no nos haría falta, porque Patricia es mucho más guapa que esa chica”, comenta César mirando la fotografía. Patricia es uno más, pero en femenino. Encargada de la facturación y administración de Ejezeta, es la única mujer en un equipo de hombres.
“Es insustituible para nosotros”, obvia todo el grupo. “Todos contribuimos con un granito de arena al proyecto”, exponen. “Si se fuera alguno…”, comenta César y hace una pausa, “no lo quiero ni pensar”.
Perfeccionistas, sí, y “quizás demasiado”, indican. Tanto que a veces les hace perder rentabilidad -“El buen hacer, se hace con calma”, explican-, pero que les ha posicionado como empresa líder del sector.
“Empezamos un poco diciendo `a ver qué pasa´ y ahora me veo aquí envejeciendo”, confiesa César mirando su empresa, única, divertida y distinta, con un bombero asturiano por socio. Y aun así, “todos los días quiero dejarlo”.
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