José del Pozo posa junto a su hijo, Javier, en la panadería de la Calle Hospital
A la altura del nº4 de la Calle Hospital huele a pan. Una mujer pregunta a Javier del Pozo qué hogaza debe utilizar para las torrijas en su clase de cocina, frente a la puerta de la mejor panadería de Pinto y el comercio más antiguo del municipio. Han pasado 70 años y miles de anécdotas desde que esa puerta de J. del Pozo abrió por primera vez. Hoy, dos puertas más -en la Plaza de las Mercedes y en la Avenida Pintor Antonio López, en La Tenería- ofrecen a los pinteños la misma tradición panadera. El artesano del negocio, José del Pozo, ya jubilado, puede sentirse orgulloso de haber visto pasar a tres generaciones de panaderos: la de su padre, la suya y la de su hijo Javier.
Calidad y servicio al cliente son términos que, como el pan, casi se huelen al entrar en El Pozo. Detrás de todo ello, además de la tradición artesana, hay mucho trabajo. Javier trabaja 12 horas a pesar de contar con 11 trabajadores más en su empresa, todos ellos fijos, todos ellos con contratos indefinidos. Entregar cada día más de 2.500 piezas de bollería y pan, lo exige. “Sólo desayuno con mi hijo los 12 días al año que me voy de vacaciones”, cuenta Javier.
“Mitad panadero, mitad empresario”, se define Javier, licenciado en Derecho por la Universidad de Toledo. “Hay días que tienes que ejercer más de empresario de lo que te gustaría, pero se lo debes a tu empresa, tus trabajadores y tus clientes”. Del Pozo | Fernando del Pozo y su mujer Anastasia Fernández, agricultores y ganaderos, abrieron la primera panadería en la calle Hospital en 1944. Entonces no se conocía como J. del Pozo, sino como “La Taona de los Franceses”. Tras la muerte de su padre Fernando, José y su hermano Jacinta, se hicieron cargo del negocio.
“En aquellos tiempos no existían las máquinas registradoras”, recuerda José, “todo se apuntaba en cuadernos. La economía estaba mal y la gente pagaba incluso por semanas. Al final, el cuaderno de deudas era más gordo que el de ingresos”.
J. del Pozo, además de panadería, era utilizado por los pinteños como cocina. “La gente venía con sus masas ya preparadas de casa para hacerlas en nuestro horno”, explica José haciendo memoria, “15 o 20 días antes de Navidad había hasta cola en la tienda de gente que quería usar nuestro horno”.
Entonces el pan se distribuía por cartillas de racionamiento. “Cuando sobraba pan, mi madre intentaba venderlo a familias distintas, una barra más de pan al día era una riqueza. Aquello era complicado, porque podía considerarse estraperlo”, cuenta José.
Panadero | “Tenía 11 años y amasaba el pan con los pies”, revive José repasando su infancia -”¡Si pasara sanidad ahora!”, le interrumpe su hijo entre risas-, “no me gustaba la panadería, sólo el olor de la levadura me producía náuseas, yo prefería el campo”, reconoce.
Pero José se quedó en la panadería. En 1970 creó junto a otros dos empresarios panaderos locales la Panificadora de Pinto, una empresa que se ubicaba frente a la estación y que acabó cerrando en 1988.Pastelero | En 1971, José introdujo algo totalmente novedoso en Pinto, la pastelería, convirtiendo a J. del Pozo en el primer comercio pastelero del municipio. “Se incorporó un aprendiz de pastelero de tan sólo 16 años”. Hoy, 42 años después, este aprendiz de pastelero es oficial de pastelería, y sigue decorando pasteles y preparando pastas con ellos.
Sabor, olor y textura | “No tenemos prisa, porque el proceso del pan no se debe alterar”, comentan los trabajadores en el obrador situado en la misma trastienda de la panadería de la calle Hospital, al tiempo que estrujan con precisión la manga pastelera sobre el molde de una bandeja de magdalenas mientras la amasadora se dedica a lo suyo. Comer el mejor pan de Pinto es un lujo al alcance de cualquier bolsillo: 55 céntimos la barra.
Sobre el mostrador se alinean decenas de piezas de distintas formas, sabores y tamaños. Panes y bollos horneados en el espacio trasero de esta panadería, donde desarrollan su trabajo empleados especializados en el arte del pan, de los que ya no abundan, que dan latido a los cada vez menos comercios propios del pan artesano.
“Hoy pan lo hace todo el mundo”, comenta Javier, quien considera que los años “han castigado mucho al pan”. “Se vende pan a un precio ridículo con una calidad mala”, explica, “se ha desprestigiado la labor de hacer pan”. La industrialización de la panadería acabó con un oficio milenario. La oferta de pan se homogeneizó y el producto perdió atractivo con la fiebre de las barras precocidas que pueden comprarse en el supermercado, el chino o en la gasolinera.
Conseguir el pan de J. del Pozo no es un misterio, sólo se necesita “tiempo y buena materia prima”. “Los productos que utilizamos para hacer pan no son la receta de la Cocacola”, bromea Javier.
El pan, pan, debe tener “sabor, olor y textura”. “Cuando voy a comer con alguien se ríen de mí porque cojo el pan y lo huelo”, comenta Javier. “El pan es como el vino, tiene que oler, pero estamos acostumbrados a comer pan malo”.
Además de una marca, Del Pozo es un apellido que ha desarrollado la cultura del pan en Pinto. “La generación actual desconoce los sabores de antaño”, se queja José, “al pan de antes no había ni que ponerle levadura, se levantaba solo”.La cuarta generación | Tres generaciones de Del Pozo pueden presumir de no haber dejado ni un día, después de 70 años, a Pinto sin pan. Cuando no había luz, cuando se amasaba a mano, cuando la tecnología era pasar de haces de leña a un horno giratorio que permitía recortar el mango de la pala para sacar el pan, J. del Pozo siempre fue puntual a su cita diaria con el pan. Ahora, con electricidad y máquinas especializadas de última generación, también.
El futuro, la cuarta generación de panaderos, está por ver: “Estaba sentado con mi nieto, de 12 años, mientras él hacía sus deberes. Me preguntó qué significaba la panadería para mí. Le contesté: mucho orgullo hijo, por aquí han pasado ya tres generaciones de Del Pozo y un día, también será tuyo. Mi nieto se quedó pensando unos segundos hasta que volvió a sus ejercicios contestándome: ¡Lo siento abuelo, yo lo vendo!”.
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.86