Sensacionalismo, por concepto
Una de las cosas que más me llamó la atención al llegar a Londres fue encontrarme en el metro ejemplares como el diario “The Sun”. (Una especie de “20 minutos” pero mucho más gore y con contenido explícito sobre sucesos). Siempre que cogía el metro me sorprendía la avidez con que los urbanitas londinenses devoraban las páginas de esa oda a la sordidez.
Conforme fueron pasando los días, mi percepción de hasta que punto el “amor por la miseria ajena” se daba en los medios de comunicación ingleses, se fue agudizando. Era algo intrínseco a la sociedad, inundaba sus seriales e informativos, llegando a tener cadenas dedicadas 24 horas a tratar estos temas.
Por más que lo intentaba, no era capaz de entender como una sociedad como la inglesa, cuna de la democracia y ejemplo máximo de valores occidentales, podía tener tan macabro pasatiempo.
Lo único bueno que saqué de todo eso fue el orgullo de pensar que con todo lo que los españoles somos, a pesar de nuestra pasión por el chismorreo y el cotilleo, al menos, nuestros medios de comunicación, hacían gala de una ética y una decencia exquisita cuando de temas sensibles se trataba.
Iluso de mí. Hace un par de días, leyendo una noticia acerca del programa de RTVE “Entre Todos” presentada por la controvertida Toñi Moreno -programa que en mi opinión no es otra cosa que una prostitución de la caridad- caí en la cuenta de que poco nos diferencia ya de los Ingleses y su “The Sun”.
Cada vez nos gusta más lo sórdido, la sangre y el drama, que nos cuenten con pelos y señales que ha pasado y si podemos verlo todo, mejor. Sed de sangre.
De un tiempo a esta parte, Las niñas de Alcasser, Rocio Wanninkhof, El violador de las islas, Mariluz, Marta del Castillo, Los niños de Córdoba, y ahora la Gallega Asunta, inundan nuestras pantallas con telemaratones más cercanos a los Realityshows que al informativo de calidad, satisfaciendo así esa necesidad que el asco, y la curiosidad nos provoca.
Creo que la veterana directora francesa, Claire Denis, lo resume a la perfección en esta frase sacada de una entrevista al ser preguntada por la morbosidad de su nueva obra: “Todos querían saber destalles de aquel tipo austriaco y de la hija que tenía encerrada, todos queríamos saber más detalles. Hay perversidad en la curiosidad, es normal. No es que yo sea más perversa que otros, yo también sufro, padezco estas historias, pero me doy cuenta de que son curiosamente atrayentes".
El problema, es que muchas veces no somos conscientes de lo que esto provoca. No somos conscientes de que en gran parte los medios de comunicación manipulan las noticias para hacerlas más atrayentes ya que estos necesitan una forma barata de producir noticias que a su vez les reporten altos índices de audiencia que puedan transformar en beneficios. Y Para ello, nada más fácil que estimular la mísera naturaleza humana. Así inventaron una receta fácil de cocinar, una especie de remake de las antiguas crónicas de sucesos, donde prima la saturación de las grasas sobre la calidad de la carne. Este tipo de noticia no necesita ni de muchos periodistas ni de mucho tiempo. Basta con seguir el curso policial de la investigación, darle mucho bombo a los detalles escabrosos, aliñarlo con una buena dosis de fotografías altamente explicitas de todo lo que en relación al caso sea susceptible de ser fotografiado y adornarlo con datos de la vida privada de los implicados sobre los que construir teorías y confabulaciones. Después se deja enfriar en platós de televisión donde la saliva de los tertulianos le dará el toque estrella.
Estas noticias se mantienen en la parrilla mediática durante largo tiempo, generando una percepción del problema por los ciudadanos distorsionada que les genera una sensación de inseguridad y alarma social desmesurada e irreal. Esto es aprovechado por los partidos políticos para hacer propaganda electoral, y obtener de este miedo un rédito político. Mercantilizando con el problema para obtener votos. Como dijo Enrique Gimbernat en prólogo a la novena edición del Código penal, “Hace ya unos cuantos años que en los países democráticos, los políticos descubrieron que en el derecho penal, más precisamente, en el endurecimiento del Derecho penal, había una gran cantera de votos. Corren malos tiempos".
Esta mediatización populista de los crímenes tiene unas repercusiones directas y bastante perjudiciales para aquel que es objeto de la noticia, dando lugar a lo que se conoce a los juicios televisivos paralelos que desembocan en la pena de banquillo sobre el acusado, y la eliminación de la total privacidad de aquellos que se encuentran vinculados con el suceso ya sea la víctima o sus familiares… Todo al final es absorbido y manipulado por la mediatización de la noticia.
Como dicen que una imagen vale más que mil palabras, recomiendo ver el tercer capítulo de la segunda temporada de una serie inglesa de crítica social llamada Black Mirror. En él, se muestra como en una especie de distopía futurista, la imposición de justicia y el castigo al criminal que se hace a través de un Reallity Show, transformándolo en un espectáculo público. Entenderán lo quiero decirles cuando lo vean.
Es en la concepción de justicia y del proceso penal, donde más daño hace el sensacionalismo mediático. Nos transmiten la falsa convicción de culpabilidad de los imputados, simplifican las pruebas hasta el punto de poner en duda las prácticas judiciales, nos transmiten la sensación de lentitud y blandura de la ley o los jueces, y ponen en entre dicho la necesidad de garantías a la hora de realizar las pruebas. Magnifican la figura de la víctima y le dan en el proceso un lugar totalmente desproporcionado.
En definitiva convierten los juicios en una especie de espectáculo público donde todos deben de participar y parece que todos están más cerca de la verdad que el propio juez. Se alimenta el odio y se exacerba la necesidad de venganza en la victima. Parece que nuevamente, nos salta en la boca del estomago, la necesidad de tardes gloriosas de sangre, vísceras y llantos en la plaza.
MGV | Viernes, 28 de Marzo de 2014 a las 15:11:44 horas
No puedo estar más de acuerdo con este artículo y con la crítica que se desprende del mismo. Los medios de comunicación han prescindido de dar un tratamiento correcto a la información que se iba obteniendo en este tipo de casos (todos tenemos en mente el de Asunta, por ser el más reciente, pero también se hizo en los otros que se mencionan) a cambio del incremento de audiencia. Sale más rentable especular con la información que tratarla con la cautela que merecería.
Se convierten simples rumores e hipótesis, así como meras opiniones personales de familiares, vecinos, amigos y prácticamente “todo el que pase por la zona” en testimonios decisivos y relevantes, en pruebas de culpabilidad que parecen no dejar lugar a la duda. ¿Presunción de inocencia? Sí, eso sí sabemos todos lo que es, pero aquí todo el mundo asume el papel de juez y decide en base a unas “pruebas” que parecen muy claras (por poner un ejemplo y siguiendo con el caso de Asunta, el testimonio de un vecino del pueblo, de la profesora de Asunta, del abuelo materno…). Claro que “todo el mundo es inocente mientras no se demuestre lo contrario” pero es que, precisamente, eso es lo que queda demostrado con estos programas. Y esto es aún más peligroso.
Hagamos las cosas bien, dejemos a cada cual hacer su trabajo. No se trata de que los medios de comunicación dejen de informar. Por supuesto que no. Se trata, precisamente, de que informen y dejen resolver el caso a aquéllos que pueden y deben hacerlo, en el marco de un proceso penal garantista. Y garantista no sólo respecto de la víctima, sino también del imputado.
Creo que no está de más recordar que, en Derecho Penal, junto con la presunción de inocencia pero como principio distinto (pues no actúa ante la falta de prueba sino cuando la practicada no permite disipar toda duda sobre la existencia de los hechos o la participación del acusado en los mismos) aparece el PRINCIPIO IN DUBIO PRO REO -en caso de duda, procede un pronunciamiento absolutorio-. Y ello porque se parte de la consideración, supongo que compartida por todos, de que mayor mal es la condena de un inocente que la absolución de un culpable.
En definitiva, me parece un artículo estupendo que invita a una reflexión, en mi opinión, muy necesaria.
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