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Carlos Lapeña Morón

Deseos de calidad

Martes, 07 de Enero de 2014 Tiempo de lectura:

Nunca en mi vida he sentido el año nuevo nacer tan viejo, ni la supuesta vida nueva tan gastada y tan rancia antes de ser estrenada. Hacer planes y pensar en nuevos propósitos sólo es posible, o creíble, si echo la vista atrás y repaso lo vivido durante el año que ha terminado; así, quizá, como si tomase carrerilla para enfrentar la nueva etapa, sea capaz de ilusionarme y abrir una pequeña rendija al optimismo. Los libros leídos, la música escuchada, las películas vistas, los textos escritos, las exposiciones contempladas, las conversaciones mantenidas, las comidas comidas, los lugares visitados, las personas conocidas, las manos estrechadas, los besos dados… pueden ser buenos motivos de alegría y satisfacción, repetibles este año; pero, claro, son motivos personales, todo un lujo, al parecer, si los comparo con el panorama reinante y las personas que tienen otras urgencias que atender, como casa, alimentación, salud, trabajo… Si miro en derredor, mis deseos para este nuevo año viejo que empieza deben ser mucho más elementales, primordiales: ni una persona con hambre, ni una familia sin casa, ni un niño sin cuento, ni una joven sin futuro, ni un enfermo sin atención, ni un anciano sin recursos, ni una mujer sin libertad, ni un hombre sin razón. Y si miro un poco hacia arriba, mis deseos se van envenenando y me supone un gran esfuerzo conseguir expresarlos con meras palabras y no con insultos: sanidad universal, pública y de calidad; educación pública, laica, y de calidad; empleo estable y de calidad; justicia justa, rápida y de calidad; política honesta, responsable y de calidad… Pero creo que de mirar tan arriba he confundido las referencias y he saltado de la realidad deseada a la fantasía inverosímil. Tendré que hacerme revisar mi imaginación este año, no vaya a ser que muera de exceso.

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