Tras las quejas públicas de Julia, cuya tía falleció a las pocas semanas de ingresar en la residencia -abierta desde el pasado mes de julio- y el fallecimiento de otra interina, ahora Míriam y Marcelino, nuera e hijo de otra residente, avivan la polémica
“Me asusté mucho cuando leí el relato de Julia, me di cuenta de que estaba pasando algo raro”, cuenta Miriam refiriéndose al reportaje “La residencia Dolores Soria abre sus puertas con polémica”, publicado en esta revista el mes pasado. “Lo peor de todo”, confiesa Miriam, cuya suegra, Águeda, es una de las residentes del centro, “es que lo que dijo Julia es cierto, no se puede confiar en Dulce [directora de la residencia] para nada”. Mientras el director general de Mensajeros de la Paz, Vicente Álvarez, pide “tiempo para adaptarnos, ya que toda apertura es complicada”, la polémica sobre este centro, que abrió sus puertas el pasado mes de julio, se acrecienta. Si Julia alzó la voz, tras el fallecimiento de su tía y otra interna en los primeros 15 días de apertura de la residencia de concesión municipal Dolores Soria, ahora otros familiares se suman a estas denuncias.Una buena oferta | A diferencia de los casos relatados en el anterior reportaje sobre personas con una plaza de subvención municipal, Águeda, de 86 años y con un alzheimer grado dos, entró en la residencia por su propia cuenta. “Mi mujer tenía que trabajar y era la opción más económica y que más cerca nos pillaba de casa”, comenta Marcelino, hijo de Águeda, tras visitar previamente varias veces la residencia. Además su madre fue una de las víctimas de la estafa de las preferentes, perdiendo gran parte de su capital: “Nos apretamos por todos lados para meterla aquí”.
Desde que a primeros de julio ingresaron a Águeda, Miriam y Marcelino aseguran que se fueron sucediendo detalles que han ido mermando la salud de su familiar. El dato más significativo es la “bajada del nivel de Sintrom” [medicamento anticoagulante que disminuye la capacidad de coagulación de la sangre] ”que descendió de 2,2 a 1,1 puntos” [la cifra ideal es 2,5]. Miriam justifica esta caída por un hecho “sorprendente” que ha contemplado en más de una ocasión: “Las auxiliares dejan las pastillas a los ancianos en una cuchara. Después se van y no controlan si se las toman o no”. Su suegra, en concreto, debe de tomar siete al día.
Dado que la residencia no ha contado hasta finales de agosto con un aparato de control del Sintrom, Águeda debía acudir periódicamente al hospital para que llevasen a cabo un seguimiento.
Personal insuficiente | Para Marcelino y Miriam el hecho más grave se produjo un sábado a las pocas semanas de haber ingresado su familiar en Dolores Soria, cuando decidieron llamar a urgencias por su delicado estado de salud. “En el hospital nos dijeron que sólo había sido un bajón y que incluso nos la podíamos llevar en nuestro coche -recuerda Miriam-. La sorpresa vino cuando a las 23.45 horas nadie nos abría la puerta de la residencia”.
Tras llamar al timbre durante 10 minutos, Marcelino decidió llamar a Dulce, directora del centro. “Nos dijo que estaba en su casa porque era su día libre y que la persona encargada del cuidado de los abuelos se había dejado el móvil en la lavandería (¡?)”. Al enterarse de que una sola persona era la responsable de cuidar a los más de 30 ancianos durante la noche, preguntaron si eso era legal. “Dulce nos manifestó que la Comunidad de Madrid estaba al tanto”, dice Miriam.
A pesar de que la directora les aseguró que iba en camino desde su casa para abrirles las puertas de la residencia, decidieron, tras más de 45 minutos de espera, llevar a Águeda a su casa: “Mi madre no se encontraba bien porque tenía frío y estaba cansada”, comenta Marcelino.
Otras deficiencias | Por otro lado, Miriam denuncia una auténtica “desorganización”. “Al poco de llegar, a mi suegra se le perdió una dentadura que todavía no hemos recuperado, y cada día pierde ropa interior. Le habré comprado doce bragas en quince días”. Asegura que el personal preguntado al respecto se justifica diciendo que es Águeda quien tira la ropa a la basura. “Lo que no entiendo es por qué no la recogen, yo lo hacía en mi casa”.
Punto por punto, la pareja corrobora las deficiencias denunciadas por Julia. “El aire acondicionado estuvo más de un mes sin funcionar del todo, el médico acude dos horas diarias entre semana y, aunque nosotros no usamos los timbres de las camas, sí que hubo familias que se quejaron de que no funcionaban”.
Miriam, que se considera una “catedrática” de su suegra, dice que ha cuidado a personas mayores y que tiene cualificación en enfermería y que por ello pronto se dio cuenta de que “la mayor parte de las trabajadoras de la residencia no tienen ninguna experiencia anterior”. “El trato con la familia es pésimo, no responden ni saben de nada. Equivocarse una vez es normal, dos es comprensible, tres perdonable, pero ya parecen estar llamándome gilipollas”.
Para Marcelino el empobrecimiento del estado de la salud de su madre es notorio. “Entiendo que hay un decaimiento por el alzheimer, pero es que desde que la ingresamos no es ni el 60% de lo que era”. Hartos de la situación, la pareja reconoce estar buscando otras alternativas para sacar a Águeda de la residencia, aunque no se plantean realizar ninguna queja formal. “Me repito una y otra vez que no es mi culpa, pero yo fui quien la metió ahí”, concluye Miriam sin poder contener las lágrimas.Mensajeros de la Paz | Por su parte, el director general de Mensajeros de la Paz, Vicente Álvarez, asegura que no tiene constancia de ninguna queja y que “actualmente todo funciona ya perfectamente”, en su día “pasamos varias revisiones del Ayuntamiento de Pinto y de la Comunidad de Madrid que dieron el visto bueno. Además el CIRA realiza inspecciones periódicas, si alguien cree que existe algún problema que se lo comuniquen a ellos”.
“Tenemos más de 30 años de experiencia en gestión de residencias -concluye Álvarez- y nuestra seña de identidad es el cariño que damos a los mayores”.
La asociación Edad Dorada – Mensajeros de la Paz, extendida por toda la geografía española y algunos países extranjeros, nació “para dar respuesta y atención a las necesidades del colectivo de personas mayores”, según declara en su página web, “además, ofrece a sus residentes un lugar donde puedan sentir que están en casa. Del director o directora depende que la gestión del centro sea tan eficaz así como humana. En nuestras residencias el área sanitaria, atendida por un médico y un enfermero, hace posible el seguimiento de enfermedades crónicas de los residentes mediante el cuidado personalizado, y la vigilancia activa y permanente del estado de salud de los mayores”.
Jorge Garcia Casado | Jueves, 19 de Septiembre de 2013 a las 17:08:28 horas
Leer este articulo me llena de tristeza. Que lametable es leer que un hijo mete a su madre de 86 años, en una residencia porque "ES LA OPCIÓN MÁS ECONÓMICA". Lo peor no es que lo piense... sino que lo dice públicamente para que el periodista lo publique.
Vivimos en una sociedad que está perdiendo los principios, no dudamos en echar a nuestros mayores de casa para meterlos en una residencia. Qué egoistas somos al olvidar cuánto han sufrido nuestros padres... y ahora le damos la patada.
No me extraña que este hijo "desnaturalizado" y esta "catedrática de su suegra" ahora den bufidos y resoplen porque no les abrieron la puerta de la residencia a medianoche, porque el médico sólo va dos horas diarias (¿cuántas iba a su casa?), porque la señora con 86 años tira su propia ropa interior a la basura.
Pero esa madre con 86 años no se queja de un hijo que la mete en la residencia porque "ES LA OPCIÓN MÁS ECONÓMICA" ¿Cuánto cuesta el amor incondicional de una madre? ¿el precio de 12 bragas?
Lo peor es que aprovechen lo ocurrido para descargar su propia vergüenza por meter a su madre en la residencia. ¡QUÉ VERGÜENZA!
Accede para votar (0) (0) Accede para responder