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Agustín Alfaya Rodríguez

La caída de los 'héroes' del EPO

Domingo, 30 de Junio de 2013 Tiempo de lectura:

El comienzo del Tour de este año, el del centenario, podría ser una metáfora de lo que se ha convertido el ciclismo profesional, un deporte constantemente bajo sospecha, repleto de héroes y mitos tramposos.

El Tour de este año, el del centenario, no pudo comenzar de forma más accidentada y hasta esperpéntica. Podría ser una metáfora de lo que se ha convertido el ciclismo profesional, un deporte constantemente bajo sospecha, repleto de héroes y mitos tramposos. El caso del desacreditado Lance Armstrong, ganador y desposeído por dopaje de siete ediciones consecutivas del Tour, de 1999 a 2005, es paradigmático y, aunque su credibilidad es muy escasa, por no decir nula, no dejan de ser inquietantes sus declaraciones a 'Le Monde', afirmando que “El Tour no se puede ganar sin doparse”.

Las reacciones no se han hecho esperar. El francés Bernard Hinault, ganador de cinco tours, respondió con rapidez que “Armstrong no debe saber lo que era correr sin doparse”. El australiano Cadel Evans, ganador del Tour de 2011, dijo antes de tomar la salida del actual Tour, “yo soy la prueba viviente de que Armstrong está equivocado”. El director del Tour, Christian Prudhomme, también se refirió a las palabras de Armstrong: “Él nunca habría ganado sin dopaje y no puede concebirlo de otra manera”.


Hasta el cuestionado presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI), el irlandés Pat McQuaid, entró al trapo: “Es muy triste que Lance Armstrong haya decidido hacer estas declaraciones por el 100 aniversario del Tour de Francia. Sin embargo, puedo decir categóricamente que está muy equivocado. Lamentablemente no hemos erradicado por completo el dopaje, todavía hay corredores que persisten, pero les atraparemos”, aseguró McQuaid, que en septiembre buscará ser elegido por tercera vez presidente de la UCI. Sin embargo, el mismo McQuaid, que presume de luchar contra los tramposos fue uno de ellos en los años setenta del pasado siglo. Entonces, como ciclista, estaba a punto de ser seleccionado por su país para competir en los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976, pero fue sancionado de por vida por el Comité Olímpico Internacional por violar el boicot del COI a Sudáfrica por su racista política de apartheid.


"[El presidente de la UCI] Pat McQuaid puede decir y pensar lo que quiera. Las cosas no cambiarán mientras McQuaid siga en el poder", dijo Armstrong en la entrevista de ‘Le Monde’. "La UCI rechaza establecer una Comisión de Verdad y Reconciliación porque el testimonio que todo el mundo querría oír hundiría a McQuaid, a Hein Verbruggen (su antecesor) y a toda la institución", añadió Armstrong.


Y así están las cosas. Cada nueva competición de alto nivel, aparece un nuevo escándalo. En los últimos días hemos conocido que el francés Laurent Jalabert consumió EPO durante el Tour de 1998 y el alemán Jan Ullrich, ganador de un Tour de Francia de 1997, reconoció que se dopaba. Pero lo mismo pasó con el ganador del Tour de 1996, el danés Bjarne Riis, y con el de 1998, el italiano Marco Pantani.

 

Por lo demás, en España se ha cerrado en falso recientemente la ‘Operación Puerto’ con una leve condena a médicos y directores deportivos implicados en graves casos de doping continuado. Y además con la inaceptable decisión de la jueza de ordenar destruir las bolsas de sangre que contienen las pruebas de dopaje de decenas de deportistas.


El sistema venenoso del dopaje falsea los resultados deportivos. Detrás de todo está el dinero,  las enormes cantidades económicas que se manejan en el deporte de élite, que hace supermillonarios a los actores de los espectáculos deportivos, mientras los investigadores que hacen progresar a la raza humana viven en la miseria o en el paro. Por ello, en el núcleo de deportes de una exigencia extrema como el ciclismo ha arraigado una cultura del doping muy difícil de extirpar sin al mismo tiempo atacar a todo el ciclismo.


Hoy el ciclismo se ha ganado a pulso estar bajo sospecha. Y sólo cuando el presente sea pasado se podrá comprobar la verdad de Evans (“yo soy la prueba viviente de que Armstrong está equivocado”) y la de McQuaid (“puedo decir categóricamente que Armstrong está muy equivocado”). Pero si a la multitud de casos conocidos de dopaje, las declaraciones de Armstrong, los papeles Puerto, los casos Jalabert, Ullrich y centenares por todo el mundo, añadimos el informe de la comisión antidopaje holandesa, que cifra que la EPO contaminaba en los años 90 a más del 90% del pelotón, concluiremos que el bello deporte del ciclismo de las últimas décadas ha sido un pozo negro.


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