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Carlos Lapeña Morón

En colectivo

Viernes, 12 de Abril de 2013 Tiempo de lectura:

Durante los primeros años de la democracia se trabajó mucho y duro en los municipios para crear actividad vecinal y social.

Los ayuntamientos entendieron  en primera instancia que era necesario facilitar recursos y esfuerzo para que los ciudadanos actuasen en su entorno con sus vecinos a través de colectivos, asociaciones, actividades, comunicación e intercambios. Fruto de ese trabajo fueron las redes que surgieron y se afianzaron en diferentes ámbitos y diversos intereses. De vecinos, por regiones, para informar, con talleres, según edad, desde la crítica, en solidaridad, entre aficiones, a demanda..., surgió un  movimiento ciudadano que llenó de vida el ambiente de los municipios y enriqueció la vida individual y colectiva de sus habitantes, gobernados y gobernantes. Pero, ay, ocurrió que los ayuntamientos, en una demostración flagrante de perversión política, descubrieron que ese tejido tan ricamente confeccionado era, podía ser, un criadero ideal de prosélitos y, en consecuencia, de votos y, en consecuencia, de permanencia en el poder y, en consecuencia, en la anulación del propósito con que había sido tejido el tejido. Y se acabó lo que se daba. Por eso es de agradecer que haya y surjan más colectivos "al margen de la ley", es decir, libres de la dependencia, el conformismo y los intereses de gobiernos y partidos, movimientos vecinales y sociales que trabajan por y para, en y hasta, hacia y desde las personas, la solidaridad, la creatividad, la crítica, la educación... El caso de Pinto me da envidia. Realidades como Ágora Pinto, Trilce Cultural y Social, esta misma publicación que lees ahora, alientan la vida pinteña, le quitan el polvo, pellizcan los traseros acomodaticios y somnolientos ofreciendo solidaridad, crítica, información, compromiso… Ingredientes preciosos para una vida municipal rica y saludable.

 

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