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Raúl Martos Martínez

PINTO Y SU HISTORIA

Pinto y su historia: Enrique Pérez Escrich

Martes, 22 de Enero de 2013 Tiempo de lectura:

[Img #5287]Nacido en Valencia en 1829, y residente en Pinto durante muchos años de su vida,  es conocido también por sus pseudónimos Tello y Carlos Peña-Rubia. Enrique Pérez Escrich fue un dramaturgo del s. XIX que destacó entre las clases populares por ser un maestro del folletín, tanto en novela como en teatro.

Inicios en Madrid
Compaginó sus estudios con su pasión por la literatura. Tras su temprano matrimonio decidió trasladarse a Madrid con 19 años, donde tuvo unos inicios complicados.

En un principio se dedicó al periodismo y al teatro costumbrista. Publicó su primera obra en 1855, la zarzuela Cuarzo, pirita y alcohol.

Sería en 1858 con una obra de teatro, el drama El cura de aldea, con la que obtendría por primera vez reconocimiento. En ella se relataba la vida de un pequeño pueblo a través de los ojos de un religioso.

Sus editores, los hermanos Manini, le aconsejaron trasladar sus funciones a novelas por entregas. Así, en 1861 adaptó El cura de aldea al formato de libro, convirtiéndose en el éxito que lanzaría su carrera. Poco después construyó su casa en Pinto.

Cumbre de su carrera
Comenzó entonces a producir este tipo de novelas, sensibles y moralizadoras, con las que hizo fortuna. Destacaba su gran facilidad narrativa y su dominio de los diálogos. En su mejor época llegó a ganar entre 40.000 y 50.000 pesetas, una fortuna en esos tiempos. Pérez Escrich se relacionó entonces con gente noble.

Sus buenos contactos le permitieron casi al final de su vida, cuando estaba enfermo y arruinado, hacerse cargo de la dirección del Asilo de las Mercedes de Madrid. Allí moriría en 1897 tras una vida en la que siempre gastó más de lo que debiera.

Obra
Fue el novelista más leído de su generación. Durante sus casi 40 años como escritor publicó medio centenar de novelas y una treintena de obras de teatro.

De sus novelas más populares destacan Las obras de misericordia de 1864, La mujer adúltera o El mártir del Gólgota, publicadas ambas en 1866.

Escribió también otro tipo de obras, de carácter autobiográfico, pero también con fines moralizadores. Cabe señalar sobre el resto Memorias de un hombre flaco, escrita en 1864 donde describe el Madrid costumbrista de la época.

Sus creaciones teatrales han sido a menudo pasadas por alto a pesar de su éxito de público. Además de El cura de aldea, es recordado por La mala semilla, donde defiende el determinismo naturalista.

Era de noche y sin embargo llovía
La mayoría de sus obras estaban destinadas a un público llano. Es por ello que la literatura de Escrich, en especial la de los folletines, ha permanecido en la memoria popular por algunos curiosos errores.

Es conocida una frase extraída, en principio, de uno de sus libros con la que los profesores de literatura ejemplifican la mala escritura: “Era de noche y sin embargo llovía”. El tiempo la ha convertido en un proverbio que advierte sobre discursos incongruentes.
No está clara, sin embargo, su autoría real. Algunos estudiosos se la atribuyen a Antonio Neira de Mosquera, otros a Pedro Muñoz Seca, mientras que para los anglosajones fue Edward George Bulwer-Lytton con su “Era una noche oscura y tormentosa”.

Otro ejemplo son sus anacronismos, como juntar en la misma escena la Catedral de Burgos y al Cid, muerto 125 años antes de su construcción.

Vida en Pinto
Enrique Pérez Escrich vivió gran parte de su vida en Pinto. Su casa se construyó en 1865, la cual fue inaugurada en 1924 en la actual calle Pérez Escrich.

No dudó en nombrar su vivienda en numerosas ocasiones, como en su carta dirigida a Ricardo de la Vega publicada en junio de 1880 en “Madrid Cómico”.

Otras publicaciones hacen referencia a su generosidad, destacando que su residencia de Pinto era también la de sus amigos. En 1894, la Vanguardia alababa las paellas con las que Enrique Pérez Escrich agasajaba a sus invitados.
[Img #5288]

*Raúl Martos, licenciado en Periodismo, realiza actualmente investigaciones sobre la historia de Pinto.
 

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