Reflejos (soledad en el espejo)
Basándose en un hecho real sucedido en Francia recientemente (el hallazgo del cadáver de un hombre en su casa, 15 años después de fallecer), el escritor Ángel Utrillas construye este relato de soledad, tan bello como duro.
Comienza a hacer frío, el cielo anuncia o mejor dicho amenaza con una tormenta, las nubes grises se apoderan del azul celeste y lo visten a la fuerza con un manto plúmbeo, he creído ver el reflejo del primer relámpago en mi ventana, ya huele a humedad en la casa, a humedad perenne y, un carro endemoniado arrastra sus ruedas de madera por los rellanos de la escalera.
Hace tiempo que siento frío, mi cuerpo, mi sábana, mi cama, mi habitación, mi casa, mi escalera, el mundo entero está destemplado, pero el frío de hoy es más intenso y lacerante, espero que no sea el reflejo de la muerte que como el primer relámpago traidor llama al cristal de mi ventana y se asoma sin permiso.
Trato de taparme tirando de manta y leo el periódico, uno al azar, cualquiera de los que tengo acumulados y que no corresponde al día de hoy aunque será un mero reflejo de otro día idéntico. Suenan fuertes los impactos de las primeras gotas en el cristal, suenan estruendosos golpes en mi puerta. No espero a nadie, no tengo previsto recibir visitas a estas horas, serán los embates del viento que surca los peldaños de la escalera tras el carro de los truenos.
Una noticia del diario estimula mis reflejos y captura mi atención, es triste, me encoje el corazón hasta el punto que olvido el frío y la lluvia, del viento y la tormenta.
“Un Anciano muere y es encontrado 15 años después de su fallecimiento en su piso. Estaba acostado, en pijama y todos los indicios conducen a pensar que se trató de una muerte natural y carente de sufrimiento. El cuerpo fue hallado por casualidad, cuando los vecinos, al padecer una gotera, encargaron a dos operarios de una empresa de reparaciones encontrar el origen de ésta. La casa estaba recogida, todo normal en apariencia y, el hombre, sorprendido por la pálida dama, yacía en su cama sin indicios de dolor, por el contrario, su rostro y su posición casi reflejaban alivio”.
Una gota de agua moja la página del periódico y causa un borrón en la noticia, una ráfaga de viento se cuela en mi hogar y pasa las hojas del diario que vuelan desordenadas. ¿Acaso tengo una maldita gotera en la habitación, reflejo de mi precaria economía? Hace días que percibo más humedad de la habitual, ¿o quizá una racha de aire ha vencido la resistencia de mis vetustas ventanas?
Arrojo el periódico, o lo que de él ha quedado, al suelo gélido y, contrariado me levanto, no encuentro mis zapatillas y maldigo haber ahorrado unos céntimos en un pijama barato que no proporciona el suficiente calor a mi ya deteriorado cuerpo. Compruebo todas y cada una de las ventanas. Nada. Todas correctamente cerradas, la ráfaga de aire inexplicable habrá sido producto de mi imaginación o tal vez se trate del arreo de la muerte que empuja ya sin piedad y sin paciencia rodeando a un pobre viejo. La gota de agua si tiene una explicación terrenal, parece una filtración de los gastados canalones, mañana daré parte a esta pusilánime comunidad fiel reflejo de la pasiva sociedad en la que vivo, en la que morimos.
De nuevo golpes en la puerta, ¿quién demonios será? Si piensan que voy a abrir mi morada a horas intempestivas están muy equivocados, me vuelvo a la cama en una reacción automática al estímulo del frío, es decir, en un acto reflejo. Al pasar frente al espejo del pasillo me ha devuelto el reflejo de mi propia soledad, pálida, demacrada y despeinada, ¿será ese el motivo del frío que me invade? ¿Estaré tan solo en este mundo cruel como el pobre hombre protagonista del artículo que acabo de leer? No, no lo creo, no me encuentro abandonado, la demostración son los continuos golpes en mi puerta... que por cierto ya han cesado, como la lluvia, un breve momento de ruido, un reflejo de libertad, un aguacero repentino y todo vuelve a la normalidad, del oasis al desierto, del temporal a la sequía, del revuelo a la quietud... y yo me vuelvo al lecho que además de frío tengo algo de sueño y ya mañana será otro día.
- Aquí filtraciones no hay, humedad mucha y un olor bastante desagradable- dice una voz recién llegada a la casa.
- En el ala norte es donde está el problema-, responde un compañero-, ve hacia esas habitaciones y si ves alguna mancha rompemos la pared, si no hay nada nos vamos raudos y veloces, me da mal fario esta casa.
- Corre ven aquí, en la cama hay alguien y si no se ha despertado con nuestros ruidos es que esta sordo o muerto. Por el olor que desprende yo diría que es lo segundo.
- Es un esqueleto, está en pijama- aduce el más valiente que ha tenido la sangre fría de retirar la sábana-, por lo menos lleva muerto veinticinco años.
- No tantos amigo, no me haga usted más mayor que bastante lo soy en realidad sin años adicionales-, dice una voz que nadie puede oír-, tan sólo quince años han transcurrido desde mi muerte así que, un poco de respeto para este modesto cadáver.
- Este es el reflejo de nuestra sociedad-, dice el valiente tapando el esqueleto del anciano que se descompone dentro de un pijama barato-, vamos, tenemos que comunicar este suceso a las autoridades y que vengan a limpiar este piso, este cruel espejo de la soledad.
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