Cartas desde Matruchhaya: Secreto

Como el Diwali pasado la excursión en tren a Bombay fue un verdadero éxito, en esta ocasión hemos querido ir más lejos y hemos planificado viajar con todos ellos a Delhi. Gracias a que permanezco en contacto por correo electrónico con las monjas que gobiernan Matruchhaya, los billetes de tren, y todo lo necesario para que ese sueño se haga realidad está ya preparado. Será un viaje de mil kilómetros, justamente el doble que el de Bombay. Imagino que necesitaremos más de catorce horas para llegar desde la estación de Nadiad a la de Delhi, un viaje que creo que resultará divertido, porque creo que vamos a ocupar un vagón de tren con literas sólo para nosotros. Viajaremos de noche. Con esta panda de niños y niñas, la fiesta está garantizada, aunque seguramente Vijay, el responsable de los menores, llegada una hora, dará orden de cesar con los bailes y los cánticos, apagará las luces del vagón y nos ordenará echarnos a dormir, para poder descansar y sacar partido del día siguiente. Nosotros nos limitaremos a obedecer como niños.

Además de visitar la capital de la India, pretendemos ver el Taj Mahal, en Agra, para lo cual tendremos que coger un autocar desde Delhi. En total creo que invertiremos cinco días, los últimos de nuestra estancia en India. Después de esta fascinante excursión, nos quedará tiempo sólo para regresar a Matruchhaya y ese mismo día, por la noche, emprenderemos el viaje de vuelta a España.

Ojalá pudiéramos hacer algo parecido con los niños de Bal Mandir, pero me temo que no regresaríamos al orfanato con el mismo número de niños que iniciaran la excursión. Podríamos perder a más de uno por el camino. Para hacer algo así es necesaria una organización tan estricta y meticulosa como la de Matruchhaya. Varias monjas y cuidadoras viajarán con nosotros y velarán por la seguridad de todos los niños.

De acuerdo con las monjas, queremos que el viaje sea una sorpresa, pero ya empiezan a circular rumores entre los niños. En estos casos yo soy incapaz de guardar un secreto, pero mi hija, que me conoce muy bien, me ha hecho prometerle solemnemente que no lo desvelaré. Varios niños ya me han preguntado a dónde viajaremos en esta ocasión, pero yo he respondido con cara de ignorarlo, como si todavía no hubiésemos organizado nada. Puja, que es una niña muy lista, ha pronunciado el nombre de esa legendaria ciudad mirándome directamente a los ojos. A punto ha estado de conseguir una confesión, pero finalmente he hecho un gesto que he aprendido de mi hija por el cual cierro la cremallera de mi boca, echo la llave y la arrojó lejos. Puja ha sonreído y ha intentado encontrar eco de complicidad en mi sonrisa, pero he sido fuerte y no he permitido que ningún músculo de mi cara delatara el secreto que pugnaba por salir a borbotones por mi boca.

¡Por Dios! ¡Que los niños no sigan tirándome de la lengua, porque si no lograrán que lo cuente todo!

Nadiad, a 13 de noviembre de 2012.