Cartas desde Nepal: Cierre
Poco antes de salir de España para llevar a cabo esta séptima edición de nuestro proyecto en Bal Mandir, recibí un correo electrónico de la directora del orfanato en el que me comunicaba que las continuas desavenencias con la NCO (Nepali Children Organization), la institución responsable de todos los orfanatos estatales de Nepal, forzaba a cancelar el convenio por el cual la asociación australiana denominada Mitrata se había hecho cargo de la dirección del hospicio más grande del país desde mayo del año pasado por un período de cuatro años.
Rebeca, la nueva directora, tomó posesión
de su cargo con la idea clara de no consentir visitas al orfanato, ni el
trabajo de voluntarios extranjeros ajenos a su asociación. Fue muy difícil
hacerle cambiar de opinión para que nos permitiera seguir trabajando con los
internos de Bal Mandir.
Ese nuevo cambio de rumbo me preocupaba sobre todo en lo relativo a la alimentación de los menores, que creo que había mejorado desde la llegada de Rebeca. En los demás aspectos no sé si hubo alguna mejoría. Pocos días después de ese anuncio de ruptura, cuando me disponía a retomar la correspondencia con el anterior director del orfanato para anunciarle nuestra inminente llegada, Rebeca me envió un nuevo correo electrónico en el que decía que esa misma mañana acababa de firmar un nuevo acuerdo con la NCO por el cual continuaría al frente de Bal Mandir durante un periodo de tres años, pero ahora con el objetivo fundamental de despoblar el orfanato.
Ni la ruptura ni ese nuevo acuerdo me sorprendieron, porque
de las desavenencias entre ambas partes ya tenía noticia, y porque sabía que el
cierre definitivo de las adopciones en Nepal, hace ya un par de años, colocaba
a los orfanatos en una crítica situación económica. Los continuos rumores sobre
la corrupción y las malas artes en los orfanatos de Nepal se vieron refrendados
por un documental titulado "Paperorphans” que puede verse en Internet. Se
mencionaba expresamente a Bal Mandir para denunciar que algunos orfanatos
habían conseguido que numerosos padres de aldeas remotas, generalmente
analfabetos, cedieran a sus hijos al orfanato, pagando una pequeña cantidad,
con la promesa de que la institución que recogía a los menores les
escolarizaría en Katmandú, y les proporcionaría comida y alojamiento. Los
artífices de ese engaño prometían a las familias que podrían visitar a sus
hijos cuando lo desearan, y que finalizada su educación, los hijos podrían
regresar a su aldea, pero lo cierto es que muchos de ellos fueron dados en
adopción, con lo cual el hospicio se embolsaba jugosos donativos que ni
siquiera quedaban registrados. Ante semejante denuncia apoyada en el testimonio
de numerosas familias, la comunidad internacional decidió poner fin al escándalo
clausurando definitivamente las adopciones en Nepal.
Más allá de las motivaciones filantrópicas, lo cierto es que
los orfanatos pasaron de ser un negocio muy lucrativo, de ahí la búsqueda
desesperada de más niños, a ser exclusivamente una fuente de gastos sin fin.
Supongo que cuando las autoridades internacionales responsables de las
adopciones decidieron aplicar este castigo a Nepal, tendrían en cuenta las
terribles consecuencias que ello traería a los huérfanos, que de pronto se
convertían en residentes permanentes, prisioneros de instituciones condenadas a
la ruina. Habría sido deseable que esa drástica medida fuera acompañada de un
programa de ayuda internacional a los huérfanos de Nepal, porque era previsible
que se llegaría al cierre de muchos de esos albergues como consecuencia del
imparable declive económico.
Cuando Rebeca nos explicó el modo en que se proponía
disminuir la población de Bal Mandir, simplemente nos dijo que trataría de
hacer responsables de los menores a familiares o parientes. Nosotros no lo
veíamos tan sencillo, pero entonces pensábamos que se refería a la no admisión
de nuevos internos y la reubicación, en la medida de lo razonable, de algunos
de los habitantes del hospicio, pero hoy hemos sabido que todas las partes
implicadas han asumido el cierre definitivo de Bal Mandir en un plazo máximo de
tres años. Me estremece pensar en las consecuencias que esta salvaje solución
acarreará en nuestros niños. ¿Qué acomodo buscarán para Roji, Lata o Nimi con
su parálisis cerebral? ¿En qué hogar será acogida Aacriti, con su ceguera
absoluta? ¿Dónde irá a parar Asha, a sus más de treinta años de edad, con su
síndrome de Down y sin ningún familiar? ¿Quien se hará cargo de los numerosos
niños y niñas que son realmente huérfanos, o de todos aquellos que, aunque
tengan algún familiar o pariente, fueron abandonados y sospecho que no van a
ser readmitidos en el seno familiar del cual fueron expulsados?
Katmandú, a 17 de octubre de 2012.
* José
Luis Gutiérrez Muñoz es Profesor Titular y Director del departamente de
Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Univarsidad Complutense
de Madrid. Reside en Pinto y es promotor de
una labor humanitaria, desde 2004, en orfanatos de India y Nepal.
Maria Teresa | Domingo, 28 de Octubre de 2012 a las 23:33:38 horas
Soy una de esas madres afectada por el cierre, con casi 8 años de espera me veo en la desesperante opción de tener que abandonar mi sueño (traer mi hija desde Nepal), he rogado, suplicado a la administración y distintas competencias una explicación, sin obtener más que una serie de explicaciones que para nada me convencen de la injusticia cometida con mi persona, ya nada me queda, sólo resignarme a que jamás veré a mi hija con su familia. Jamás entenderé porque la administración española en lugar de poner todo su empeño en negar el envio de expedientes, no lo ha puesto en hacer que las proximas adopciones fuesen de total garantía, niños abandonados y sin familia que si que existen y estan deseosos de ser recibidos por familias que los querrían y protegerían. ¿Que se esconde detras de esta decisión? Porque el bienestar de los niños, esta claro que, no se esta consiguiendo con ella.
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