El templo de los niños
Cuando en febrero de 2006 Aurora y yo visitamos este gigantesco orfanato nepalés denominado Bal Mandir, jamás pensamos que esa modesta iniciativa que simplemente se proponía llevar a cabo actividades creativas con los internos aprovechando sus vacaciones escolares del Dashain pudiera llegar tan lejos. Llamar a ese lugar "el templo de los niños", que es la traducción literal de Bal Mandir, parecía un sarcasmo. Jamás habíamos visto un lugar tan miserable e inapropiado para la vida de los menores, por eso pensamos que no debíamos conformarnos con dibujar y pintar con los niños sobre las paredes de ese vetusto edificio que dicen que en su día fue un palacio, y tratamos de extender nuestra acción hacia otros ámbitos primordiales ajenos a la actividad artística. Nos dejamos llevar por la ilusión, por el deseo apremiante de transformar aquella realidad, pero fuimos ingenuos, demasiado ingenuos.
Aunque las niñas mayores del hospicio nos advirtieron de la corrupción y la inmoralidad de muchos de los que gobernaban esa institución, fuimos engañados en más de una ocasión, y parte de las ayudas, que se nutrían del generoso esfuerzo de nuestros amigos, no llegaron a sus legítimos destinatarios. Pero cada vez había más amigos que deseaban colaborar, e indirectamente no permitían que nos dejáramos vencer por la impotencia, la frustración y el desánimo. No quedaba más remedio que aprender la lección y seguir hacia adelante, pero ya con más cautela y desconfianza.
Ayer por la mañana temprano llegamos a Katmandú. Aunque domingo, era el último día lectivo en Nepal antes de las vacaciones del Dashain. Por eso, fuimos directamente hacia el New Shrine, la escuela en la que tenemos escolarizados en régimen de internado a 12 niños y niñas de Bal Mandir, lo que para ellos significa buena educación, alimentación adecuada y condiciones higiénicas aceptables. Con las aportaciones de nuestros amigos también estamos ayudando a 18 chicos y chicas ex Bal Mandir, que de otro modo tendrían que abandonar sus estudios en el momento en que por su mayoría de edad quedan fuera del amparo estatal. Precisamente algunos de estos jóvenes nos ayudan cada año en nuestras actividades en el orfanato.
Hoy lunes hemos estado en Bal Mandir. Hemos charlado un rato con su directora, nos hemos reencontrado con los menores y hemos pasado cerca de dos horas en la Dididai Room, contemplando como Kalpana, una de las jóvenes ex Bal Mandir más próximas a nosotros, dirigía una sesión lectiva para las cinco niñas con parálisis cerebral y algunas otras con diferentes discapacidades. La vida de ese grupo de desgraciados entre los desgraciados afortunadamente está cambiando gracias a la iniciativa de nuestro amigo Pablo, que participó con nosotros en el proyecto de 2009, y encontró el apoyo de numerosos amigos que están haciendo realidad su sueño de proporcionar una educación digna a ese colectivo tan dolorosamente marginado.
Ha sido maravilloso contemplar a Kalpana en su papel de profesora. Le asistía en su labor docente Asha, la interna más veterana de Bal Mandir. Su síndrome de Down, que la ha mantenido recluida en el orfanato durante sus más de 30 años de vida, no ha sido impedimento para realizar su trabajo con eficacia, entusiasmo y alegría. Sin duda, ha sido una sabia decisión de la asociación Dididai contratarla, porque presta un apoyo valiosísimo, y esta actividad ha dado un nuevo sentido a su vida.
Son tantas las cosas que quisiera contar, que corro el peligro de no decir nada tratando de explicarlo todo.
Katmandú, a 15 de octubre 2012
José Luis Gutiérrez
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