El alcalde mentiroso
Con este expresivo título se inaugura la sección de opinión "Gritos y susurros" de la revista ZIGZAG de Pinto. Este primer artículo firmado por su editor, Agustín Alfaya, hace alusión al último Pleno celebrado el 29 de julio en este municipio.
Que Antonio Fernández ha hecho fortuna en la política a base de embustes, manipulaciones, engaños, hipocresías y falsedades es algo que saben quienes han seguido con un poco de atención su “biografía”. Explicar el itinerario vital de este “personaje” desde que llegó a Pinto con lo puesto en 1989 hasta su ascensión al poderío caudillista y económico es entrar en un periodo de la historia política local marcado por la mediocridad de la casi totalidad de sus dirigentes, la demagogia y la rapiña.
Fernández ha mentido tanto en estos años que ha asumido el fraude y la falacia como una segunda naturaleza. Y así tenemos un alcalde grosero, inculto, prepotente y chapucero, pero sobre todo mentiroso.
Mostrar con ejemplos y razonamientos consecuentes lo que estoy diciendo es algo que intentaré hacer mes a mes en esta columna periodística.
Para empezar por el final, me voy a referir a la campaña de calumnias que el alcalde ha desatado contra el concejal de Juntos por Pinto Reyes Maestre, al que califica de “golfo”, “mezquino” y “defraudador” porque –según el mísero alcalde- siendo miembro de la Junta Directiva de la Asociación de Minusválidos de Pinto, “se autocontrató sin ningún proceso de selección”.
Los hechos son los siguientes: Reyes trabajó en la Asociación de Minusválidos de Pinto de 1991 a 1995 como conserje y en 1995 como psicólogo (es titulado). En esos años, Reyes, al que le falta una mano, también pertenecía a la Junta Directiva de esa asociación, compuesta por siete miembros, que son los que contratan. Pues bien, como el ahora concejal Reyes está haciendo una oposición fiscalizadora de los fondos públicos preguntando en qué se gasta esto, por qué se contrata aquello, cuanto costó esta comida, cuánto estos viajes..., es decir, sencillamente está cumpliendo su labor de oposición según los cánones de una democracia real, el turbio alcalde cree que hay que pararle los pies y para ello nada mejor que desprestigiarlo y, seguidamente, pedirle la dimisión (“es un buen momento para que usted presente su dimisión”, le dijo sin inmutarse a Reyes en el Pleno del 29 de julio).
Bien, el caso es que yo estaba en ese Pleno, alucinando en colores ante el desprecio descarado por la verdad de que hacía gala el alcalde, con su habitual lenguaje farragoso y chulesco. Y, puesto que acababa de decir que concedía la palabra a todos los vecinos que la pidieran, levanté la mano y la pedí. Me la concedió y le pregunté si su mujer, Ana Arroyo, secretaria general del PSOE-Pinto y diputada regional, había pasado algún tipo de selección cuando fue contratada -ya siendo él alcalde- como gerente de la Asociación Tierno Galván, que se nutría de fondos públicos y de la que Fernández fue su jefe absoluto.
No contestó a mi pregunta en el Pleno el tal Fernández. Al contrario su respuesta y la de su mujer allí presente fue acorralarme e insultarme. Días después este siniestro “personaje” me envió una carta (publicada luego en uno de sus infames panfletos) en la que muestra su formidable desprecio por la verdad, incluso de la más evidente. Pero este es tema para la próxima columna.
En todo caso –y para acabar en esta primera columna con la programada “caza de Reyes”- si alguien piensa que Fernández no es un manipulador, que le pida coherencia, es decir, que exija también la dimisión de su mujer y la suya misma por “golfos”, “mezquinos” y “defraudadores”. Pero más allá de la imposible coherencia de Fernández, exijamos a los dirigentes públicos que nos cuenten la verdad, sin manipulaciones, sin engaños. Si la verdad nos hace libres, Fernández nos quiere hacer tontos.
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