El cuartel sentenciado
¡Ay de lo que tenga menos de cien años! Eso no es antiguo, es viejo. Y a lo viejo le pasa al revés que al cerdo, que si de éste se aprovechan hasta los andares, de lo viejo no se aprovecha nada. Por eso el viejo cuartel de la Guardia Civil ¡ay ese! no tenía ni la más mínima posibilidad de sobrevivir al gobierno de los hombres modernos.
17 febrero 2005.- Es creencia del hombre moderno que el mundo empieza con él y que el mejor y más logrado producto de la evolución humana también es él. En realidad solo es el último, pero siendo el último también es el único, así que tampoco son muchos los que quedan en el mundo para discutirle sus creencias.
Quedan los ancianos desde luego, pero salvo excepciones, no suelen estar para mucha disputa. Lo que sobre todo queda es la huella, que dejaron impresa tras su paso, ellos y las generaciones que les precedieron, en el recuerdo, en las historias y en los libros, en los edificios, en la música, en la pintura y en todas las cosas que perviven y dan testimonio de que, en verdad, el mundo no empezaba con el hombre moderno.
Las huellas molestan, impiden el olvido. Borrarlas es lo ideal pero alterarlas es lo normal. Esa tarea exige tacto y paciencia y sobre todo alguna justificación moral y cierta lógica que el hombre moderno halla en la misma creencia que alimenta, a saber, que siendo él el mejor, todo lo que hicieron los hombres antes que él es manifiestamente mejorable. De ahí a atribuirse la obligación de mejorarlo, no va más que un paso. Por eso el hombre moderno es típicamente reformador. Todo lo que considera mejorable lo somete a reforma, lo antiguo, por ejemplo, que dice restaurar para poder conservar, lo cual hace con visible deleite: lo pule, lo lima, lo barniza, le saca brillo, a veces incluso le añade o quita algo, pero sí, en general lo conserva. El caso de nuestro “Don Mendo”, que de posada real pasó a ser un Mc Donald, nos da una clara muestra de lo que puede llegar a ser una restauración al más puro estilo moderno. Pero aún así lo conserva… en pie al menos.
Pero ¡Ay de lo que tenga menos de cien años! Eso no es antiguo, es viejo. Y a lo viejo le pasa al revés que al cerdo, que si de éste se aprovechan hasta los andares, de lo viejo no se aprovecha nada. He ahí la diferencia entre lo antiguo y lo viejo: que lo uno es mejorable y lo otro es siempre desechable. Especialmente los edificios, que además ocupan solares que conmueven hasta las lágrimas a los promotores inmobiliarios Por eso el viejo cuartel de la Guardia Civil ¡ay ese! no tenía ni la más mínima posibilidad de sobrevivir al gobierno de los hombres modernos ¿Un edificio de apenas medio siglo que ocupa una manzana entera? Sentenciado.
Pero había más: es que era todo un símbolo del viejo mundo, que los amos del nuevo no podían permitir que fuera dado por mejorable ¿Cómo? ¿Reformarlo y destinarlo a usos sociales? ¡Pero Tronco, tú qué dices! Aquí la mayoría hasta pagaríamos por tirarlo abajo. ¡Todo un señor cuartel de la Benemérita, con sus torretas, sus troneras y su “todo por la patria”! Eso no se derriba, se derroca. Después se vende y se olvida, que el olvido colegas, es nuestro negocio.
Jacky
Santiago Roque Sainero
Quedan los ancianos desde luego, pero salvo excepciones, no suelen estar para mucha disputa. Lo que sobre todo queda es la huella, que dejaron impresa tras su paso, ellos y las generaciones que les precedieron, en el recuerdo, en las historias y en los libros, en los edificios, en la música, en la pintura y en todas las cosas que perviven y dan testimonio de que, en verdad, el mundo no empezaba con el hombre moderno.
Las huellas molestan, impiden el olvido. Borrarlas es lo ideal pero alterarlas es lo normal. Esa tarea exige tacto y paciencia y sobre todo alguna justificación moral y cierta lógica que el hombre moderno halla en la misma creencia que alimenta, a saber, que siendo él el mejor, todo lo que hicieron los hombres antes que él es manifiestamente mejorable. De ahí a atribuirse la obligación de mejorarlo, no va más que un paso. Por eso el hombre moderno es típicamente reformador. Todo lo que considera mejorable lo somete a reforma, lo antiguo, por ejemplo, que dice restaurar para poder conservar, lo cual hace con visible deleite: lo pule, lo lima, lo barniza, le saca brillo, a veces incluso le añade o quita algo, pero sí, en general lo conserva. El caso de nuestro “Don Mendo”, que de posada real pasó a ser un Mc Donald, nos da una clara muestra de lo que puede llegar a ser una restauración al más puro estilo moderno. Pero aún así lo conserva… en pie al menos.
Pero ¡Ay de lo que tenga menos de cien años! Eso no es antiguo, es viejo. Y a lo viejo le pasa al revés que al cerdo, que si de éste se aprovechan hasta los andares, de lo viejo no se aprovecha nada. He ahí la diferencia entre lo antiguo y lo viejo: que lo uno es mejorable y lo otro es siempre desechable. Especialmente los edificios, que además ocupan solares que conmueven hasta las lágrimas a los promotores inmobiliarios Por eso el viejo cuartel de la Guardia Civil ¡ay ese! no tenía ni la más mínima posibilidad de sobrevivir al gobierno de los hombres modernos ¿Un edificio de apenas medio siglo que ocupa una manzana entera? Sentenciado.
Pero había más: es que era todo un símbolo del viejo mundo, que los amos del nuevo no podían permitir que fuera dado por mejorable ¿Cómo? ¿Reformarlo y destinarlo a usos sociales? ¡Pero Tronco, tú qué dices! Aquí la mayoría hasta pagaríamos por tirarlo abajo. ¡Todo un señor cuartel de la Benemérita, con sus torretas, sus troneras y su “todo por la patria”! Eso no se derriba, se derroca. Después se vende y se olvida, que el olvido colegas, es nuestro negocio.
Jacky
Santiago Roque Sainero
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