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A primera hora de la mañana, la Plaza del Arte de Ciempozuelos permanece tranquila pocos días después de conocer la noticia de que una de sus vecinas permaneció momificada al menos dos años en su piso. "Las ventanas llevan abiertas desde que la encontraron, pero parece que no se va el olor", apunta una mujer mientras señala a los periodistas de ZIGZAG el segundo piso del edificio donde ocurrió la tragedia.
Una vez dentro, las mascarillas de los cámaras y periodistas que graban el lugar de los hechos confirma que el olor todavía permanece a pesar de los intentos de Eduardo echando colonia. Él fue quien encontró a su mujer tendida en la cama y en proceso de momificación. "Me derrumbé en ese momento y empecé a romperlo todo". Su intención, sin embargo, no era la de acudir a la casa porque pensaba que ya no era de su propiedad al ser consciente de las dificultades económicas que padecía su mujer. Solo cuando le informaron que aún no había comenzado el proceso de desahucio acudió allí y forzó la puerta sin imaginar lo que había ocurrido dentro.
"Teníamos una relación buena, con altos y bajos, como todos", recuerda Eduardo sin poder contener las lágrimas. Cuando su mujer dejó de visitarle hace un par de años, él lo achacó a sus carencias económicas, aunque dejó de preocuparse cuando habló con su hija: "Ella también charlaba, antes, por teléfono con ella a menudo. Lo último que supo es que se iba a Toledo con un hombre". Ahora no puede evitar sentirse culpable de todo lo ocurrido mientras recorre la estancia, olvidando el olor o el deteriorado estado del inmueble.
"Mi gran dolor es que los vecinos no ayudaran a mi mujer", comenta a ZIGZAG, esta vez, enfadado. Eduardo pone en el punto de mira a sus vecinos, a los que acusa de una falta total de humanidad y que, de no haber sido por él, su mujer podría seguir aún más años muerta en la casa. "Si ves que una persona no aparece en dos años y huele mal en la casa tiras la puerta abajo si hace falta".
Los vecinos, por su parte, afirman haber denunciado la situación ante el Ayuntamiento de Ciempozuelos. Precisamente su vecino contiguo, incapaz ya de soportar el olor, reunió firmas de varios integrantes de la comunidad para intentar solucionar el problema. "Siempre lo achacamos a las tuberías -afirma una mujer desde el marco de su puerta- la culpa es de los asistentes de no preocuparse por solucionarlo". Todo el mundo en el edificio sufría el hedor que, en verano, obligaba a poner incienso en las casas para solucionarlo e, incluso, algunos mandaban a sus hijos fuera de la ciudad. "Salían hasta bichos de la ventana", cuenta la misma mujer.
A falta del análisis forense que determine las condiciones exactas de la muerte, la Plaza del Arte recupera la normalidad tras el suceso. Sus vecinos tratan de olvidar y se defienden de las acusaciones recordando que ellos también sufrieron, mientras que Eduardo piensa seguir denunciado lo acontecido para que no vuelva a ocurrir. "Ha pagado una inocente", repite consternado mientras cierra la puerta de su casa.
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