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Agustín Alfaya Rodríguez

Los pitos de Esperanza

Martes, 29 de Mayo de 2012 Tiempo de lectura:

La disparatada propuesta de la presidenta regional Esperanza Aguirre de que la final de la Copa del Rey de fútbol entre el Atlético de Bilbao y el Barcelona se celebrase a puerta cerrada no contó afortunadamente con ningún apoyo en el Gobierno de España. Aguirre basaba su proposición en que "los ultrajes a la bandera o al himno son delito en el Código Penal y no se deben consentir", por lo que proponía el cierre del estadio a ambas aficiones como medida cautelar a los anunciados silbidos al himno nacional. 


Aguirre añadió con sus torpes declaraciones gasolina al fuego, logrando más apoyos hacia los grupos que organizaban los silbidos. Se convirtió así, sin quererlo, en una aliada de los objetivos de éstos. Por otro lado, los madrileños somos un pueblo abierto e integrador, sin complejos, por lo que las declaraciones de nuestra presidenta nos han hecho, en este caso, un flaco favor. Sin embargo, son condenables los insultos y descalificaciones groseras que una parte de las aficiones del Barcelona y del Atlético de Bilbao propinaron a la presidenta de todos los madrileños.


Los pitidos fueron desde luego mayoritarios durante los 27 segundos que duró la versión corta del himno nacional. Seguramente en este partido jugado en el estadio Vicente Calderón el 25 de mayo,  los pitidos al himno por parte de las aficiones del Barcelona y del Atlético de Bilbao, se mezclaron con los pitidos a la corona (en unos casos), los pitidos a Esperanza (en otros) y los pitidos a España como unidad. Puede ser una falta de educación (los pitidos, porque los insultos a Esperanza Aguirre son condenables), pero como ha dictaminado la Audiencia Nacional por hechos similares ocurridos en Valencia en la final de hace tres años entre los mismos dos equipos, no es un delito.


En la pitada había sobre todo sentimiento, que está en la esencia misma de todo nacionalismo ya sea catalán, vasco o español, pero está menos claro que los pitidos fuesen una mayoritaria manifestación  política separatista. En todo caso, ésta tendría que explicitarse en el foro adecuado, que son las urnas. Y si los ciudadanos de Cataluña, del País Vasco, de Madrid o de cualquier otro territorio deciden mayoritariamente separarse de España lo que procede no es silenciarlos por la fuerza, sino poner plazos y hacer cuentas.


Aunque es verdad que en España la gente se moviliza mucho más por el fútbol que por cualquier otra cosa, todo esto no era más que un partido de fútbol. Más allá de pitos y flautas, los aficionados del Atlético de Bilbao y del Barcelona sólo querían una cosa: ganar la Copa del Rey de España. Porque sin salir del fútbol, hoy por hoy ganar una Liga o una Copa de España -no una Liga o una Copa de Cataluña, o del País Vasco, o de Bélgica, o incluso de Alemania o Francia- es uno de los trofeos deportivos más difíciles y por ello prestigiosos que se pueden tener. Y eso gracias a equipos como el Barcelona y el Atlético de Bilbao, pero también el Real y el Atlético de Madrid, el Valencia, el Sevilla, el Málaga… y hasta mis queridos Celta y Dépor. Es decir, gracias a los equipos y jugadores españoles o que juegan en la liga española.

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