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La segunda vida de la laguna de Soto Gutiérrez de Ciempozuelos, la Doñana de Madrid

Raúl Martos Martínez Miércoles, 26 de Noviembre de 2025 Tiempo de lectura:

A sólo 36 kilómetros del centro de Madrid, en el término municipal de Ciempozuelos, un humedal renace. La laguna de Soto Gutiérrez, enclave que durante años fue considerado un oasis de biodiversidad en pleno Parque Regional del Sureste, inicia una nueva etapa tras cuatro años de degradación, sequía y conflictos ambientales. Hoy, gracias a un ambicioso proyecto de restauración ecológica, vuelve a abrirse paso la vida en uno de los espacios con mayor diversidad ornitológica de la Comunidad de Madrid.

 

Un refugio natural

 

Las lagunas de Soto Gutiérrez son el resultado de graveras renaturalizadas, un proceso que transformó antiguas explotaciones mineras en uno de los humedales más valiosos del territorio madrileño. Su integración en el Parque Regional del Sureste que, a su vez, forma parte de la Red Natura 2000, debía garantizar un alto nivel de protección clave para su fauna y flora. No en vano, el enclave está catalogado como ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves) y ZEC (Zona de Especial Conservación).

 

A pesar de su extensión relativamente modesta, la riqueza biológica del humedal es extraordinaria. De las 21 especies de aves que estaban catalogadas en peligro de extinción en España en el año 2020, un 43% habían sido avistadas en esta laguna. Es, además, zona de cría, dormidero, refugio y parada migratoria para cientos de aves. De ahí que se le conozca como “la pequeña Doñana de Madrid”.

 

Las similitudes entre ambas son sorprendentes. Antes de 2021, en Soto Gutiérrez se habían catalogado 227 especies de aves, sólo dos menos que en el Parque Nacional de Doñana. Una riqueza natural que, como ocurrió con el parque andaluz, estuvo a punto de desaparecer.

 

En peligro de muerte

 

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La historia reciente de Soto Gutiérrez cambió el 14 de mayo de 2021. Ese día comenzaron en la parcela, que era de titularidad privada, unas obras para drenar la laguna principal mediante una canalización que conducía el agua directamente hasta el río Jarama. El objetivo no era otro que desecar el vaso lagunar. “Las lagunas están tocadas de muerte”, llegó a asegurar Daniel Izquierdo Méndez, portavoz del movimiento 'Salvemos Soto Gutiérrez'.

 

Las consecuencias no tardaron en llegar. La desaparición de la lámina de agua provocó la muerte de más de 24.000 m³ de vegetación y la pérdida en un 98% su capacidad de acoger fauna acuática. Todo ello provocó la huida de la mayoría de especies, que se vieron obligadas a abandonar el que había sido su refugio. 

 

Aunque la Dirección de Parques Regionales aseguró en julio de 2021 que había intervenido para paralizar la desecación, el drenaje continuó. La Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid alegó que las obras estaban contempladas en el Plan de Restauración de la explotación minera, aprobado en 2001. Su intervención, aseguró entonces el Gobierno regional, estaba además limitada por la calificación D del terreno, que permite la realización de actividades ligadas a aprovechamientos agropecuarios o equinos.

 

La movilización ciudadana, clave

 

Mientras las administraciones intercambiaban informes, el humedal seguía agonizando. “Dos lagunas repletas de aves se convirtieron en parajes yermos”, lamentaba Santiago M. Barajas, naturalista y activista. El exdiputado verde Juan López de Uralde, fue más allá y tachó lo sucedido como “un crimen medioambiental”. Fueron precisamente las asociaciones ecologistas las que lideraron la lucha ciudadana manteniendo la presión mediática y llevando a cabo recogidas de firmas como la de SEO/BirdLife para que Soto Gutiérrez fuese incluido en el Catálogo Regional de Humedales de la Comunidad de Madrid en el que hoy se encuentra.

 

La situación dio por fin un vuelco en noviembre de 2024, cuando la Fundación Global Nature adquirió las once hectáreas del humedal gracias a fondos privados de la Fundación Bonneville, dentro de una operación de compensación ambiental. Con la parcela en manos de una entidad conservacionista, comenzaron los trabajos de restauración.

 

La primera fase del proyecto, con una inversión cercana a los 70.000 euros, incluyó tres acciones clave. La primera y fundamental el desbroce de 24.000 m³ de vegetación muerta para evitar un colapso ecológico al reintroducir agua, a la que siguieron los movimientos de tierra para reconstruir la geometría del vaso lagunar y recuperar una lámina de agua continua. Además, se ha diseñado un sistema de compuertas que permitirá una reinundación controlada, garantizando la estabilidad del nivel de agua y evitando inundaciones en parcelas vecinas.

 

La vida regresa

 

A pesar de que el proyecto está concebido como una intervención a largo plazo, los primeros resultados no se han hecho esperar. Apenas unos meses después del inicio de los trabajos, Soto Gutiérrez comenzó a mostrar síntomas de recuperación. “Con solo una mínima cantidad de agua empezaron a llegar las primeras aves. También anfibios, reptiles y nueva vegetación. Haciendo las cosas bien, la biodiversidad reaparece”, ha explicado Ernesto Aguirre, técnico en la Fundación Global Nature.

 

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Entre las especies observadas recientemente se encuentran el aguilucho lagunero, carricero, cigüeña, garza real, gaviotas, azulones o gallineta. Pero especialmente ha llamado la atención la presencia del archibebe fino, que cruza Europa y África, o el carricerín cejudo, toda una rareza en el interior peninsular que para SEO/BirdLife “es una señal inequívoca de que el ecosistema está empezando a responder”.

 

La recuperación de Soto Gutiérrez no se limita a su función ecológica. La fundación trabaja ya en el diseño de un futuro plan de gestión que incluirá la puesta en marcha de observatorios de aves, senderos interpretativos, programas educativos y prácticas universitarias. Todo ello colaborando con los agricultores y pastores locales para integrar al humedal de Ciempozuelos en las redes de turismo de una manera responsable.

 

Un futuro que, como señalan desde Global Nature, demuestra que “la vida se abre camino” en la pequeña Doñana.

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