Las cloacas del Estado

España sigue revuelta por un nuevo escándalo de corrupción. Uno más. En esta ocasión el protagonista es el PSOE y algunos de los que hasta ahora habían sido los dirigentes más cercanos al presidente, Pedro Sánchez. No en vano, se han visto implicados en la trama sus dos últimos secretarios de Organización, José Luis Ábalos y Santos Cerdán, y del asesor Koldo García. El partido que accedió hace ocho años al gobierno a través de una moción de censura, precisamente, sustentada en la necesidad de expulsar al Partido Popular por otro caso de corrupción, se ve ahora envuelto en uno de ellos.

Aquel PP había sido condenado por organización criminal y protagonizado uno de los capítulos más oscuros de la democracia española con espionaje, bulos e intervención de las fuerzas policiales para beneficio del Gobierno. La trama en la que está envuelto el PSOE no ha alcanzado, al menos de momento, ese nivel, pero lo que se conoce hasta ahora es tan burdo que ha provocado una indignación similar entre la ciudadanía.

Presuntas mordidas en contratos públicos, comentarios misóginos sobre mujeres, supuesto amaño de las elecciones internas del PSOE en 2019... El informe de la UCO es sólo preliminar, pero entre los socialistas hay un miedo más que razonable a que otros dirigentes se vean también implicados. La Guardia Civil afirma tener cuatro memorias externas con grabaciones de Koldo García en las que aparecen ministros y exministros del Gobierno, distinguidos miembros socialistas e incluso dirigentes de otras formaciones como PNV o PP.

El Ejecutivo intenta lidiar como puede con todo este maremágnum. La consigna es clara: reducir todo lo sucedido a una crisis de partido, no de gobierno, en la que el PSOE es una víctima más. Sánchez no pretende asumir ninguna responsabilidad política y descarta adelantar las elecciones, por lo que reta a sus detractores a que presenten una moción de censura. Porque sabe que, a pesar de la indignación general, el PP ha puesto tan difícil al resto de partidos pacto alguno que ni siquiera resulta viable un acuerdo en el escenario actual.

Y en este contexto tienen que continuar trabajando las agrupaciones locales. Es lo que tiene el partidismo. A veces las siglas te aúpan en votos, pero en otras muchas ocasiones se convierten en auténticas losas. Bien lo saben en el PSOE de San Martín de la Vega y Ciempozuelos, que ganaron con mayoría absoluta las últimas elecciones municipales a pesar de la tendencia a la baja del partido a nivel autonómico. La candidatura de Rafael Martínez recogió el 66,5% de los votos frente al 26,95% que consiguió Juan Lobato, mientras que en el caso de Raquel Jimeno la diferencia fue de 20 puntos.

Los socialistas de San Martín de la Vega, de hecho, se encuentran en plena celebración de sus diez años al frente del Ayuntamiento. Una década en la que el municipio ha avanzado en todos los niveles y que continúa con una senda al alza que hace guardar esperanzas de que pueda seguir creciendo. Pero ahora ese reconocimiento está en peligro. Los grandes partidos vuelven a obligar a la ciudadanía a realizar un esfuerzo titánico para votar con una pinza en la nariz y distinguir entre aquellos que han trabajado, única y exclusivamente, en beneficio propio frente a los que lo han hecho pensando en el bien común.