
Mientras el Real Madrid sigue peleando en una Euroliga que pinta cuesta arriba y consolida en las apuestas baloncesto su estatus de favorito en la Liga Endesa con paso firme, en los despachos hace ya tiempo que cambiaron el chip y empezaron a construir el futuro. Porque si algo tiene claro el club blanco es que los grandes proyectos no se improvisan, y menos en un verano que se intuye movidito. Así, sin hacer demasiado ruido, han cerrado su primer gran movimiento: David Krämer, el escolta alemán que cambiará Tenerife por la capital para darle al equipo ese extra exterior que tanto había echado en falta últimamente.
Un fichaje cocinado a fuego lento
No fue una operación que surgiera de la noche a la mañana, sino que más bien fue el resultado de meses de seguimiento, de llamadas y de conversaciones. De hecho, su nombre ya sonaba en las oficinas blancas desde que firmó actuaciones brillantes en Liga Endesa y en Europa, donde su 52% de acierto en triples se convirtió en un imán para todos los grandes equipos del continente.
Al final, el Madrid actuó con rapidez quirúrgica: pagó los 50.000 euros que costaba su cláusula de rescisión, firmó al jugador para las próximas dos temporadas y dejó al Barça, que también andaba tras sus pasos desde la Copa del Rey, con la miel en los labios.
Un perfil que el Madrid necesitaba como el comer
Más allá de las cifras, Krämer representa ese tipo de jugador que en el Madrid había escaseado en los últimos tiempos: un tirador fiable, capaz de abrir el campo, de decidir partidos, y de hacerlo además con una regularidad que los experimentos recientes no habían conseguido aportar. Porque sí, se fichó talento en verano, se incorporaron piezas con renombre y potencial, pero el hueco que había dejado la retirada de leyendas como Rudy Fernández o las ausencias de otros referentes exteriores nunca terminó de llenarse del todo.
No es casualidad que su fichaje haya llegado justo ahora, cuando el Madrid, consciente de que no puede permitirse más parches en el juego exterior, ha apostado por alguien que viene de firmar auténticos recitales, como aquella histórica noche de 43 puntos ante Suecia que todavía se comenta entre aficionados a las apuestas.
Un golpe moral también al eterno rival
El fichaje de Krämer no es sólo una cuestión deportiva; también tiene un evidente valor simbólico. Porque mientras el Barça soñaba con hacerse con sus servicios, fue el Madrid el que terminó llevándoselo a casa. Y aunque en los despachos nunca reconocerán del todo cuánto pesa ganarle un fichaje al eterno rival, basta ver la sonrisa que se le dibuja a más de uno para entender que, en este tipo de batallas silenciosas, cada victoria cuenta.
Así que, mientras el equipo de Chus Mateo sigue peleando en las canchas por terminar la temporada de la manera más digna posible, los cimientos de la próxima campaña ya están empezando a colocarse. Y el primer ladrillo, ese que ahora tiene nombre propio y que suena con eco en los pasillos del WiZink Center, se llama David Krämer.
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